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El poder espiritual de un “¡no!” positivo

Del número de marzo de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“¡No, esto no puede ser!”, exclama el ama de casa cuando descubre que su horno de microondas había cocinado la comida demasiado y la cena se quemó. La misma exclamación podría describir la primera reacción que alguien tendría cuando se halla ante circunstancias más serias, quizás, un acontecimiento que parezca más abrumador.

Una reacción tan natural ilustra uno de los anhelos de la mente humana: el resistirse a aceptar una pérdida, un accidente o los síntomas de una enfermedad. Pero la mente humana, por sí misma, es incapaz de destruir verdaderamente lo que teme o lo que le disgusta. Puede que grite “no”, pero a un nivel más esencial está diciendo “sí”.

Sin embargo, una declaración como “no, no aceptaré esto”, puede transformar por completo un incidente tal como una enfermedad, temor o pena, si está dentro de un contexto correcto y si está espiritualmente inspirada. En otras palabras, una negación puede tener un contexto tan positivo que literalmente invierta lo que aparenta ser irreversible.

¿Cuál es este contexto necesario? Tiene que ver con la convicción que proviene del Cristo; es la certeza absoluta de que Dios es realmente todopoderoso, que El es eternamente omnipotente, omnipresente, omnisciente. Esa certeza tan profundamente arraigada no proviene de la mera lectura de las declaraciones que un libro contenga. Nos llega a medida que crece diariamente en nosotros un amor hacia la totalidad de Dios; nos llega a través de una creciente confianza en Su supremacía, una profunda gratitud por Su bondad. Nuestra seguridad de que Dios y Su creación perfecta son la única realidad, proviene de un constante orar, escuchar y regocijarse.

Este amor y esta confianza, esta gratitud y este escuchar, se originan en la consciencia mediante el Cristo siempre activo. Son la sustancia de una auténtica renovación espiritual. Cuanto más completa es la transformación del pensamiento, tanto más fuerte es nuestra admisión de que Dios y Su creación divina son realmente la verdad del ser.

Cristo Jesús fue verdaderamente el Camino. El nos muestra el Camino. El es nuestro Mostrador del camino. Casi se puede percibir la certeza espiritual que el Maestro debe de haber sentido cuando le dieron la noticia de que la hija de Jairo había muerto: No, esta hija preciosa de Dios no puede morir. No es de extrañarse que la gente se riera de él: la muerte era sumamente evidente para los sentidos materiales. Pero Jesús venció con la Verdad esta evidencia errónea y mortal, con la realidad espiritual de que la Vida no se puede perder. Esta curación surgió de la total convicción que Jesús tenía de que el hombre está bajo el cuidado de Dios. En efecto, él negó específicamente la evidencia de la muerte (“la niña no está muerta, sino duerme” Ver Marcos 5:39.), pero esta declaración fue hecha dentro del contexto de todo lo que la experiencia diaria de Jesús demostraba respecto a la totalidad de Dios, la Vida divina.

Puede que haya momentos en que nos encontremos negando, rechazando y oponiéndonos persistentemente a algún mal. Esto nunca se hace como un esfuerzo de la mente humana para ignorar meramente una situación o para hipnotizarse a sí misma en la creencia de que todo está bien. Nuestra declaración está basada en el poder del Cristo, en un amor creciente hacia Dios, en la certeza de que el mal no puede existir, actuar, ni siquiera insinuarse en la presencia de la bondad infinita de Dios.

Si un Científico Cristiano estuviera luchando con algún problema físico, tal como un dolor, no sería fuera de lo común que negara vigorosamente la creencia de que hay sensación en la materia, a pesar de toda evidencia opuesta. Tal negación es poderosa y está incluida dentro de la naturaleza positiva de la verdad. La Sra. Eddy escribe: “La afirmación física de la enfermedad debiera enfrentarse siempre con la negación mental”. Ciencia y Salud, pág. 392. Y, algunas páginas más adelante, ella explica: “Cualquiera que sea la creencia, si se emplean argumentos para destruirla, la creencia tiene que refutarse y la negación extenderse a la supuesta enfermedad y a cuanto decida su clase y sus síntomas”. Ibid., pág. 418.

Hay muchas oportunidades en que el Cristo nos impulsa, sencilla pero firmemente, a dar prueba de nuestra autoridad mental. Tenemos que decir “¡No!” Cuando se enfrentó a la pregunta sobre si Dios, en Su gran poder, contendería con él, Job contestó con convicción: “No; pero pondría fuerzas en mí”. Job 23:6 (según la versión King James de la Biblia).

Cuando expresemos una negación, procuremos que sea hecha en aquel contexto que esté más de acuerdo con el Cristo y que sea más positivo, estando seguros de la bondad infinita de Dios. Entonces, experimentaremos un efecto sanador.

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