Cuando yo estaba en la escuela secundaria, el grupo coral con el que yo cantaba fue invitado a Rumania y a otros países de Europa Oriental, en una gira de amistad. Durante la gira, ocurrieron un número de dificultades: problemas con el transporte, desavenencias con mi compañera de cuarto, y otras cosas. Pero, en lugar de sanar las dificultades por medio de la oración, me dejé “llevar por la corriente popular del pensamiento mortal”. (Estas palabras son de un párrafo de Escritos Misceláneos por Mary Baker Eddy [pág. 228]: “Dejándonos llevar por la corriente popular del pensamiento mortal, sin poner en duda la autenticidad de sus conclusiones, hacemos lo que otros hacen, creemos lo que otros creen, y decimos lo que otros dicen”.)
Cerca del final de la gira, me sentí bastante enferma. De acuerdo con nuestro itinerario, teníamos que volar ese día pro avión para Checoslovaquia, y como no quería quedarme atrás, me volví de todo corazón a Dios en oración. Me sentí tan mejorada que pude acompañar al grupo en el vuelo.
Sin embargo, cuando llegamos a Checoslovaquia, inmediatamente los funcionarios de inmigración notaron que algunos de nosotros estábamos enfermos. (Nos dijeron más tarde que la condición era gripe intestinal.) Como los funcionarios no pudieron diagnosticar el problema en ese momento y temían que pudiera ser una enfermedad contagiosa, nos retuvieron. Mientras esperábamos, leí un ejemplar del The Christian Science Journal que llevaba conmigo, y comencé a obtener inspiración y valor de los artículos y testimonios de curaciones.
Uno de los acompañantes del grupo me informó que los funcionarios nos iban a tomar la temperatura a cada uno, y que cualquiera que tuviera una temperatura anormal lo pondrían en cuarentena. Al escuchar esto, me alarmé mucho, y sentí tanto temor que inmediatamente comencé a vomitar. Enseguida me pusieron en cuarentena.
Entonces las autoridades del hospital me pusieron en la sección de cuarentena para ser transferida al hospital. Yo anhelaba tener mis ejemplares de la Biblia, y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, que estaban en mi equipaje. Justamente cuando me llevaban hacia la ambulancia, una compañera Científica Cristiana consiguió darme sus libros.
A los amigos que también iban a poner en cuarentena y a mí nos llevaron a un hospital, y nos dejaron en un pequeño y oscuro corredor, mientras los funcionarios del hospital trataban de encontrar a alguien que hablara inglés. Yo no podía parar de vomitar, y parecía estar próxima a perder el conocimiento. Finalmente, tomé el ejemplar de Ciencia y Salud en las manos y dije: “Bueno, Dios, dime lo que necesito saber”. Abrí el libro en la página 393, y fue como si esta frase se hubiera iluminado: “Sed firmes en vuestra comprensión de que la Mente divina gobierna y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios”.
Las primeras cinco palabras me impresionaron. Vi que debía mantenerme firme en mi comprensión de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) y confiar en Dios para sanarme. Yo había aprendido mucho en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y había tenido y visto muchas curaciones. Ahora yo tenía que decidirme por la totalidad de Dios y la consiguiente nada de la materia. Desde ese momento, supe que sanaría.
Fui examinada por una doctora checoslovaca, quien me dijo que, debido a los constantes vómitos, el corazón me estaba funcionando mal. Insistió en que se me diera tratamiento inmediatamente. Yo le expliqué que prefería confiar en Dios para la curación y que no deseaba tratamiento médico. La doctora estaba bastante preocupada, y me aseguró que sin tratamiento me moriría en una hora. Le di las gracias por su preocupación, pero me mantuve firme.
Entonces me llevaron a un cuarto y me dejaron sola. Me sentí muy en calma, aunque tenía dificultad en mantenerme consciente. La posible pérdida del conocimiento me preocupaba, porque si yo perdía el conocimiento la decisión sobre mi cuidado recaía en el director del grupo coral, el que escogería el tratamiento que él y los médicos estimaran que era el mejor.
Razoné que hay una sola consciencia infinita y siempre presente: la Mente divina, Dios. Dios siempre está consciente de su idea, el hombre, y el hombre siempre está consciente de Dios. El hombre nunca está fuera de la consciencia de Dios. Instantáneamente toda confusión desapareció, y me sentí completamente alerta.
Ahora yo sabía que debía refutar específicamente las pretensiones de discordia que había experimentado en este viaje. Leí de nuevo la declaración de Ciencia y Salud que cité antes, tratando de comprender que “en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios”.
Percibí como nunca antes la completa e inequívoca naturaleza del gobierno de Dios. Vi que como este gobierno opera como ley, había una armoniosa resolución para todas las dificultades, incluso el malentendido entre compañeras de cuarto, problemas de transporte, conflictos entre estudiantes y los acompañantes, y entre ideologías políticas contrarias. Podía poner mi confianza en el Principio omnipresente, Dios, quien guía y gobierna a cada una de Sus ideas.
Esta declaración de Ciencia y Salud me vino al pensamiento: “Las relaciones entre Dios y el hombre, el Principio divino y la idea divina, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no conoce ningún alejamiento de la armonía ni retorno a ella, sino mantiene el orden divino o ley espiritual, en que Dios y todo lo que es creado por El son perfectos y eternos, y ha permanecido inalterado en su historia eterna” (págs. 470–471). ¡Qué consolador fue saber que en ningún momento estuve fuera del cuidado de Dios!
Después de haber pasado cerca de una hora en oración, vino una enfermera y me tomó el pulso. Su cara se iluminó. Apresuradamente salió del cuarto y volvió con tres médicos, incluso el que me había examinado antes. Me tomaron la presión arterial y la temperatura y, para sorpresa de ellos, las encontraron normal. Yo había sanado completamente.
La mejor comprensión del gobierno omnímodo de Dios que yo obtuve por medio de esta curación, me capacitó para encarar los desafíos que encontré durante el resto de la gira. Por ejemplo, a mis amigos y a mí nos informaron que nos mantendrían en cuarentena por dos semanas o más. Al oír esto, todo el grupo sintió pánico. Otra vez, estas palabras de Ciencia y Salud vinieron a mi pensamiento: “Sed firmes en vuestra comprensión de que la Mente divina gobierna...”; reconocí que Dios estaba gobernando y que su poder era supremo. Yo sabía que cada uno de nosotros estaría en su justo lugar. Poco después, a pesar del hecho de que algunas de las personas en cuarentena aún estaban enfermas, nos dijeron que podíamos salir al día siguiente con el resto del grupo.
Cuando llegamos al aeropuerto, allí estaba mi compañera de cuarto con una sonrisa, un abrazo y ropa limpia, todo para mí. La discordia se había desvanecido; era como si nuestros previos conflictos jamás hubieran tenido lugar. Varios momentos después, nos informaron que nuestro avión se había descompuesto, y que el vuelo había sido demorado indefinidamente. Las mismas viejas contrariedades se presentaron; pero, en lugar de aceptar las contrariedades, yo oré. En dos horas, estábamos en camino de regreso a casa.
Estoy muy agradecida de pertenecer a una Iglesia fundada en las palabras y obras de Cristo Jesús, ¡una iglesia que cura! Sé que he sido inmensurablemente bendecida por las actividades provistas en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, tales como la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, los cultos religiosos y la instrucción en clase en esta Ciencia. Estas actividades claramente proveen los medios para el continuo crecimiento espiritual.
Hingham, Massachusetts, E.U.A.