Algunos pueden pensar que Cristo Jesús cometió un gran error al decir: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Mateo 5:5. Por cierto que los fuertes siempre han empujado, y siempre empujarán a los mansos contra la pared. ¿Acaso quiso decir Jesús que los humildes tomarían posesión cuando todos los villanos hubieran desaparecido? Desde un punto de vista común pareciera que los mansos tienen una tarea difícil que llevar a cabo para demostrar la veracidad de las palabras de Jesús. Francamente, es posible que muchos digan que no hay gran evidencia ni siquiera de que este proceso haya comenzado.
El punto de vista de la Biblia no es en lo más mínimo un punto de vista “común”. Puede aplicarse a los asuntos comunes diarios, pero muy a menudo tiene que ser considerado de manera fuera de lo común.
Cristo Jesús no fue un hombre que cometiera errores, o uno que hiciera profecías asombrosas simplemente porque sonaban bien. Jesús hablaba de lo que es posible. Aun cuando se refería a sí mismo como manso fue, paradójicamente, el hombre más poderoso que jamás haya pisado la tierra. Enfermedades de toda índole desaparecían ante su comprensión de Dios; pasó, sin ser tocado, por en medio de una multitud determinada a matarlo; anduvo sobre las aguas; alimentó a multitudes sin un supermercado, ni siquiera había una panadería cercana a la cual recurrir; resucitó su cuerpo humano después de dejar que aquellos que lo odiaban a él y sus enseñanzas lo crucificaran. ¿Cuál es, entonces, la conexión entre su clase de mansedumbre y la clase de poder necesario para heredar la tierra?
La Sra. Eddy pone juntas las dos palabras al decir que el Maestro fue “tan humilde como poderoso”. Ciencia y Salud, pág. 597. En los escritos de la Sra. Eddy, los cuales están basados en la inspirada palabra de la Biblia, es evidente que Cristo Jesús fue poderoso ante los hombres porque fue humilde ante Dios.
¿Quiere esto decir que el ser humildes ante Dios significa golpearnos el pecho en abyecta condenación propia? ¿O simplemente sentarnos o arrodillarnos con mansedumbre y docilidad, esperando lo mejor y pidiéndole a Dios que nos deje heredar aunque sea un poquito de la tierra? ¡Por supuesto que no! Tiene que haber algo mucho más dinámico si es que alguna heredad ha de ser demostrada por los mansos.
Lo extraño es que todos somos “mansos” en muchas formas, y poderosos por esta razón; sin embargo, apenas si nos damos cuenta de que el poder nos llega mediante la mansedumbre. Por ejemplo, si tratamos de ser demasiado orgullosos y no estar dispuestos a obedecer cualquier regla necesaria — desde aquellas para cocinar tenis hasta aquellas para viajes intersiderales; desde aquellas para cocinar hasta aquellas para tocar un instrumento musical — el resultado será que no habrá nada para heredar, sino un montón de errores. El ser mansos ante las reglas en un sentido correcto significa ser poderosos debido a ellas.
Más extraño aún es que, con todas las evidencias que nos rodean, la humanidad sea tan lenta para apreciar el hecho de que las leyes de Dios son las leyes todopoderosas de la vida y del vivir, del bien y de la bondad, del sosiego y de la paz misma. Como la Sra. Eddy se refiere a nuestro ser verdadero, el hombre espiritual, en su libro No y Sí: “El hombre tiene individualidad perpetua; y las leyes de Dios y la acción inteligente y armoniosa de estas leyes constituyen la individualidad en la Ciencia del Alma”. No y Sí, pág. 11. El ser mansos ante estas leyes, aceptarlas y dejarlas que operen y que nos gobiernen, es demostrar, en cierto grado, la fuerza, la majestad y el poder del creador de todo lo que realmente existe. La evidencia que se manifiesta en nosotros de la inmortalidad y espiritualidad del hombre creado por Dios, demuestra que el hombre es poderoso como su Padre es poderoso. Nadie puede aprovecharse injustamente de hombres y mujeres que reflejan inteligencia, amor, sabiduría y poder divinos; que actúan con valor y perspicacia derivados de Dios. El mal no puede operar con éxito en tal atmósfera.
Jesús expresaba un amor infinito y buena voluntad para la humanidad, y fue totalmente obediente al Padre-Madre, Dios universal. Pero eso no quiere decir que mansamente se doblegara a las formas y medios por los cuales los mortales se crean un infierno en la tierra. Toda su vida y enseñanzas fueron un desafío al mal. Jesús fue el hombre más espiritualmente firme, fuerte e invencible que jamás haya existido. No obstante, dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo”. Juan 5:30. Es evidente que si Jesús no podía ganar la batalla contra el mal sin Dios, tampoco la podemos ganar nosotros.
Ser mansos ante Dios, la Mente única e inteligente que gobierna el verdadero universo, significa comprender a Dios y vivir de acuerdo con Su ley. Esto nos da la fuerza que necesitamos para volvernos de la discordancia a la armonía, del infierno al cielo en la tierra, y de la enfermedad a la salud. No podemos hacerlo todo en un momento, pero lo necesario es ser lo suficientemente mansos como para aceptar las dádivas de Dios y usarlas.