Si usted hubiera estado con Jesús en el huerto de Getsemaní, ¿hubiera previsto de inmediato lo que le iba a ocurrir a él durante la Pascua de Resurrección, luego de haber sido arrestado por los soldados? Si hubiera estado prisionero con Pablo, ¿hubiera usted cantado himnos con fe y fervor constantes?
No siempre es fácil darse cuenta de lo que está ocurriendo cuando estamos en medio de los acontecimientos diarios. Cuando reflexionamos desde una perspectiva histórica, luego que todo se ha calmado, tal vez pensemos que el triunfo del bien era evidente de por sí. Pero puede que a la gente que tomó parte en esos hechos no le haya parecido tan claro.
Cristo Jesús nos da una pauta de la que podemos estar seguros. Dice (según The New English Bible): “¡Cuán bendecidos sois, cuando sufrís insultos y persecución y toda clase de calumnia por mi causa!” Mateo 5:11. La Versión Reina-Valera dice: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”.
¿Persecución por causa de Cristo Jesús? ¿Ocurre eso hoy en día? Sí. Hay muchos ejemplos, tales como esos tres juicios pendientes en los Estados Unidos, en donde las leyes estatales se interpretan con el significado de que la decisión de tratar a los niños mediante la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), en lugar de tratarlos por medio de la medicina, es un delito penal. Se amenaza con el encarcelamiento.
¿No serán éstos, entonces, momentos para recibir una bendición? De acuerdo con lo que dice Jesús, lo serían. Tal vez tengamos que orar profunda y firmemente para obtener este punto de vista. Pero no queda duda sobre la exigencia cristiana de que ahora pensemos en términos de bendiciones y no de persecuciones.
Tal vez algunos piensen que la situación debiera ignorarse, que no debiera mencionarse mucho, que la atención de la gente debiera concentrarse sobre temas más optimistas. El hacer esto sería incorrecto por dos razones básicas: (1) pondría a la gente a dormir y evitaría el despertar espiritual, que puede traer curación al problema; y (2) perdería la bendición que habría de recibirse.
¿Cuándo ocurre esta bendición? Jesús dijo que el reino de Dios ya estaba en medio de sus oyentes. Ver Lucas 17:21. Algunos eruditos de la Biblia traducen “en medio de ustedes”. No hay razón para agregar un tiempo futuro a la promesa de Jesús respecto al reino de los cielos. En el mismo momento en que parece haber persecución, está presente la omnipresencia gobernante de Dios.
No tenemos que obedecer lo que la mente mortal y humana diga que tenemos que sentir. Podemos sentir la seguridad del cuidado de Dios, la certeza de la expresión inteligente y justa de la Mente divina en todas partes. La sensación de paz que resulta de esta convicción, simplemente no depende de las circunstancias.
Debido a que Dios, el Espíritu, está aquí, y que el hombre es la emanación del Espíritu, él no está perturbado, abatido ni amenazado, sino maravillosamente sostenido y en paz. Jesús, de hecho, dice: “gozaos y alegraos”, Mateo 5:12. cuando seamos perseguidos por su causa. Evidentemente, no es un llamado para la sonrisa forzada y el optimismo irreflexivo. Pero el Maestro debe de haber sabido que el gozo espiritual es natural. Este gozo fluye en el pensamiento a medida que estamos dispuestos a aceptar que el Cristo revela al hombre como verdaderamente existe, es decir, bajo el perfecto gobierno de Dios, y que, debido a ello, es bendecido.
¿Dónde está la bendición? ¿No está acaso en que aprendamos nuevamente que la injusticia no puede predominar sobre la justicia, que sólo la justicia procede del Principio del universo y que es irresistible? Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “La experiencia cristiana enseña a tener fe en lo justo y a no creer en lo injusto. Nos ordena trabajar con mayor celo en tiempos de persecución, porque entonces nuestra labor es más necesaria”. Ciencia y Salud, pág. 29.
“La experiencia cristiana enseña a tener fe en lo justo...” ¿No es acaso esto lo que aprendieron los apóstoles? Ellos vieron que “lo justo” no era un ideal vago o una opinión ingenua. Era algo firme, definido, siempre presente, siempre en acción, incluso en un mar turbulento después de un naufragio o cuando estaban rodeados por una multitud hostil.
Así que, cada vez más, nosotros también aprendemos a no temer al mal o creer en él, sin tomar en cuenta aparentes condiciones desfavorables. Continuamos orando y trabajando — persistente y firmemente — comprendiendo que es de esencial importancia no sólo para nosotros, sino para los que son perseguidos y para toda la humanidad también. Aprendemos a amar más y a perdonar. Y finalmente, cualquiera que sea la ocasión en que nos demos cuenta de que el Principio divino, el Amor, es indiscutiblemente real, percibimos que ha sido una bendición.
¿Cuál es la bendición? ¿No es acaso el crecimiento en gracia y la comprensión espiritual de la gente y la Iglesia? El Nuevo Testamento nos enseña la lección, una y otra vez, de que el mundo no puede darnos ni quitarnos nada. La oposición del mundo no es más sustancial que la aprobación del mundo. El convencionalismo quisiera que edificáramos sobre la arena y que contáramos esos granitos de arena para saber en qué medida hemos tenido éxito. Pero el crecimiento en gracia y la obediencia espiritual nos muestran el reino de los cielos aquí, en términos totalmente prácticos. Y, acaso, ¿no prepara esto el camino, más que ninguna otra cosa, para que la Iglesia se renueve y cumpla su propósito?
La Sra. Eddy, en cierta ocasión, hizo esta observación: “Los males de la vida son su principal recompensa; desarrollan fuerzas latentes. Si yo nunca hubiese sufrido por La Iglesia Madre, ni ella ni yo estaríamos practicando las virtudes que yacen escondidas en las temporadas serenas y las calmas de la existencia humana”. The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 166.
Una unidad renovada, el amor desinteresado, el estar alerta y la prontitud para trabajar, están aumentando entre los miembros de la iglesia. A través de pruebas y purificación, nos volvemos testigos más sencillos, lúcidos y vigorosos del Cristo, la Verdad.
Al mismo tiempo, muchos pensadores en el mundo se están cansando de viejas formas y vacuas costumbres religiosas. No todos quieren en esta época desechar la experiencia espiritual y ratificar el materialismo como un hecho intachable. A medida que aceptemos, al nivel más profundo, el hecho de la bendición presente y verdadera de Dios, no sólo para nosotros sino para toda la humanidad, comprenderemos y veremos la evidencia de que la historia se está moviendo en una dirección diferente. Millones están tratando de alcanzar, como nunca antes, la verdad espiritual. Están más convencidos de que ésta existe, de que la naturaleza del hombre es espiritual.
Se está juzgando al materialismo. Ha comenzado una nueva era espiritual.