Cuando el Apóstol Pablo escribió sobre la oración, sus palabras debieron de haber conmovido a los primeros cristianos, así como han desafiado a los lectores del Nuevo Testamento desde entonces. “Estad siempre gozosos”, escribió él. “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. 1 Tesal. 5:16–18.
La oración “sin cesar” es algo que exige mucho. Para los primeros seguidores de Jesús, las palabras de Pablo la hicieron imperativa. Sin embargo, hoy en día, algunos podrían pensar que esto no es más que una noción anticuada, apropiada quizás sólo para un estilo de vida de una sociedad que avanza a paso mucho más lento. Mas para un mundo en continua actividad, en donde parece que la gente casi no tiene un momento disponible, ¿puede tal oración tener un papel importante todavía? ¿Es razonable esperar una oración incesante? ¿Es esto posible?
Sí, es posible. Además, es verdaderamente razonable pedir a los cristianos del siglo veinte que acepten las mismas exigencias básicas que aquellas impuestas a los seguidores de Jesús en el primer siglo. Y, es importante. De hecho, la oración incesante es esencial para la salud, la paz y la salvación de la humanidad. Así lo atestigua un himno favorito:
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