A menudo la Biblia nos dice que no tengamos miedo; que no temamos. Los escritores del Antiguo y Nuevo Testamento sabían qué enemigo tan agresivo puede ser el temor. Pero, tal vez, alguien diga: “Es muy fácil que nos digan que no temamos; pero con frecuencia es muy difícil obedecer esa instrucción. Parecen existir tantas cosas aterradoras en el mundo, como las guerras y desastres, además de los problemas que sentimos más de cerca, como el de la provisión insuficiente, la mala salud, la soledad y el envejecimiento. Aún más, hay todas esas cosas llamadas fobias: temor a los espacios cerrados, temor a los espacios abiertos, temor de volar, y así por el estilo; la lista parece ser interminable”.
La Biblia no sólo nos dice que no temamos, sino que además nos dice cómo podemos empezar a vencer el temor recurriendo a Dios. Se nos aconseja que recordemos Sus obras maravillosas, que amemos a Dios y que reconozcamos Su poder. La Biblia nos dice que Dios, quien nos creó, también nos sostiene, mantiene y apoya. De manera que, cuando se presenta una dificultad y el temor nos importuna, debemos poner toda nuestra confianza en Dios y seguir adelante.
Puede que esta forma de actuar parezca bastante radical si dirigimos nuestra mirada al cuadro que presenta al hombre material luchando a solas en un mundo material discordante. Pero ese cuadro no coincide con lo que la Biblia nos dice acerca de la creación de Dios. Dios, el Espíritu, creó al hombre a Su imagen, y el hombre jamás está separado de El, ni por un momento.
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