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[Original en español]

Quisiera relatar una experiencia que nos demostró a mí y a mi familia,...

Del número de marzo de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quisiera relatar una experiencia que nos demostró a mí y a mi familia, una vez más, que la Ciencia Cristiana es práctica y eficaz cuando aplicamos sus enseñanzas correctamente.

Tiempo atrás, nuestro hijo estaba pasando por un problema de diarrea aguda. En un primer momento, acepté el pensamiento equivocado de que ciertos alimentos le habían causado daño. Durante una semana — hasta que no comprendí que esto no era tratar el problema en la Ciencia Cristiana — sólo le daba aquellos alimentos que, según las creencias populares, no agravarían la condición.

No obstante, el niño no experimentó ninguna mejoría. Entonces vi la necesidad de apoyarme absolutamente en Dios, según lo enseña la Ciencia Cristiana. En ese momento dejé de sentir temor por este problema, y, sin dudar, comencé a alimentar normalmente a nuestro hijo. En Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, leemos: “Admitid la hipótesis corriente de que el alimento es el nutrimento de la vida, y tendréis que hacer otra admisión en el sentido opuesto — que el alimento tiene el poder de destruir a la Vida, Dios, ya sea por deficiencia o exceso, por calidad o cantidad... El hecho es que el alimento no afecta a la Vida absoluta del hombre, y eso se evidencia cuando aprendemos que Dios es nuestra Vida” (pág. 388). Nuestro hijo respondió a estas verdades, y muy pronto se vio libre y completamente sano.

Otra curación fue una que tuvo nuestra hija de cinco años. Una mañana, nos llamaron de la escuela para informarnos que la niña tenía varicela. Cuando fuimos a buscarla, su maestra nos dijo que no concurriera a la escuela por una semana, por lo menos, y que, luego de ese tiempo, sería readmitida si volvía con un certificado médico que atestiguara su buena salud.

Oramos por nuestra hija, afirmando que la verdadera salud es espiritual. También reconocimos que, si Dios es omnipresente, no puede existir nada desemejante a la perfección. Nuestra hija sanó rápidamente. Dejamos pasar dos días y, luego, llevamos a la niña para que obtuviera el certificado médico que la escuela exigía. Tanto la maestra como las madres de sus compañeras no podían creer que después de sólo tres días de ausencia nuestra hija estaba nuevamente en la clase, feliz y rebosante de vitalidad.

¡Qué maravillosa es la Ciencia Cristiana! Está siempre disponible para que cada uno de nosotros demuestre su eficacia sanadora en todos los aspectos de la vida.

Estoy inmensamente agradecida a Dios por Su protección y amor hacia Sus hijos. Aun cuando nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana sea poca, se pueden obtener hermosos resultados al nosotros practicar firmemente las verdades básicas de Dios y de la perfecta relación que el hombre tiene con El.


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