A menudo la Biblia nos dice que no tengamos miedo; que no temamos. Los escritores del Antiguo y Nuevo Testamento sabían qué enemigo tan agresivo puede ser el temor. Pero, tal vez, alguien diga: “Es muy fácil que nos digan que no temamos; pero con frecuencia es muy difícil obedecer esa instrucción. Parecen existir tantas cosas aterradoras en el mundo, como las guerras y desastres, además de los problemas que sentimos más de cerca, como el de la provisión insuficiente, la mala salud, la soledad y el envejecimiento. Aún más, hay todas esas cosas llamadas fobias: temor a los espacios cerrados, temor a los espacios abiertos, temor de volar, y así por el estilo; la lista parece ser interminable”.
La Biblia no sólo nos dice que no temamos, sino que además nos dice cómo podemos empezar a vencer el temor recurriendo a Dios. Se nos aconseja que recordemos Sus obras maravillosas, que amemos a Dios y que reconozcamos Su poder. La Biblia nos dice que Dios, quien nos creó, también nos sostiene, mantiene y apoya. De manera que, cuando se presenta una dificultad y el temor nos importuna, debemos poner toda nuestra confianza en Dios y seguir adelante.
Puede que esta forma de actuar parezca bastante radical si dirigimos nuestra mirada al cuadro que presenta al hombre material luchando a solas en un mundo material discordante. Pero ese cuadro no coincide con lo que la Biblia nos dice acerca de la creación de Dios. Dios, el Espíritu, creó al hombre a Su imagen, y el hombre jamás está separado de El, ni por un momento.
Cuando me he sentido sola y atemorizada, lo que el Evangelio según San Mateo dice sobre las dos casas, una edificada sobre la arena y la otra sobre la roca, Ver Mateo 7:24–27. a menudo me ha servido de ayuda. Si nuestra casa, nuestro pensamiento o consciencia, está edificada sobre las arenas movedizas de la materia, entonces, cuando vienen las dificultades, nuestra casa no tiene nada que la apoye o la proteja. ¡No es de extrañarse que nos sintamos atemorizados! Pero si estamos edificando nuestra casa sobre las verdades fundamentales de que el Espíritu es Todo y que el hombre es la semejanza del Espíritu, nuestra casa se mantendrá firme y no se derrumbará a nuestro derredor. Construimos sobre la roca del Cristo, la Verdad, a medida que nos esforzamos por seguir el ejemplo de Cristo Jesús en nuestra vida diaria.
La historia en la Biblia no dice que no habrá tormentas. Pero, cuando soplan los vientos y vienen las inundaciones, podemos mantenernos tranquilos y sin temor en nuestra casa construida sobre la roca. La tormenta pasará, y hallaremos curación y paz en la cálida luz del amor que Dios tiene por nosotros.
La mayoría de las cosas que perturban nuestra paz se atribuyen a lo que pensamos sobre el futuro. ¡Es como creer que habrá un lugar y momento en que Dios estará ausente! Pero Dios es eterno; por lo tanto, Su ausencia es una imposibilidad. Dejemos el futuro en Sus manos (¿dónde podría estar más a salvo o seguro?), sabiendo que El está siempre con nosotros, respondiendo a toda necesidad que pudiera surgir, y cuidando de todo. Debiéramos darle debida consideración a la manera en que pensamos —y vivimos— hoy mismo. El mañana nace del hoy, y a medida que ahora crecemos en gracia y en comprensión espiritual, nuestro mañana será cada vez más feliz, más saludable, más enriquecido con bendiciones que podemos compartir con otros.
Puede que haya ocasiones en las que hemos trabajado, orado, fiel y honestamente, para cuidar del hoy; hemos visto y reconocido muchas bellas verdades espirituales, y, no obstante, todavía hay dificultades que persisten. Tal vez estemos luchando para obtener una mejor salud. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), declara en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El cuerpo mejora bajo el mismo régimen que espiritualiza al pensamiento; y si la salud no se manifiesta bajo ese régimen, eso prueba que el temor está gobernando al cuerpo”. Ciencia y Salud, pág. 370.
De manera que necesitamos echar fuera el error. Para hacer esto, he visto que es provechoso razonar de esta manera: Jamás estamos temerosos de algo que es bueno, sólo de algo que es malo. Pero Dios sólo nos da lo que es bueno. Jamás nos envía dolor, debilidad, mala salud; estos sufrimientos son creencias de que hay un poder y presencia aparte del bien infinito; debido al temor, a la ignorancia y la desobediencia han llegado a aceptarse como hechos. Pero no son verdaderos porque no provienen de Dios, quien es todo poder y toda presencia. El hecho mismo de que estamos temiendo algo es la prueba efectiva de la falsedad de ese “algo”. (Con frecuencia me pregunto: ¿Cómo puedo seguir siendo tan tonta para tener miedo de algo que no es verdadero?) El expulsar el temor, regocijarse en la presencia y el poder de Dios, puede producir una oleada de vigor y una energía espiritual tan grandes que lleguemos a sentir que la salud y fortaleza se derraman en todos los aspectos de nuestra vida.
Al expulsar el error, es provechoso observar que hay temores de diversa naturaleza que tienen la característica de evocar en el pensamiento toda clase de imágenes desagradables. Efectivamente, si no estamos alerta, se nos puede presentar toda una galería de imágenes de hechos pasados y presentes, y posibilidades futuras, a las cuales temer. En una de las etapas en las jornadas de los hijos de Israel, se les ordenó: “Echaréis de delante de vosotros a todos los moradores del país, y destruiréis... todas sus imágenes de fundición”. Núm. 33:52. También nosotros necesitamos destruir las imágenes desagradables. Siempre que continuemos dándoles un lugar en nuestro pensamiento, continuarán perturbando nuestra paz y armonía.
A veces, lo que nos atemorice tal vez no sea algo específico; sólo tenemos temor de estar atemorizados. Job dijo: “Porque el temor que me espantaba me ha venido”. Job 3:25. Puede que tengamos temor de las consecuencias del temor, el que puede parecer como una gran ola que amenaza sumergirnos. En Ciencia y Salud se nos dice: “Así como los hijos de Israel fueron guiados triunfalmente a través del Mar Rojo, el oscuro flujo y reflujo del temor humano —así como fueron conducidos a través del desierto, caminando cansados por el gran yermo de las esperanzas humanas, en espera del gozo prometido— así la idea espiritual guiará todos los deseos justos en su jornada de los sentidos al Alma, de un concepto material de la existencia al espiritual, hasta alcanzar la gloria preparada para los que aman a Dios”. Ciencia y Salud, pág. 566.
Los israelitas tenían que tener fe; tenían que confiar en el poder de Dios para que los salvara. Al poner en práctica una fe y confianza similares, nosotros también podemos ser guiados a salvo a través de nuestro “Mar Rojo”, y salir triunfantes.
Y cuánto mejor equipados estamos para enfrentar nuestras dificultades. Tenemos el ejemplo de Cristo Jesús, quien nos demostró en su vida y obra sanadora lo que la comprensión de Dios y Su hombre espiritual puede hacer por nosotros. El descubrimiento de la Sra. Eddy, la Ciencia Cristiana, ha dado a esta era científica las reglas exactas que, cuando se estudian y obedecen, capacitan a los seguidores de Jesús para que hoy demuestren el mismo poder sanador. Con toda la ayuda que tenemos, ciertamente que podemos tener el mismo valor y la misma fidelidad que tuvieron los israelitas hace muchos años.
Las palabras de San Juan en la Biblia nos dan la clave para vencer el temor: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. 1 Juan 4:18. Al leer esto, puede que pensemos: “Ya sé que cuando comprenda más acerca del amor y mi amor sea más perfecto, ya no estaré tan perturbado por esos temores”. Pero esta línea de uno de los himnos pone dicho versículo bajo otra luz; dice: “Temor y dudas vencerá Tu amor, y a mi inquieto pecho calmará”. Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 195.
No tenemos que esperar a que nuestro amor llegue a ser perfecto; es el Amor divino, Dios, que echa fuera nuestro temor, y el Amor ya es perfecto ahora. Es muy consolador comprender esto; ya no tenemos que esperar más. Podemos detener la frenética lucha y descansar, agradecidos, en la comprensión de que el Amor está con nosotros, aquí y ahora, cuidando tiernamente de nosotros, guiando sabiamente nuestros pasos, dándonos todo lo que sea necesario para nuestro bienestar, y echando fuera el temor.
He demostrado esto muchas veces. Una de esas oportunidades ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Tuve que emprender un largo viaje por tren que requería varios transbordos, además de pasar por Londres. Al final del viaje, tenía que encontrar un lugar donde pasar la noche en un pequeño pueblo tan lleno de refugiados que, según se sabía, no había una sola cama donde dormir. Para mi desaliento, la mañana del viaje desperté sientiéndome bastante mal, con un desagradable problema estomacal. Todo lo que quería era acostarme y quedarme tranquila; la perspectiva del viaje me atemorizaba. Pero era absolutamente necesario que lo hiciera; así que me vestí y acabé de hacer mis maletas.
Poco antes de salir, tuve la oportunidad de hablar con una amiga que también era Científica Cristiana. Le conté mis penas y agregué: “Por supuesto, sé que todo esto es temo”. Me dio una mirada llena de ternura, y dijo: “Pero el temor no es más real que el problema físico”. Lo dijo con tanta calma y seguridad que, en ese instante, experimenté una sensación maravillosa de liberación y alivio. Cuando llegó el momento de partir, ya estaba en condiciones normales nuevamente, y realicé el viaje sintiéndome completamente bien. Está demás decir que encontré un lugar donde dormir esa noche. Ciertamente, el Amor perfecto había llegado a mi pensamiento perturbado y echado fuera el temor.
Sigamos, pues, adelante. Cada vez que venzamos el temor, veremos que éste disminuye y que nuestra fe se fortalece. Oímos las tiernas palabras de Cristo Jesús, que nos dan valor y alegran nuestro camino: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”. Lucas 12:32.