Quisiera relatar una experiencia que nos demostró a mí y a mi familia, una vez más, que la Ciencia Cristiana es práctica y eficaz cuando aplicamos sus enseñanzas correctamente.
Tiempo atrás, nuestro hijo estaba pasando por un problema de diarrea aguda. En un primer momento, acepté el pensamiento equivocado de que ciertos alimentos le habían causado daño. Durante una semana — hasta que no comprendí que esto no era tratar el problema en la Ciencia Cristiana — sólo le daba aquellos alimentos que, según las creencias populares, no agravarían la condición.
No obstante, el niño no experimentó ninguna mejoría. Entonces vi la necesidad de apoyarme absolutamente en Dios, según lo enseña la Ciencia Cristiana. En ese momento dejé de sentir temor por este problema, y, sin dudar, comencé a alimentar normalmente a nuestro hijo. En Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, leemos: “Admitid la hipótesis corriente de que el alimento es el nutrimento de la vida, y tendréis que hacer otra admisión en el sentido opuesto — que el alimento tiene el poder de destruir a la Vida, Dios, ya sea por deficiencia o exceso, por calidad o cantidad... El hecho es que el alimento no afecta a la Vida absoluta del hombre, y eso se evidencia cuando aprendemos que Dios es nuestra Vida” (pág. 388). Nuestro hijo respondió a estas verdades, y muy pronto se vio libre y completamente sano.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!