¿Qué tiene que ver Dios con los pormenores de nuestra vida diaria, y, en especial, con nuestras relaciones humanas? Me hice esta pregunta, y más adelante pensé: “Sé que Dios me ama, pero, ¿por qué a veces me siento sola?” Cuando le comenté esto a una amiga, me dijo: “Demuéstralo”. Demuestra el amor de Dios hacia el hombre. Ella me quiso decir que yo necesitaba comprobar que El es Amor sintiendo y expresando Su amor.
Mi primera reacción fue: “¿Es más fácil decirlo que hacerlo!” No obstante, acepté el desafío sin dilación. Sabía que la verdad acerca de Dios y el hombre, como se enseña en la Ciencia Cristiana, podía demostrarse. Una y otra vez había sido testigo de los efectos sanadores de esta Ciencia práctica.
A través de mi experiencia anterior había aprendido que el intento de encontrar soluciones a mis problemas sin haber orado conduce a un callejón sin salida. Es como tratar de leer un mapa en la oscuridad; se termina yendo en una dirección equivocada o tropezando con algo. El único camino que verdaderamente satisface es el que nos mostró Cristo Jesús. Requiere oración: prestar atención con calma a la dirección de Dios, y seguirla. Pero, el comenzar a caminar, usando las palabras del poeta Robert Frost en “The Road Not Taken” (El camino no transitado), es lo que “marca la diferencia”.
A causa de sentirme sin amistades ni afecto, empecé a orar. Al utilizar la Concordancia de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, encontré muy pocas referencias sobre la palabra relación, pero una gran cantidad de referencias sobre la palabra armonía. Y, ¿acaso no es la armonía lo más importante en nuestras relaciones; que la gente viva, trabaje y se reúna de una manera armoniosa? Las relaciones entre las personas no debieran incluir discordia, fricción ni acuerdos desacertados, en los que nos sentimos fuera de lugar. Me pareció que el meditar sobre la armonía, el comprenderla e incorporarla a mi experiencia diaria, aclararía los pensamientos y el enfoque acerca de mis relaciones con los demás; y así lo hice.
La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “El ser es santidad, armonía e inmortalidad”. Ciencia y Salud, pág. 492. A medida que pensaba en lo que esto significaba para mí, percibí que si el ser es armonía, lo único que al hombre le es posible sentir es armonía. No solamente la existencia verdadera es armoniosa, sino que la armonía constituye el ser mismo del hombre. El hombre espiritual, el hombre real, incluye toda la armonía porque es el reflejo del Dios infinito.
La Biblia dice que Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza. Debido a que existe un solo Dios, hay una sola expresión de Dios, a saber, el hombre. Como expresión del Unico infinito, el hombre tiene que manifestar armonía porque no hay elementos en conflicto en la unidad. De la misma manera en que una expresión facial no puede ser separada de la cara, así la armonía no puede ser separada de su fuente, que es el Principio divino, Dios. El hombre, la expresión de Dios, no puede actuar independientemente de Dios.
En lugar de darle vueltas a mi situación humana, trabajé para aferrarme a la armonía como mi verdadero ser, y, por consiguiente, a lo único que podía saber o expresar. El tratar de buscar la manera de encontrar con quien salir, o cómo agradar más a los demás, hubiera sido como tropezar en ese oscuro callejón sin salida. Sin espiritualidad, no hay soluciones absolutas, permanentes ni satisfactorias al problema de cómo sentirse amado y satisfecho. El hecho de tener citas simplemente por tenerlas o el esforzarse por ser popular, no tiene como resultado la calma y la paz interior de la armonía espiritual, la armonía expresada por el hombre de Dios. De manera que me dediqué a aprender más sobre el parentesco entre Dios y el hombre, del Principio y Su expresión, y a mantener este punto de vista espiritualmente científico como la única base real de mi pensamiento y acción.
A partir del primer fin de semana que comencé a reflexionar sobre la armonía de Dios y del hombre, me sentí más en paz. Observé que ya fuera que me reuniera con otros o que pasara bastante tiempo sola, no sentía la falta de compañía. Ocurrió que, inesperadamente, dos personas me pidieron que saliera con ellas ese primer fin de semana. Pero descubrí que el elemento humano — la cantidad de citas, amigos o salidas que hacía — no determinaba mi paz mental, la armonía que jamas podía faltarme. Y se hizo evidente una mayor armonía espiritual en todos los aspectos de mi vida diaria. Dejé de sentirme incómoda cuando tomaba parte en situaciones sociales. Al ver y expresar en mayor medida la armonía de Dios y del hombre, tuve todo lo que necesitaba para vencer cualquier desafío.
Antes de empezar mi estudio sobre la armonía, me parecía que estaba expresando el amor de Dios, pero que no lo estaba recibiendo de los demás. Cuando oré para ver y demostrar en mayor medida la verdadera relación que hay entre Dios y el hombre, comprobé la falsedad de este argumento. Parte de una declaración de Ciencia y Salud fue de especial ayuda: “Esta es la doctrina de la Ciencia Cristiana: que el Amor divino no puede ser privado de su manifestación u objeto. ..” Ibid., pág. 304.
Mi progreso en la comprensión de que el hombre es tanto la manifestación como el objeto del Amor divino, me ayudó a comprender que, al reflejar el Amor, el hombre recibe y expresa amor espiritual. Este amor no se origina en el hombre; se origina en Dios. Por lo tanto, el hombre tiene una provisión ilimitada de amor para expresar. No sólo es imposible que se “agote” el amor, es igualmente imposible experimentar la falta de amor, puesto que el hombre es el objeto del Amor ilimitado.
No es preciso decir que quedé admirada y agradecida por el desarrollo de la armonía del amor. Los planes y conjeturas humanos nunca hubieran podido traer tal progreso en mi comprensión, porque carecen de Principio divino. La evidencia de la armonía del ser verdadero no cesó con la mayor comprensión que obtuve de lo que es el compañerismo. El concepto de armonía fue desarrollando cada vez más la bondad infinita de Dios.
Una frase de una declaración de Ciencia y Salud dice: “ningún alejamiento de la armonía ni retorno a ella”. (La frase completa dice: “Las relaciones entre Dios y el hombre, el Principio divino y la idea divina, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no conoce ningún alejamiento de la armonía ni retorno a ella, sino mantiene que el orden divino o ley espiritual, en que Dios y todo lo que es creado por El son perfectos y eternos, ha permanecido inalterado en su historia eterna”. Ibid., págs. 470–471.) Oré para comprender que la armonía es constante. Dios es eterno e inmutable; por lo tanto, el hombre, Su reflejo, no puede tener altibajos. El expresa la perfección de Dios, la que no cambia.
Mis días, semanas y meses se llenaron de una gran paz y alegría. Luego, de pronto, la armonía pareció desaparecer. Durante unos días estudié en profundidad lo que es Dios como Amor. Me di cuenta de que, si bien había continuado tratando de expresar mayor armonía, había perdido de vista la fuente de esa armonía, o sea Dios, el Amor. Vi que no podemos esperar experimentar armonía si nos olvidamos por qué tenemos realmente esa armonía.
Dejé de contemplar mi experiencia humana para poder prestar completa atención a la comprensión de que Dios, el Amor, es Todo-en-todo. Sabía que tenía más que aprender acerca de la relación entre Dios y el hombre. Esa semana, el tema de la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana era “Amor”, y me inspiró con hermosos pasajes consoladores que describen el amor de Dios. Usando el sentido espiritual, oré para ver que el Amor llena todo espacio, porque es absolutamente Todo. Mi sentido del Amor se expandió hasta que pude ver que la armonía del ser del hombre se deriva de la totalidad del Principio, la Vida y el Amor divinos. Vivir es amar; amar es vivir.
La Lección Bíblica también incluía la conocida cita de la Primera Epístola de Juan: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1. Había escuchado y leído ese pasaje muchas veces, pero esta vez me impresionó con gran fuerza y benignidad. La relación que existe entre el Amor y su hijo, el hombre espiritual, se hizo más clara, y recobré la alegría.
Naturalmente, el hombre vive en armonía porque habita en el Amor infinito. Nuestro Padre-Madre Dios sabe que Su hijo es perfecto, y toda sugestión de que el hombre es menos que completamente armonioso, es sólo una ilusión que negaría la bondad de Dios. Esta ilusión desaparece a medida que vemos que la ternura del Amor hacia su hijo inocente da paz al hombre. Cuando comprendemos que esta verdad constituye la realidad, cada uno de nosotros siente y expresa más tangiblemente la siempre presencia del Amor, y demuestra cada vez más la armonía que es nuestro ser verdadero.
Amados, amémonos unos a otros;
porque el amor es de Dios.
Todo aquel que ama, es nacido de Dios,
y conoce a Dios.
El que no ama, no ha conocido a Dios;
porque Dios es amor.
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros,
en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,
para que vivamos por él.
1 Juan 4:7–9