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Curación mediante la ley divina

Del número de noviembre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Escenario: Un agente de policía uniformado viene a la puerta de su domicilio. Dice que tiene órdenes para arrestarlo en relación con un crimen cometido en su vecindario la noche anterior. Los vecinos creen que lo vieron a usted huir del edificio. El agente de policía indica que es posible que lo acusen de asalto armado.

“Esto es absurdo”, le dice usted. “Soy inocente y puedo probarlo”. Usted tiene testigos en quienes puede confiar para probar dónde estuvo la noche anterior, una prueba indiscutible de que no ha infringido la ley, que no ha cometido ningún delito. No tiene usted la menor duda de que esto sencillamente es una equivocación, y que la verdad, la ley y toda evidencia están de su lado. Pronto se comprueba que esto es la verdad y, en consecuencia, usted es puesto en libertad y exento de toda sospecha y acusación.

Tratando de imaginarse a sí mismo en tal circunstancia, ilustraría un punto obvio. Usted no soportaría una acusación falsa. En vez de quedarse sentado sin hacer nada o entristecerse, se levantaría y daría pasos enérgicos para probar su inocencia. Cualquier persona inocente daría pasos sabios y enérgicos para proteger su libertad personal de esa manera.

No obstante, en caso de enfrentar alguna enfermedad, la gente está mucho más inclinada a resignarse a “cumplir una condena” por aparentemente haber infringido alguna llamada ley fisiológica o hereditaria. Pero, ¿es eso realmente justo? ¿Dónde está la justicia? En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), hace una declaración que nos induce a pensar: “El hombre moral no tiene temor de que cometerá un asesinato, y debiera estar igualmente libre de temor en cuanto a la enfermedad”.Ciencia y Salud, pág. 406.

La razón por la cual podemos estar libres de temor en cuanto a presuntas afirmaciones de enfermedad, es que Dios no hizo enfermedad alguna, y tampoco está en conformidad con Su ley. La Biblia es el libro de la ley divina. La ley de Dios invalida toda ley que pretende ser ley; invalida y cancela “leyes” injustas de herencia o enfermedad. Cualquier ley que quisiera dictar la necesidad o lo inevitable del sufrimiento humano (cualquiera, es decir, excepto la ley de que el pecado trae su propio castigo) es invalidada por la ley de Dios.

Las Escrituras claramente revelan que la naturaleza de Dios es omnipotente, que es el bien omnipresente, Amor universal, incapaz de crear o permitir el mal o la enfermedad. “Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos”. El Salmista tenía muchos discernimientos en cuanto a la naturaleza verdadera de las leyes o estatutos de Dios, y los compartió. También dijo de Dios: “Tu justicia es justicia eterna, y tu ley la verdad”. Salmo 119:68, 142.

Es posible que veamos a nuestro derredor, en nuestra propia vida y en las vidas de otros, incidentes que parten el corazón, “sentencias injustas”, sufrimiento que no parece justo o razonable de ninguna manera. Todo dentro de nosotros puede que nos diga que la víctima es inocente. Por mucho que busquemos una explicación racional, no nos dará paz o un sentido de justicia.

Cuando el corazón se rebela contra el sufrimiento que no tiene razón de ser, nuestro innato sentido espiritual exige que el bien y la justicia se reconozcan como lo correcto. Al ser educados mediante la verdad sanadora de la Biblia y enseñados a practicar la ley espiritual, nuestra comprensión espiritual de justicia predomina, en la forma de una restauración de los derechos del individuo conferidos por Dios, incluso la curación de la enfermedad corporal.

Muchos que valoran las Escrituras aceptan el poder de Dios para convertir a las personas o salvarlas del pecado y sus terribles efectos. Esta salvación del pecado es una doctrina ampliamente aceptada. Pero, ¿qué decir de la total y completa gracia salvadora de Dios en cuanto a su poder para liberarnos de la enfermedad? Esos son aspectos realmente unidos de la misma ley de salvación. El ministerio de Cristo Jesús muestra la extensión completa de la salvación de Dios. Así como rescató a los individuos de los problemas morales de robo, adulterio y violencia, así también sanó a la gente de la lepra, la ceguera, sordera, parálisis, fiebres, deformidad, locura, ataques de epilepsia, y otras dificultades. Enseñó a sus seguidores a sanar, y el libro de los Hechos registra la oleada de curaciones sorprendentes por las cuales creció la Iglesia primitiva.

La herencia del cristianismo, la curación mediante la ley espiritual, continúa hoy en día, y la Ciencia Cristiana pone esta herencia a disposición de toda persona sincera que quiera comprender y practicar esta ley.

La Ciencia Cristiana nos alienta a cuestionar la legitimidad de lo que parece ser una “ley” física. Ciencia y Salud pregunta: “¿Hemos de creer que el hombre se enferma y se pone inútil, sufre y muere, todo en conformidad con las leyes de Dios, sólo porque sistemas humanamente concebidos sostienen eso? ¿Hemos de creer a una autoridad que niega el mandamiento espiritual de Dios respecto a la perfección — una autoridad que Jesús probó que era falsa? El hizo la voluntad del Padre. Sanó las enfermedades, desafiando lo que se llama ley material, pero de acuerdo con la ley de Dios, la ley de la Mente”.Ciencia y Salud, pág. 168.

La práctica de la Ciencia Cristiana, o la Ciencia del cristianismo, es la práctica de la ley espiritual. Cuando aplicamos la ley de Dios, la ley de la Mente divina perfecta, la ley del Amor divino — a nuestro caso o al caso de otro — estamos actuando, en cierto sentido, como actuaría un abogado en defensa de un cliente inocente. Presentamos los hechos espirituales. Hacemos constar la identidad del hombre como el hijo perfecto de Dios, gobernado sólo por la justicia y la misericordia, que son las leyes indiscutibles de Dios. Probamos que las acusaciones injustas contra el hombre no tienen ni jurisdicción ni poder verdaderos.

Ciencia y Salud muestra cómo hacer esto eficazmente. En el capítulo “La práctica de la Ciencia Cristiana” hay un juicio alegórico de un hombre que es acusado de haber cometido el delito de padecer del hígado. Con discernimiento, sentido de humor y poderosa perfección, la Sra. Eddy explica cómo la ley de Dios libera a este hombre y lo sana de los síntomas que parecían funestos.

Bajo la luz de este ejemplo, cualquiera que esté sufriendo de la injusticia de la enfermedad podría ser alentado a rebelarse contra la acusación de que ha cometido el delito de enfermedad y quebrantado las leyes de salud. El estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud, fortalece nuestra natural e intuitiva comprensión espiritual. La comprensión que obtenemos nos muestra que la verdad, dentro de nuestra consciencia, es más fuerte que cualquier temor o creencia de que la materia pueda tener algún poder sobre Dios, el Amor divino, o sobre el amado hijo del Amor. El libro de texto de la Ciencia Cristiana nos lo explica de esta manera: “Desterremos la enfermedad como a un proscrito y acatemos la regla de la armonía perpetua — la ley de Dios. El hombre tiene el derecho moral de anular una sentencia injusta, sentencia jamás impuesta por autoridad divina”.Ibid., pág. 381.

A medida que aprendemos más acerca de las leyes de Dios y las ponemos en práctica más plenamente, puntos de vista y hábitos pecaminosos desaparecen de nuestra vida. Nuestro derecho moral es cada vez más obvio e innegable.

La ley universal y omnipotente de Dios se hace cumplir por sí misma. Jamás ha habido un momento, ni jamás lo habrá, en que la ley de Dios no esté en pleno vigor. La ley perfecta de la Vida, la Verdad y el Amor nos da autoridad. Nos mantiene libres.

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