Desde hace unos cinco años no he expresado por escrito mi gratitud por la Ciencia Cristiana. Estoy muy agradecida, pues aun cuando dos de nuestros hijos no han seguido estudiando Ciencia Cristiana, no han olvidado lo que aprendieron en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
Nuestro hijo mayor, Bob, es un ejemplo de esto. Un día, estando en su trabajo — una firma de compra-venta de papel usado — fue a los depósitos en que enfardaban el papel. De pronto, fue tirado al suelo por más de cinco mil kilos de fardos de papel que accidentalmente fueron movidos por una horquilla elevadora hacia donde él estaba. El peso fue tan enorme que posteriormente, en el fardo sobre el cual nuestro hijo había caído, se encontró impresa la marca de su cuerpo. Bob dijo que su primer pensamiento fue: “Me llegó la hora”. Entonces recordó una historia que yo le había contado cuando era niño. Trataba de la experiencia de un soldado que había sido atrapado bajo escombros durante una batalla. El soldado oró, y la explosión de una granada abrió un camino para escapar.
Ahora bien, en estos momentos de necesidad, nuestro hijo pensó: “De Ti depende, Dios; Tú me tienes que sacar de aquí. No hay medio de que yo pueda hacerlo solo”. Tuvo la fuerza para salir de debajo de ese tremendo peso, pero no podía ver, pues tenía los ojos llenos de sangre. Sus empleadores lo enviaron al hospital. Durante todo este tiempo, nuestro hijo se mantuvo reconociendo que Dios estaba con él. Cuando él llegó al hospital su vista estaba clara. Lo examinaron. El médico no podía creer que no tuviera ni un solo hueso roto. Quisieron dejarlo hospitalizado, pero él insistió en que deseaba irse a casa, y así fue.
Una vez en casa, Bob me llamó para contarme lo sucedido, y agregó que tenía muchas severas contusiones. Mi primer pensamiento fue de gratitud por la protección que había tenido. El recurrió a la verdad, seguro de que Dios lo ayudaría. Lo insté a estudiar los Salmos noventa y uno y veintitrés, y le dije que lo llamaría más tarde. Entonces yo recurrí a mis ejemplares de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. No recuerdo exactamente lo que leí. Pero sí recuerdo que me regocijé en que nada podía dañar a Dios, por lo tanto, nada podía dañar a Su hijo, Su imagen y semejanza. Recuerdo que me vinieron al pensamiento muchas verdades espirituales inspiradoras.
Nuestro hijo llamó a la mañana siguiente y hablamos en esa oportunidad, — y también diariamente — acerca de Dios y de Su amor y eterna presencia. Entonces, un día, nuestro hijo mencionó que estaba pasando por un período muy difícil porque, cada vez que cerraba los ojos, todo lo que podía ver eran esos fardos de papel cayéndole encima. Lo alenté a permanecer firme y aferrarse a este pensamiento, en las palabras de Cristo Jesús: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” (Mateo 16:23).
Para cumplir con los reglamentos de la compañía de seguros, Bob tuvo que regresar al hospital para ser examinado. El médico le dijo que él y varios otros médicos habían hablado sobre su caso y no podían comprender cómo es que no sufrió un daño cerebral. Bob le contestó que él sabía la razón: que había sido sanado en la Ciencia Cristiana.
Ocho días después del incidente, nuestro hijo regresó a su empleo para trabajar medio día, y después de ese período, jornada completa. Lo vi durante ese tiempo. Estaba usando anteojos oscuros, y noté que tenía los ojos todavía muy rojos. Le dije: “Bob, Dios no te deja a mitad del camino o a tres cuartas partes del camino, sino que te lleva hasta el final del camino. Tus ojos se van a limpiar”. Y esto pronto ocurrió.
Decir que estoy agradecida no expresa adecuadamente lo que sentí, y todavía siento, acerca de esta curación. También estoy agradecida por mi hermana que fue de gran ayuda al hablarle a Bob y darle referencias de las obras de la Sra. Eddy para estudiar. Deseo añadir que durante esa experiencia sentí una gran paz.
Mi oración es expresar más del amor de nuestro Padre. Estoy agradecida por esta maravillosa Ciencia, a la cual podemos recurrir en cualquier momento y en cualquier lugar.
Júpiter, Florida, E.U.A.
He leído la narración de mi madre sobre mi curación y confirmo que se ha referido a la sucesión de los acontecimientos con claridad y exactitud. Fui criado en la Ciencia Cristiana y asistí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Fue allí donde aprendí las verdades espirituales básicas que me fueron de gran ayuda durante la experiencia relatada. En mis momentos de extrema necesidad, pedí ayuda, y la Ciencia Cristiana me dio la respuesta. Aunque no he practicado la Ciencia Cristiana con regularidad, diariamente he encontrado que esta Ciencia es una presencia alentadora en un mundo agitado.
Mi esposa, que no es Científica Cristiana, me apoyó totalmente durante mi convalecencia. Agradezco a Dios por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana y por el apoyo que durante esa experiencia recibí de mi esposa, de mi madre y de mi tía.