Estaba sentado en mi estudio una tarde cuando nuestra hija, que todavía no va al jardín de infantes, entró. Me sonrió y se sentó en mis piernas. Siempre que ella quiere conversar, nunca sé exactamente qué esperar o qué giro rápido tomará la conversación.
En esta ocasión, su primera pregunta indicó que ella evidentemente había estado considerando algunos temas de bastante importancia. — Papito, ¿cómo puede estar Dios aquí mismo y Africa?
No podría decirse qué inspiró esa pregunta sorprendente, pero traté de responder lo mejor que pude, de una manera que consideré razonable que una niña, que todavía no iba a la escuela, pudiera comprender. — Dios está en todas partes; siempre donde estamos — dije —. El es Espíritu. El es más grande que el mundo.
— Bueno, exactamente, ¿qué tan grande es Dios?— replicó mi hija — .
— El es infinito, — respondí — más grande que todo el universo.
Mi hija me miró, y sus palabras siguientes interrumpieron nuestra conversación repentinamente. — Papito, — dijo — ¡me encantan las toronjas rosadas!
Me dio un abrazo, saltó al suelo y salió corriendo a jugar. Me quedé preguntándome si tal vez había perdido a mi interlocutora cuando llegué a la parte acerca de “todo el universo”. Pero es muy probable que simplemente haya aceptado con infantil confianza lo que yo había dicho. Y, después de todo, sí le encantan las toronjas rosadas.
Más tarde, al pensar nuevamente acerca de la primera pregunta de mi hija, comprendí que realmente representa la clase de asunto fundamental sobre el cual la mayoría de la gente que cree en Dios ha reflexionado de una u otra manera. ¿Cómo puede Dios estar en todas partes? Y, ¿qué decir acerca de los contratiempos, los desafíos y tribulaciones? ¿Dónde está Dios cuando Lo necesitamos? Algunas veces puede parecer que El está muy lejos.
La Ciencia Cristiana responde que Dios es Espíritu infinito y omnipresente. El es la Mente divina que todo lo sabe. El es Amor eterno, el cual no tiene límites, ni limitaciones ni restricciones. Como lo comprendió el Salmista: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?... Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra”. Salmo 139:7, 10.
Dios siempre está presente. Por tanto, El está con nosotros siempre que Lo necesitamos. La respuesta del Amor divino a nuestras necesidades está tan cerca y es tan accesible como nuestras oraciones. No obstante, si no escuchamos la respuesta que siempre viene de la Mente infinita, puede que estemos escuchando lo incorrecto, o, realmente, no escuchando para nada. Algunas veces tenemos nociones tan preconcebidas de cómo algo debe resolverse que cerramos los oídos a la inspiración de la Mente, inspiración que podría guiarnos a una resolución muy diferente. Y si no estamos escuchando la respuesta del Amor, puede que todavía no hayamos aprendido que necesitamos a Dios en todo momento.
Necesitamos a Dios en cada momento de nuestra vida. Lo necesitamos en los buenos tiempos como también en los malos, cuando nos sentimos felices y confiados, como también cuando estamos sufriendo. Lo necesitamos siempre porque sin El no tenemos razón de ser.
Las buenas nuevas que la Ciencia del cristianismo nos revela son que no sólo necesitamos a Dios siempre, sino que tenemos a Dios siempre. Nuestra verdadera identidad, el hombre de la creación de Dios, verdaderamente refleja a Dios eternamente. El hombre es la expresión coexistente de Dios, la idea inmortal de la Mente. No puede haber separación entre la Mente y la idea, el Amor y la expresión, la causa y el efecto.
Estamos tan unidos a Dios por la naturaleza de la expresión y creación divinas que cualquier separación, aun cuando fuera momentánea, significaría el fin del ser. La Vida divina estaría temporariamente sin su manifestación, y no habría vida. El Amor infinito estaría sin expresión, y no habría amor. La Mente omnisciente estaría sin idea, y no habría conocimiento. Estas son contradicciones imposibles en el reino de Dios.
El comprender en la Ciencia Cristiana la relación inquebrantable entre Dios y el hombre — como Espíritu divino y reflejo perfecto — es hallar fortaleza en momentos de prueba, abrigar esperanzas cuando parezca ser la hora más oscura. Es hallar curación. Somos elevados por encima de la fútil suposición de que la vida es sólo un breve lapso de años, complementado dentro de una estructura tambaleante de materia y corporeidad. Aprendemos que la Vida es Dios, ilimitable, y que el ser del hombre jamás ha estado en la materia, en lo físico. El hombre jamás es separado de la fuente de la cual proviene y a la que pertenece, pues esa fuente es el Espíritu siempre presente.
Cristo Jesús demostró, en sus obras sanadoras y salvadoras, que el poder de Dios no puede estar distante, sino que es inmediato y enteramente eficaz. Cuando él fue llevado a la tumba de su amigo Lázaro, Jesús estaba listo para demostrar que la muerte es una mentira. Allí mismo donde parecía que había muerto un hombre bueno, en realidad sólo había Vida divina y su expresión eterna. Dios no estaba lejos o ausente. Jesús sintió la presencia de Dios y reconoció la proximidad de la respuesta divina en momentos de necesidad cuando agradecidamente afirmó: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes”. Juan 11:41, 42. Entonces la prueba se vio. Lázaro salió de la tumba.
En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “El Principio-Dios es omnipresente y omnipotente. Dios está en todas partes, y nada fuera de El está presente ni tiene poder”. Ciencia y Salud, pág. 473. Como Jesús lo demostró en su obra sanadora y en su propia resurrección y ascensión, son los supuestos contrarios de Dios — el mal, la enfermedad y la muerte — los que no están presentes, en realidad, no están en ninguna parte y no tienen poder. Todo es Dios y Su reflejo eterno y espiritual.
Dios, Espíritu, no mora en la nada llamada materia, pues El es, de hecho, la única presencia. A medida que comprendemos y afirmamos esa gran verdad espiritual, descubrimos dónde realmente está Dios cuando Lo necesitamos. El está aquí, ahora, porque Dios es omnímodo. El es todo para nosotros: toda Verdad, todo Vida, todo Amor. Y, ¿qué más podemos necesitar?