En 1979, nos mudamos a una nueva casa. Varios meses después, mi esposa me rogó que orara por nuestro hogar. Ella se había enterado de que nuestro estilo de vida y el trabajo realizado para adaptar nuestra casa a las necesidades de nuestra familia habían llamado la atención de un grupo de ladrones, quienes verbalmente amenazaron robarnos.
Por ese tiempo había un ambiente de tensión e inseguridad en nuestra ciudad, y, particularmente, en nuestro nuevo vecindario. Pandillas organizadas frecuentemente robaban casas, y, algunas veces, los residentes eran asesinados. Aquellos encargados de mantener el orden público también sufrían de temor, que tomó la forma de resistirse a tomar acción.
Sentimos que nuestro hogar estaba seguro debido a nuestras oraciones. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy leemos: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios — una comprensión espiritual de El, un amor desinteresado” (pág. 1).
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