¡Qué agradecida estoy por tener la Ciencia Cristiana! Es realmente mi manera de vivir.
Recientemente, mi esposo y yo tuvimos la oportunidad de comprobar la eficacia del tratamiento mediante la Ciencia Cristiana cuando nació nuestra segunda hija. Habíamos orado y estudiado en la Ciencia durante todo el tiempo que duró el embarazo para saber más profundamente que la verdadera identidad de esta hija era la idea completa de Dios, y que refleja la fortaleza y permanencia del Espíritu. ¡No esperábamos nada menos que la perfección! Sin embargo, nuestra esperanza fue puesta a prueba cuando el médico que iba a atender el nacimiento pronosticó que el parto iba a ser en extremo peligroso porque yo estaba muy anémica y, probablemente, tendría una hemorragia. De inmediato, el médico ordenó una transfusión para estabilizarme, en preparación para una operación cesárea. Según él, esto sería la manera más segura para dar a luz, tanto para el bebé como para mí. El médico estaba convencido de esto, y, humanamente, parecía no existir alternativa alguna.
Nos comunicamos con una practicista de la Ciencia Cristiana, quien nos ayudó a ver que, en efecto, teníamos una alternativa espiritual: el poder sanador de Dios. Podíamos optar por la verdad, a saber, la perfección invariable del hombre como el amado hijo de Dios. Decidimos permanecer firmes en la curación espiritual.
El médico se molestó bastante a causa de nuestra decisión. Pensó que estábamos obrando con mucha imprudencia y nos urgió a que lo consideráramos nuevamente, e hizo énfasis en las terribles consecuencias que esto iba a tener para mí, según él lo preveía. Pero nada nos hizo vacilar en nuestra decisión. Oramos fervientemente durante muchas horas mientras esperábamos que comenzaran los dolores de parto. Luego, el médico nos informó que, debido a que la bolsa de agua se había roto hacía más de veinticuatro horas, el bebé estaba en peligro de contraer una infección. El pensaba que era necesario administrar una droga para apresurar el parto. Nuevamente, no aceptamos el tratamiento médico, aunque le agradecimos al médico su preocupación al respecto.
Comenzamos a sentirnos agobiados por las opiniones y predicciones humanas y, por momentos, era bastante difícil mantenernos firmes en nuestra posición espiritual. La instrucción de Jesús de encerrarse en el aposento a orar (ver Mateo 6:6), nos alertó sobre la necesidad de acallar el clamor de todas las percepciones humanas y recurrir de pleno a Dios, el único gran Médico. Poco después, firmamos un formulario de exención médica, dejamos el hospital y fuimos a casa para orar hasta que comenzaran los dolores de parto.
En casa, trabajamos con la practicista, rechazando las opiniones y teorías falsas y mortales y afirmando la verdad de la perfección acerca de los hijos de Dios. Numerosas creencias falsas y temores fueron descubiertos. Fue vencido el temor a la muerte al comprender la identidad permanente del hombre como el reflejo del ser divino, inmortal y omniactivo. El temor a la infección fue vencido al reconocer que “la panoplia del Amor” (ver Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 571) es un vestido sin costura; que el hombre jamás puede, ni por un instante, estar fuera del cuidado, del ambiente perfecto e infinito, del Amor divino, el Espíritu. Por consiguiente, ni el niño ni yo jamás podríamos estar fuera del Amor, fuera de las cualidades puras del Alma, que están más allá de toda contaminación.
También nos dimos cuenta de que el tiempo es una medida mortal y limitada (ver ibid., pág. 595) puesto que indica un comienzo y un fin, lo cual nada tiene que ver con la eternidad de Dios y el hombre. Las ideas de Dios no son mortales ni limitadas, sino inmortales e ilimitadas, como reflejos de la Vida divina.
En Message to The Mother Church for 1902, la Sra. Eddy enseña: “Por medio del Cristo, la Verdad, la metafísica divina señala el camino, demuestra aquí el cielo, la lucha ya terminada, y la victoria del lado de la Verdad” (pág. 6). Estábamos representando a la Verdad, y, por lo tanto, podíamos esperar obtener la victoria sobre los temores y toda discordia.
Cuando nos sentimos liberados en gran manera del temor, mi esposo y yo salimos a caminar, sintiendo gran gozo por todo lo que habíamos aprendido acerca de la relación que el hombre tiene con Dios. Nos sentíamos en paz, con esperanza. Poco después, comenzaron los dolores de parto, y volvimos rápidamente al hospital.
Nos recibieron algunas enfermeras y el mismo médico, quien predijo que los dolores de parto iban a durar más de lo normal. Negamos en silencio esta predicción sobre la base de que las ideas espirituales se mueven de acuerdo con Dios, y, por consiguiente, no podía haber fricción alguna entre el bebé y yo. Este pensamiento abrió la puerta, por decirlo así, y al cabo de veinte minutos, nació nuestra hija. El nacimiento fue normal y armonioso; y el doctor estaba asombrado del excelente estado en que nos encontrábamos el bebé y yo. Ambas, sea dicho de paso, desde entonces hemos permanecido en excelente salud.
Estoy muy agradecida por saber que podemos escoger. No tenemos que aceptar las predicciones de la mentalidad material o de la materia. Nos podemos elevar sobre ellas como los hijos perfectos y eternos de Dios. Estoy agradecida a Dios por Cristo Jesús y por su fiel seguidora, la Sra. Eddy. Las palabras de por sí no pueden expresar la gratitud que siento por la comprensión siempre creciente de la verdad.
South Lake Tahoe, California, E.U.A.
Verifico lo que mi esposa, Cindy, ha compartido sobre el nacimiento de nuestra segunda hija. Los acontecimientos ocurrieron exactamente como ella los ha descrito. Esta experiencia fue una nueva evidencia de que el hombre está realmente gobernado por el Cristo, la Verdad, como la idea o reflejo del Espíritu infinito, Dios.
