Cuando el Apóstol Pablo escribió sobre la oración, sus palabras debieron de haber conmovido a los primeros cristianos, así como han desafiado a los lectores del Nuevo Testamento desde entonces. “Estad siempre gozosos”, escribió él. “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. 1 Tesal. 5:16–18.
La oración “sin cesar” es algo que exige mucho. Para los primeros seguidores de Jesús, las palabras de Pablo la hicieron imperativa. Sin embargo, hoy en día, algunos podrían pensar que esto no es más que una noción anticuada, apropiada quizás sólo para un estilo de vida de una sociedad que avanza a paso mucho más lento. Mas para un mundo en continua actividad, en donde parece que la gente casi no tiene un momento disponible, ¿puede tal oración tener un papel importante todavía? ¿Es razonable esperar una oración incesante? ¿Es esto posible?
Sí, es posible. Además, es verdaderamente razonable pedir a los cristianos del siglo veinte que acepten las mismas exigencias básicas que aquellas impuestas a los seguidores de Jesús en el primer siglo. Y, es importante. De hecho, la oración incesante es esencial para la salud, la paz y la salvación de la humanidad. Así lo atestigua un himno favorito:
De los cristianos, la oración
aliento es vital; y de la muerte es salvación,
del cielo abre el portal.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 284.
Los estudiantes de Ciencia Cristiana aprenden a apreciar el valor espiritual de dedicar diariamente tiempo especial a la comunión con Dios, y al estudio continuo de la Biblia y de Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana escrito por la Sra. Eddy. Esos momentos de quietud dedicados al estudio de la Biblia y a la oración nutren al estudiante, y son prueba de nuestro genuino amor por Dios, el bien omnipotente. Aun en medio del ajetreo de la vida contemporánea, se pueden encontrar momentos de quietud para la oración; ya sea en la mañana temprano o en la noche antes de acostarse, quizás al mediodía durante la hora del almuerzo, o cuando tengamos un momento en nuestras actividades diarias.
A pesar de esto, ¿podría parecer que hay largos ratos en el día en los que no oramos? Puede ser beneficioso reconocer que los efectos de nuestra oración están con nosotros durante todo nuestro día. Las verdades de la realidad divina logradas durante los momentos de quietud, no cuentan solamente en esos momentos en que estamos “reconociendo” las verdades en alguna oración específica. Una vez comprendida, la verdad espiritual es siempre nuestra.
Nuestros momentos de quietud son como momentos en un oasis, donde podemos obtener renovación de lo profundo de los pozos de la inspiración espiritual y continuar en nuestra jornada frescos, y mejor preparados para enfrentar lo que encontremos en nuestro camino. Y, si aún surgiera alguna emergencia, la oración está a nuestro alcance para demostrarnos el amor sanador y redentor de Dios. Podemos orar en cualquier momento y en cualquier lugar.
No obstante, para poder lograr la meta de la oración de Pablo, que es realmente orar sin cesar, necesitamos agregar a nuestros momentos de quietud la continua devoción de una vida consagrada al bien divino. Entonces debe ser nuestra vida individual la que, finalmente, se convierta en nuestra oración, porque ésta es la esencia de la comunión constante con el Padre, testificar fielmente Su verdad y glorificar Su nombre.
A medida que pasan nuestros días y nuestras semanas, la manera en que expresamos nuestro amor por la vida, por nuestro planeta y por nuestro prójimo, puede reflejar nuestro amor por Dios. Esto es oración. Sentir una quietud interior en nuestros corazones cuando la tensión de las circunstancias acarrean confusión y trastorno, es también oración.
Humildad donde el “ego” se vanagloria de su propio éxito y prestigio. Perdón donde la justificación propia parece justa. Estas son oraciones. Integridad donde parece que escatimar algo trae más ganancias. Pureza y disciplina donde la sensualidad quisiera inducir a la infidelidad. Generosidad donde el egoísmo parece necesario para proteger intereses personales. Cada cualidad moral y espiritual evidenciada en nuestra vida es oración. Orar sin cesar es reflejar tales cualidades sin ceder a nada que se oponga a Dios y Su ley de armonía universal.
Sin embargo, si nos descuidamos en algún momento durante nuestro día y accedemos a la sugestión de la mente carnal de expresar algo que no sea un elevado concepto de conducta cristiana y un pensamiento espiritualizado, podemos, de inmediato, despertar del engaño. La única necesidad es reflejar a Dios; ser testigo de Su ley, la cual gobierna y dirige toda la creación en perfecta armonía; y alabar a Dios siendo — tan fielmente como podamos — lo que Su hombre verdaderamente es: la imagen y semejanza del Amor, del Espíritu y de la Mente divinos.
En una de sus cartas publicadas, la Sra. Eddy escribió un párrafo que incluye las palabras de Pablo sobre la oración sin cesar. Y como Pablo, la Sra. Eddy ha dejado estipulaciones para quienes sean seguidores de Jesús hoy en día. Lo que la Sra. Eddy escribe aquí dice mucho sobre los requisitos para vivir verdaderamente una vida de oración. Ella escribe: “Honrad a vuestro Padre y Madre, Dios. Permaneced en Su amor. Dad fruto —‘las señales que siguen’ — para que vuestras oraciones no sean estorbadas. Orad sin cesar. Vigilad diligentemente; jamás abandonéis el puesto de vigilancia espiritual y autocrítica. Esforzaos por la abnegación, justicia, humildad, misericordia, pureza y amor. Dejad que vuestra luz refleje Luz. No tengáis otra ambición, otro afecto, ni propósito, que no sea la santidad. No olvidéis ni por un momento, que Dios es Todo-en-todo — por tanto, no existe, en realidad sino una sola causa y un solo efecto”.Escritos Misceláneos, págs. 154–155.
Nuestra vida es una oración. Cuanto más firmemente vivamos de acuerdo con la ley de Dios, más firme será nuestra oración. Este precepto “orar sin cesar” no está fuera de nuestro alcance. Es algo que podemos hacer. No más adelante, sino ahora, entramos al reino de los cielos, la armonía absoluta del gobierno de Dios mediante una vida de oración. Y esto es verdaderamente motivo de regocijo y sincera gratitud.
