Algunos pueden pensar que Cristo Jesús cometió un gran error al decir: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Mateo 5:5. Por cierto que los fuertes siempre han empujado, y siempre empujarán a los mansos contra la pared. ¿Acaso quiso decir Jesús que los humildes tomarían posesión cuando todos los villanos hubieran desaparecido? Desde un punto de vista común pareciera que los mansos tienen una tarea difícil que llevar a cabo para demostrar la veracidad de las palabras de Jesús. Francamente, es posible que muchos digan que no hay gran evidencia ni siquiera de que este proceso haya comenzado.
El punto de vista de la Biblia no es en lo más mínimo un punto de vista “común”. Puede aplicarse a los asuntos comunes diarios, pero muy a menudo tiene que ser considerado de manera fuera de lo común.
Cristo Jesús no fue un hombre que cometiera errores, o uno que hiciera profecías asombrosas simplemente porque sonaban bien. Jesús hablaba de lo que es posible. Aun cuando se refería a sí mismo como manso fue, paradójicamente, el hombre más poderoso que jamás haya pisado la tierra. Enfermedades de toda índole desaparecían ante su comprensión de Dios; pasó, sin ser tocado, por en medio de una multitud determinada a matarlo; anduvo sobre las aguas; alimentó a multitudes sin un supermercado, ni siquiera había una panadería cercana a la cual recurrir; resucitó su cuerpo humano después de dejar que aquellos que lo odiaban a él y sus enseñanzas lo crucificaran. ¿Cuál es, entonces, la conexión entre su clase de mansedumbre y la clase de poder necesario para heredar la tierra?
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