Quizás uno de los temores más grandes que aquejan a la humanidad sea el temor a la falta de dinero, ya que el dinero parece muy necesario para pagar alimentos, ropa, vivienda, educación, o sea, todo lo que necesitamos. Podría parecer que la cantidad de dinero que uno posee determina la calidad de la existencia de uno.
Humanamente, éste parece ser el caso, pero la Ciencia Cristiana presenta un enfoque único al problema de la carencia. La Ciencia Cristiana demuestra lo practicable e inmediata que es la promesa bíblica: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Filip. 4:19. Para el materialista, tal promesa puede parecer poco realista, ya que él sabe que el dinero, no Dios, satisface sus necesidades y deseos. Pero, ¿puede el dinero satisfacer verdaderamente nuestras necesidades? Para el hombre hambriento, perdido en el desierto, o naufragando en el mar, ¿podría un billete de cien dólares en su cartera proporcionarle alimento? ¿Cuál es la verdadera fuente de provisión?
La Sra. Eddy, escribiendo de lo más profundo de su propia experiencia, nos dice: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”. Ciencia y Salud, pág. 494. Mediante la Ciencia Cristiana, aprendemos que Dios es verdaderamente el Padre-Madre del hombre, a quien podemos recurrir confiadamente en momentos de necesidad. Aprender este hecho espiritual es la bendición más grande que cualquiera pueda recibir. El aferrarse a este hecho espiritual traerá bendición continua a nuestra experiencia.
No podemos perfilar las maneras en que se va a expresar la providencia de Dios, pero al reconocer nosotros a Dios como la fuente de nuestra provisión, y devotamente procurar hacer su voluntad, nuestras necesidades serán satisfechas. La provisión puede manifestarse mediante ropa que necesitemos, vivienda gratis, una beca para estudiar, provisión de comestibles o un boleto de entrada al teatro, en vez de dinero. Puede aparecer aun como talentos no descubiertos o poco desarrollados que podamos usar en beneficio de otros. Absolutamente no hay límites a la infinidad de maneras en que el amor tierno de Dios por el hombre pueda manifestarse cuando buscamos nuestras riquezas en el Espíritu.
De acuerdo con las creencias generales del mundo, los recursos tienen que llegar por medio de algo o alguien; un trabajo, una inversión, una herencia, un esposo o esposa, padres o hijos. Y como hemos dicho, la bondad de Dios realmente puede manifestarse a medida que los demás, y aun nosotros, expresemos Sus cualidades. Pero buscar en otros o en nosotros la fuente del bien, es poner nuestros recursos en arenas movedizas. El ver que la provisión emana de Dios, es poner la provisión en la roca de la comprensión espiritual que nunca falla. De cualquier manera que nos venga la provisión, Dios debe ser siempre reconocido como la fuente de ella.
Esta fue una lección que tuve que aprender. Después de vivir muchos años en la abundancia (durante los cuales creí que la abundancia venía de alguien en vez de Dios), perdí todo mi dinero y posesiones, con excepción de algunos muebles. También tenía deudas que pagar, deudas que ascendían a unos cuantos miles de dólares. Durante esa época, mi única fuente de ingreso era lo que yo recibía como bibliotecaria en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Era un cuadro muy atemorizante. Aun así, me prometí tres cosas: (1) dar a mi iglesia por lo menos el diez por ciento de cualquier dinero que recibiera; (2) con la ayuda de Dios pagar todas las deudas con intereses; (3) confiar únicamente en El (y en nadie más) para mi provisión.
El progreso se manifestó unos meses después. Era una noche muy fría, y era un sábado en diciembre. Acababa de comer lo último que me quedaba en el refrigerador, y se me había terminado todo el dinero, ¡no me quedaba ni un centavo! La tentación de llamar a alguien para pedir ayuda fue grande, pero decidí mantener mi propósito de confiar en Dios, sabiendo que El podía satisfacer mi necesidad inmediatamente.
Estaba pensando sobre mi situación desde el punto de vista de la Ciencia Cristiana, cuando sonó el teléfono. La llamada era de un amigo que había pasado sus vacaciones en una granja en el estado de Vermont, E.U.A. Me dijo que un día mientras estaba sentado en la veranda que daba a un manzanar, le llamó la atención un árbol en particular. Notó que cada rama del árbol tenía su propia provisión de manzanas; que no dependía para sus frutos ni de la rama de arriba ni de la de abajo, ni aun de las ramas de cada lado. Su única necesidad era mantenerse unida al árbol, y así podría dar fruto. Cortada del árbol, la rama no daría fruto, se secaría y moriría. Mi amigo asoció esta observación con las palabras de Cristo Jesús: “Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. Juan 15:4.
Continuó explicando que, como la rama en el manzano, el hombre no depende de ninguna persona, lugar o cosa para la vida y sus bendiciones. El hombre refleja totalmente la sustancia divina. Nuestra necesidad es entender y expresar nuestra unidad con Dios, la fuente de todo bien, a tal grado, que la provisión viene en la forma necesitada. La escasez indica la creencia de que el hombre es una entidad separada de Dios, dependiendo de sus propios esfuerzos o de los esfuerzos de los demás para satisfacer sus necesidades. Antes de irme a acostar pensé acerca de estas declaraciones.
A la mañana siguiente, en vez de comer, tomé algo caliente y me sentí bien. Recordé que Jesús también había dicho: “El reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:21. Me pregunté: “¿Cómo puede estar la provisión entre nosotros?” La respuesta fue: “Está en tu consciencia como idea espiritual de Dios”. “¡Qué maravilloso!”, pensé. “Estando en la consciencia, la provisión debe de estar siempre a mano, protegida de pérdida, erosión o disminución”.
Alentada con ese pensamiento, fui a la iglesia esa fría mañana del domingo. Las calles estaban desiertas. Y allí enfrente de mí en la acera estaba tirado un billete de cinco dólares. Para mí ¡esto era verdaderamente maná caído del cielo! Con un gran sentido de asombro y gratitud lo recogí. En aquel entonces (hace muchos años), con cinco dólares tendría comida para una semana entera. Como este pequeño incidente fue un momento decisivo para mí, supe que no podría reducir los recursos de nadie. Durante los ochos años que trabajé para pagar todas mis deudas con intereses, recibía dinero de fuentes inesperadas, haciendo que esta experiencia fuera llena de gozo. Además toda necesidad fue satisfecha. También fui bendecida con el regalo inesperado de un viaje alrededor del mundo como invitada de una amiga.
Para quienes estén luchando con el desempleo, la carencia, la desigualdad, hay una respuesta. Es maravilloso comprender que cualquier persona, sin tomar en cuenta edad, raza, color o educación, puede recurrir a Dios para satisfacer sus necesidades. Logrando una mejor comprensión de nosotros como expresiones mismas de Dios, nos damos cuenta de que tenemos algo de inmenso valor para dar al mundo. El usar nuestra capacidad dada por Dios, nos trae abundancia, satisfacción, y bendición para todos los interesados. No puede ser de otra manera, porque la naturaleza misma del hombre como la propia semejanza de Dios es ser activo y fructífero.
No hay favoritos en el reino de Dios. La Sra. Eddy lo expresa así: “El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas. Es el manantial abierto que exclama: ‘Todos los sedientos: Venid a las aguas’ ”. Ciencia y Salud, pág. 13. Nadie queda fuera de su beneficencia, nadie es excluido. El Amor divino no dice a algunos: “Tú puedes tener un empleo remunerado, oportunidades para viajar, un compañerismo satisfactorio, abundancia, buena salud, una vida interesante”, y a otros: “Tú tienes que conformarte con un empleo poco interesante, provisión fluctuante, salud inestable, pocas amistades, una experiencia mediocre”; y aún a otros: “Para ti solamente hay desempleo, pobreza, poca salud, una vida sin amistades, es decir, una existencia aburrida”. No, el amoroso Padre-Madre Dios está siempre diciéndonos a todos, dondequiera que estemos: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”. Lucas 15:31. Nuestra necesidad es solamente confiar en ello y probarlo en nuestra vida expresando y obedeciendo a Dios.
¡Qué bien entendió la Sra. Eddy esta ley de imparcialidad! Ella escribe: “Tened confianza en que Aquel en quien habita toda vida, salud y santidad, satisfará todas vuestras necesidades según sus riquezas en gloria”. The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 186. A medida que aprendemos a confiar en los recursos infinitos de Dios, se convierte en gozo el atribuir cada pequeño bien en nuestra vida a Su cuidado amoroso. Entonces nuestra experiencia se convierte en una más completa y más rica, pues ya no estamos confiando “en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”. 1 Tim. 6:17.