Estamos constantemente bombardeados por los relatos que nos presentan la prensa y la televisión sobre personas, grupos de personas y, a veces, de países enteros, como carentes en gran manera de lo que es esencial para la vida humana. Es fácil aceptar la creencia de que el bien es limitado y que está sólo al alcance de algunos.
Sobre el mismo tema, a veces he oído preguntar a estudiantes del la Ciencia Cristiana: “¿Cómo se las arregla la gente que no conoce la Ciencia Cristiana?” En otras palabras: ¿Cómo hace para seguir adelante el que no tiene la seguridad que da la Ciencia Cristiana en el cuidado de Dios? Probablemente, también yo hubiera hecho esa pregunta. Pero un día me di cuenta de que era una pregunta que necesitaba ser respondida.
Al pensar en la respuesta, comencé razonando que, puesto que Dios, la Mente, ha creado la verdadera identidad de todos — de cada individuo — todos debemos tener acceso a esta Mente como la fuente de las ideas espirituales que satisfacen nuestra necesidad y nos conducen a la solución de nuestros problemas. Pronto me di cuenta de que la comprensión — aun en cierta medida — de que la ayuda de Dios está al alcance de cada uno de nosotros, porque todos somos Sus hijos, tiene muchas recompensas.
Un día vino una vecina a visitarme. Tenía serios problemas y estaba bajo tratamiento de un siquiatra y un médico. Hice lo que pude para consolarla y asegurarle que todo iba a estar bien. Cuando ya se iba, le ofrecí literatura de la Ciencia Cristiana. Como no demostró interés en la literatura, me sentí un poco frustrada en mi intento de ayudarla.
Sabía que podía orar para eliminar de mi pensamiento la desazón que sentía y reconocer que cada uno, incluso mi amiga, está siempre bajo el cuidado de Dios. Pero en ese momento no logré ver cómo eso podía ayudarla. Ella parecía estar bastante alejada del tipo de ayuda que — yo estaba convencida — resolvería su problema. Sentí que la Ciencia Cristiana podía sanarla, y me sentí obligada a tratar una vez más de transmitirle ese mensaje.
Sin embargo, antes de dar ese paso necesitaba dejar de sentirme personalmente responsable por su bienestar. El reconocimiento de que Dios gobierna en todo momento y en toda situación, me liberó de ese falso sentido de obligación. También desperté a la necesidad de comprender más a fondo la magnitud del amor de Dios. Al orar para ver más claro que Dios ama y cuida a todos Sus hijos, comencé a darme cuenta de que Dios ya estaba ayudando a mi amiga. Dios está en todas partes y es la única Mente. Cuando recurrimos humildemente a Dios hallamos, como se promete en Jeremías: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. Jer. 29:13. Tal vez no sepamos exactamente en qué forma se va a manifestar la ayuda de Dios; pero satisfará nuestra necesidad individual de manera única.
Este atisbo de la inseparabilidad del hombre con Dios y de Su amor que está siempre a nuestro alcance, cualquiera que sea la situación humana, fue la respuesta que necesitaba, y me dio paz. Tiempo después de esto nos mudamos, pero mi amiga encontró las respuestas que necesitaba, y la última vez que hablé con ella estaba en franca recuperación. Me dijo que empezó a superar sus propios problemas al ayudar a otros más necesitados. Esto me recordó la declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Estando el hombre real unido a su Hacedor por medio de la Ciencia, los mortales sólo tienen que apartarse del pecado y perder de vista la entidad mortal, para encontrar al Cristo, al hombre verdadero y su relación con Dios, y para reconocer la filiación divina”.Ciencia y Salud, pág. 316.
La experiencia que tuve con mi amiga me dio una confianza alentadora y práctica de que el Amor divino está al alcance de todos, cualquiera que sea la edad, el sexo, la raza, las ideas políticas, la religión o las circunstancias. Como declara Pablo: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Gál. 3:28. Me di cuenta de que necesitaba dejar de imaginar cómo verían los demás el cuidado de Dios en su vida. Cada uno, al ser en realidad hijo de Dios, tiene acceso directo a la Verdad, es capaz de sentir en cierta medida el poder del Cristo.
Al ver que el Cristo está siempre a nuestro alcance en forma ilimitada, comencé a captar con más claridad el significado de la naturaleza ilimitada del amor omnipotente y siempre presente de Dios. Recordé que mi abuela me contó cómo el Cristo sanador le había sido revelado una noche en que sus hijos estaban muy enfermos. No se podía conseguir ningún médico en ese lugar tan remoto donde estaban. Cuando la situación empeoró, buscó la ayuda de Dios en oración. Al poner a los niños al cuidado de Dios, pudo liberarse de la preocupación que tenía por ellos y sintió una gran paz. En ese mismo momento tuvo el convencimiento de que todo estaba bien; y lo estaba. Poco después, conoció la Ciencia Cristiana, y se dio cuenta de que esa noche había sido tocada por el Cristo, la Verdad. Estaba agradecida de tener el libro de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud, para usar con la Biblia, para poder estudiar y comprender más a fondo la verdad sanadora que estos libros explican.
La unidad de la Mente abarca todo el universo. Nadie puede estar jamás fuera del cuidado de Dios. Nadie puede estar privado de la ayuda de Dios a causa de temor, ignorancia, barreras de idiomas, prejuicios, falsos conceptos o cualquier otra situación. Estos estados tal vez parezcan nublar el camino, pero la luz solar de la Verdad siempre está presente. Cuando persistimos en buscar la Verdad, las nubes del error y la duda se disipan. El temor no puede existir en la totalidad del Amor; no hay ignorancia en la Mente divina. El lenguaje jamás es un obstáculo para Dios, quien habla a cada uno de nosotros de la manera en que lo comprendamos mejor. El prejuicio y los falsos conceptos acerca de Dios y de Sus leyes científicas del ser son corregidos y eliminados por el poder de la Verdad divina.
Aunque debemos persistir en nuestro sincero esfuerzo por encontrarlo a El, Dios, el Amor divino, está siempre cuidando de Sus hijos. Cuando una persona recurre a Dios por cualquier razón — ya sea para obtener ayuda en momentos de necesidad o, simplemente, a causa del profundo deseo de conocer mejor a Dios — siempre se tiene la seguridad que Cristo Jesús ha dado de que Dios nos responderá. “Pedid”, dijo, “y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Mateo 7:7, 8.