¿Ha puesto alguna vez una planta en la ventana y observado cómo se abren sus capullos volviéndose hacia la luz? El pensamiento cerrado, inhibido y egoísta se comporta de la misma manera cuando es expuesto a la luz de la comprensión espiritual. Así, nuestra experiencia cambia y se vivifica.
Tal vez la luz del sol sólo llegue en forma intermitente, pero la iluminación espiritual que abre el pensamiento está siempre disponible porque viene de la única Mente divina y omnipresente, Dios. El llegar a reconocer que el hombre es la expresión de la Mente divina, y no un pensador material, sirve para mejorar todo aquello de lo que estamos conscientes; nuestro trabajo, nuestras relaciones y, también, nuestra salud. La comprensión espiritual que proviene de Dios se percibe como perspicacia y sabiduría, armonía y fortaleza.
El libro titulado Un siglo de curación por la Ciencia Cristiana, relata algunas de las curaciones sobresalientes que se efectuaron por medios espirituales durante los primeros cien años de la Ciencia Cristiana, y explica: “Para el Científico Cristiano la verdadera importancia de una curación es la luz que la acompaña. El cambio en la condición física o en las circunstancias personales, es sólo la evidencia exterior y visible de una gracia espiritual interior — la señal de un hecho espiritual que se percibe. Al reflexionar retrospectivamente sobre su curación, el Científico Cristiano en lugar de pensar ‘ésa fue la ocasión en que sané de pulmonía’, probablemente pensará: ‘Esa fue la ocasión en que aprendí lo que en realidad es la humildad’, o ‘ésa fue la ocasión cuando vi tan claramente que todo el poder pertenece a Dios’”. Un siglo de curación por la Ciencia Cristiana (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1966), pág. 231.
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