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Dejemos entrar la luz

Del número de junio de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


¿Ha puesto alguna vez una planta en la ventana y observado cómo se abren sus capullos volviéndose hacia la luz? El pensamiento cerrado, inhibido y egoísta se comporta de la misma manera cuando es expuesto a la luz de la comprensión espiritual. Así, nuestra experiencia cambia y se vivifica.

Tal vez la luz del sol sólo llegue en forma intermitente, pero la iluminación espiritual que abre el pensamiento está siempre disponible porque viene de la única Mente divina y omnipresente, Dios. El llegar a reconocer que el hombre es la expresión de la Mente divina, y no un pensador material, sirve para mejorar todo aquello de lo que estamos conscientes; nuestro trabajo, nuestras relaciones y, también, nuestra salud. La comprensión espiritual que proviene de Dios se percibe como perspicacia y sabiduría, armonía y fortaleza.

El libro titulado Un siglo de curación por la Ciencia Cristiana, relata algunas de las curaciones sobresalientes que se efectuaron por medios espirituales durante los primeros cien años de la Ciencia Cristiana, y explica: “Para el Científico Cristiano la verdadera importancia de una curación es la luz que la acompaña. El cambio en la condición física o en las circunstancias personales, es sólo la evidencia exterior y visible de una gracia espiritual interior — la señal de un hecho espiritual que se percibe. Al reflexionar retrospectivamente sobre su curación, el Científico Cristiano en lugar de pensar ‘ésa fue la ocasión en que sané de pulmonía’, probablemente pensará: ‘Esa fue la ocasión en que aprendí lo que en realidad es la humildad’, o ‘ésa fue la ocasión cuando vi tan claramente que todo el poder pertenece a Dios’”. Un siglo de curación por la Ciencia Cristiana (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1966), pág. 231.

Cuando recuerdo una curación que tuve hace algunos años, puedo decir: “Fue una época en que comprendí el poder que tiene la Mente para abrir el pensamiento hacia el bien espiritual”. Durante algún tiempo, había tenido repetidos ataques de asma. Pude superar cada uno de ellos al comprender, en cierta medida, lo que la Ciencia Cristiana enseña acerca del control que la Mente divina tiene sobre el hombre, pero, al parecer, no podía evitar por completo que estos ataques ocurrieran. Y como éstos ocurrían cuando me hallaba bajo alguna presión, me ponía nervioso cuando tenía que aceptar compromisos, y esto empeoraba el problema.

Entonces comencé a ver que, en realidad, era mi pensamiento y no la respiración lo que se encontraba restringido. Recordé que otros parientes habían tenido un problema similar en diferentes oportunidades, de manera que comencé a abrir mi pensamiento para aceptar en mayor medida la libertad y serenidad de mi verdadero ser espiritual como la imagen de Dios. También vi que, en verdad, todos estábamos gobernados por la Mente divina, y no por las limitaciones que tenemos en común con nuestros antepasados. Esto me trajo una gran sensación de alivio, y de allí en adelante los ataques disminuyeron gradualmente hasta que desaparecieron por completo.

El Apóstol Pablo experimentó por sí mismo la revelación de esa luz espiritual cuando iba camino a Damasco para perseguir a los seguidores de Cristo Jesús. Después de su conversión al cristianismo, escribió a los corintios: “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. Y, más adelante: “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. 2 Cor. 3:18; 4:6.

Pablo sanó a otros, que tenían problemas físicos, siguiendo el ejemplo de Jesús. También, dedicó mucho tiempo a sanar malentendidos, desacuerdos, y la oscuridad en general del pensamiento, inducidos por la ignorancia, el temor y la resistencia a las enseñanzas de Cristo Jesús. Confió en que esa misma luz que él mismo había experimentado, brillaría sobre los demás. Y esta luz espiritual aún se halla en todas partes, lista para abrir el pensamiento y sacarlo de limitaciones autoimpuestas y conflictos — para sacarlo del concepto estrecho y mundano acerca del hombre y de sus capacidades — hacia nuevas soluciones y mayor unidad.

La Sra. Eddy escribe al referirse a Dios: “El Amor da a la idea espiritual más pequeña poder, inmortalidad y bondad, que brillan a través de todo, como la flor brilla a través del capullo”. Ciencia y Salud, pág. 518. El permitir que esta luz actúe, abriendo el pensamiento, espiritualizándolo y purificándolo, trae curación y satisfacción.

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