La característica de la Sra. Eddy por la cual era tan querida por el personal que trabajaba en su casa, era el gran sentido maternal que ella expresaba. Nunca nos sentimos que debíamos expresar reverencia ante su presencia, nunca se nos permitía, ni por un minuto, que fijáramos nuestra atención en su personalidad. Comprendíamos que eso constituiría un obstáculo para ella. Sus instrucciones tenían máxima importancia para nosotros, tanta que podíamos estar en la casa durante semanas y no pensar en su personalidad. Atendíamos a sus deseos y necesidades, pero teníamos en mente lo que ella nos había dado para que lo demostráramos. Desde la mañana hasta la noche nos ocupábamos en poner en práctica las instrucciones que nos daba referente a las labores inmediatas, y tratábamos de demostrar la verdad de la Ciencia Cristiana.
Se suponía que el personal no hablara o cambiara ideas sobre Ciencia Cristiana ni en la mesa, ni unos con otros. Se esperaba que viviéramos la Ciencia Cristiana, que la demostráramos, en lugar de meramente hablar de la letra. Este era un lugar en el mundo donde no se oía la charla acerca de la Ciencia Cristiana.
La Sra. Eddy se mudó a Chestnut Hill el 26 de enero de 1908, y dos semanas más tarde, en la mañana del lunes 10 de febrero de 1908, entré a formar parte de su personal.
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