Estaba sentado en mi estudio una tarde cuando nuestra hija, que todavía no va al jardín de infantes, entró. Me sonrió y se sentó en mis piernas. Siempre que ella quiere conversar, nunca sé exactamente qué esperar o qué giro rápido tomará la conversación.
En esta ocasión, su primera pregunta indicó que ella evidentemente había estado considerando algunos temas de bastante importancia. — Papito, ¿cómo puede estar Dios aquí mismo y Africa?
No podría decirse qué inspiró esa pregunta sorprendente, pero traté de responder lo mejor que pude, de una manera que consideré razonable que una niña, que todavía no iba a la escuela, pudiera comprender. — Dios está en todas partes; siempre donde estamos — dije —. El es Espíritu. El es más grande que el mundo.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!