En 1979, nos mudamos a una nueva casa. Varios meses después, mi esposa me rogó que orara por nuestro hogar. Ella se había enterado de que nuestro estilo de vida y el trabajo realizado para adaptar nuestra casa a las necesidades de nuestra familia habían llamado la atención de un grupo de ladrones, quienes verbalmente amenazaron robarnos.
Por ese tiempo había un ambiente de tensión e inseguridad en nuestra ciudad, y, particularmente, en nuestro nuevo vecindario. Pandillas organizadas frecuentemente robaban casas, y, algunas veces, los residentes eran asesinados. Aquellos encargados de mantener el orden público también sufrían de temor, que tomó la forma de resistirse a tomar acción.
Sentimos que nuestro hogar estaba seguro debido a nuestras oraciones. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy leemos: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios — una comprensión espiritual de El, un amor desinteresado” (pág. 1).
La amenaza de robo fue hecha por segunda vez, y fue anulada otra vez por nuestras oraciones. Sin embargo, cuando fuimos amenazados de robo por tercera vez, me di cuenta de que estaba orando como el fariseo que daba diezmos y ayunaba, y luego daba gracias de que él no era “como los otros hombres” (ver Lucas 18:11). Reconocí que estaba contento de que yo no era como los otros, como aquellos que eran víctimas de robos o cosas peores. La parábola del fariseo y el publicano tuvo mucho significado para mí. En la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), no trazamos las soluciones en nuestras oraciones. Por el contrario, oramos de que se haga la voluntad de Dios, sabiendo que Su voluntad es siempre buena. Ciertamente no estaba de acuerdo con Su voluntad de que hubiera inseguridad en nuestro vecindario, o en la ciudad.
Recordé las palabras de Cristo Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa” (Mateo 5:14, 15). Después de reflexionar sobre esos versículos de la Biblia, vi la tercera amenaza de robo como una oportunidad para que yo pusiera en práctica mi comprensión de la verdad espiritual. De esta forma, yo podía ayudar a toda la comunidad, que estaba ansiosa de paz.
Siguiendo este modo de reflexionar, pensé en el verdadero hombre, quien es creado a la imagen de Dios. En su respuesta a la pregunta: “¿Qué es el hombre?”, la Sra. Eddy declara que el hombre es “... lo que no tiene ni una sola cualidad que no se derive de la Deidad; lo que no posee, de sí mismo, ni vida ni inteligencia ni poder creativo, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a su Hacedor” (Ciencia y Salud, pág. 475). Percibí que el robo, el vandalismo, la envidia y otros errores, no tienen origen en Dios, y que el hombre de Dios es incapaz de cometer tales hechos. Es imposible que alguien esté excluido de la omnipresencia y bondad de Dios. Todos son amados por Dios, porque “en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28).
Al razonar de esta manera por medio de la oración, descubrí una base firme para amar la verdadera naturaleza de quienes se habían unido a las pandillas de malhechores, o sea, reconocí y acepté que todos somos hijos de Dios. De manera que yo podía expresar mi amor por ellos, dándome cuenta de que, en verdad, todos tienen la infinita capacidad de expresar las cualidades de Dios.
Otro aspecto de mi trabajo de oración fue dirigido al reconocimiento de que el hombre es gobernado por su creador. Esto refutó el argumento de que aquellos en mi vecindario y en la ciudad eran gobernados por el temor, y que pasivamente estaban observando hechos que la ley moral condena. Afirmé que la ley moral y espiritual es superior a cualquier pretensión del mal, incluso el terrorismo.
Después de haber orado en esta forma, me sentí rodeado de un ambiente de profunda paz. Yo estaba sano. Durante aquella misma semana, las autoridades locales tomaron los pasos prácticos para refrenar el problema. Los miembros de la comunidad también adoptaron una actitud positiva y efectiva. En poco tiempo el ambiente de inseguridad había dado lugar a un sentido de paz. Y no se oyeron más en nuestra zona noticias de robos.
Las palabras no pueden expresar el regocijo que siento por ser un estudiante de Ciencia Cristiana.
Kinshasa, República de Zaire
