Con inmensa gratitud por la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) voy a relatar dos importantes curaciones. En ambos casos, y por medio de la oración solamente, se restableció la salud de dos niños que estaban seriamente enfermos. La primera de esas curaciones me sucedió a mí, y la segunda, veintiocho años más tarde, a mi hijo menor.
Mi curación, como me la relataron, tuvo lugar cuando tenía dos años y vivía con mis padres y mi hermana mayor en el sur de Utah, Estados Unidos. Vivíamos en una mina en actividad, en la que mi padre era el superintendente. Puesto que mi hermana y yo éramos los únicos niños en la zona, con frecuencia nos daban golosinas en la posada donde comían los trabajadores de la mina. Un día, me dieron melocotones de una lata que, luego descubrieron, estaba herrumbrosa. Poco después, me enfermé gravemente de lo que el doctor de la mina diagnosticó como veneno de ptomaína.
Los recursos médicos de la colonia minera eran muy limitados, de modo que mi abuelo, muy alarmado, vino y me llevó a su casa en Salt Lake City, para que me dieran tratamiento médico. Mi madre y mi hermana también vinieron. Allí, a pesar de los servicios que me prestaron tres médicos de Nueva York, quienes por coincidencia estaban en la ciudad atendiendo otro caso, me puse peor. Después de tres semanas, estos médicos informaron que no podían hacer nada más. Dijeron que me estaba muriendo.
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