Después de haberme dedicado muchos años a la actividad comercial‚ llegó el momento en que pude quedarme en casa. Y‚ realmente‚ disfrutaba poder hacer más cosas en la casa para mi esposo y para mí. También saboreaba cada momento que pasaba a solas y tranquila. Sin embargo‚ después de unos seis meses‚ empecé de vez en cuando a hacer un alto en mis tareas domésticas para ver televisión; por lo general‚ mientras almorzaba. Por supuesto‚ una telenovela era el pasatiempo perfecto; eso creía.
A medida que pasaban los meses‚ veía esta telenovela con mayor frecuencia; algunas semanas‚ me la perdía sólo uno o dos días. Además‚ pasaba tiempo comentando lo que sucedía en la telenovela con amigas que también la veían. Hasta llegué al punto de grabar el programa en cinta de video si tenía que salir. Los episodios del programa también comenzaron a afectar mi estado emocional por el resto del día.
Vi claramente que algo andaba mal. Decidí que el programa era en verdad algo ridículo‚ y dejé de verlo. Pero, no dio resultado. Me seguía preguntando qué les estaría pasando a los personajes de la telenovela; qué le dijo él a ella‚ y lo que ella le hizo a él. Después de dos meses de haber evitado verla‚ la miré otra vez‚ sin poner mucho interés. Rápidamente se convirtió en un hábito.
¿Qué me atraía?‚ me pregunté. A medida que oraba sobre esta situación en los meses siguientes‚ algunas cosas salieron a luz. En primer lugar‚ descubrí que el programa despertaba‚ en mi consciencia‚ aquellos pensamientos sensuales que había aceptado sin poner en duda su existencia. También aprendí que el hablar acerca de los personajes del programa era‚ en realidad‚ una forma de chismografía. Asimismo‚ me di cuenta de que había estado aceptando inconscientemente un sentimiento de soledad‚ y que los personajes estaban tomando el lugar de los compañeros con quienes solía tratar en el trabajo. Era evidente que estos problemas estaban saliendo a la superficie de mi pensamiento para ser sanados.
El comentario que tenía la definición de atracción en un diccionario‚ me indicó algunos de los elementos negativos de mi fascinación con este programa. “Atracción implica la posesión de una cualidad que tiene una cosa‚ que hace que otra cosa sea impelida hacia ella”. Yo sabía que sólo quería ser impelida hacia cualidades tales como la pureza‚ la confianza en Dios y la inteligencia‚ no hacia la sensualidad‚ el azar ni la adoración de la personalidad mortal. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “Cada paso hacia la bondad nos aleja de la materialidad y tiende a acercarnos a Dios‚ el Espíritu. Las teorías materiales paralizan parcialmente esa atracción hacia el bien infinito y eterno por una atracción opuesta hacia lo finito‚ temporario y discordante”.Ciencia y Salud‚ pág. 213. Iba entendiendo cada vez más por qué no quería tener parte alguna en la atracción material.
Durante aquellos meses en que todavía veía el programa de vez en cuando‚ comencé a servir como Primera Lectora en mi filial de la Iglesia de Cristo‚ Científico. Pasé muchas horas de gozoso y fructífero estudio y oración‚ como parte de mi trabajo en ese cargo. De modo de ser una Lectora eficiente‚ era para mí importante mantener el pensamiento apartado de la mentalidad mundana y mortal‚ y recurrir a Dios y a la realidad espiritual.
Al reconocer que mis conversaciones sobre lo que sucedía en las telenovelas eran realmente chismografía‚ me llamó la atención esta declaración en Ciencia y Salud: “A quienes tienen trabajo mental por delante‚ no les sobra tiempo para chismear acerca de leyes o testimonios falsos”.Ibid.‚ pág. 238. Pude ver que los variados problemas de nunca acabar en las telenovelas — enfermedades‚ engaños‚ accidentes‚ infidelidades‚ lujurias, todos disfrazados en paquetes llamativos — eran‚ en realidad‚ un falso testimonio acerca de Dios y el hombre.
La Biblia nos dice que “creó Dios al hombre a su imagen”. Gén. 1:27. De ello se desprende que el hombre‚ la imagen de Dios‚ el bien‚ no puede experimentar enfermedad‚ accidente ni ninguna de las tragedias descritas de un modo tan gráfico.
Comprendí que al aceptar la sensualidad‚ la enfermedad y la soledad como reales para los personajes del programa, también estaba aceptándolas como reales para mí. Era evidente que tenía que alejar mi pensamiento de esos cuadros falsos acerca del hombre‚ y ver al hombre puro‚ saludable y amado‚ como Dios lo hizo. Dediqué más tiempo a pensar y vivir desde la base de mi verdadera naturaleza como la hija de Dios. El considerarme a mí misma y a los demás bajo esta luz verdadera‚ comenzó a llenarme de una maravillosa sensación de libertad.
Los personajes de la telenovela parecían impotentes frente a la lujuria‚ la enfermedad y el temor. Y yo conocía a muchas personas en la vida real que parecían ser exactamente como ellos, ¡incluso yo misma! No obstante‚ el efecto hipnótico que este programa tenía sobre mí empezó a desaparecer cuando comencé a entender que yo no estaba desamparada. Como una idea pura de Dios‚ en realidad no podía ser atraída por la lujuria y el sensualismo‚ que no provienen de Dios‚ el Espíritu. La Sra. Eddy afirma: “No hay sino una sola atracción real‚ la del Espíritu”.Ciencia y Salud‚ pág. 102.
El autogobierno‚ la integridad y la pureza — cualidades de Dios — son las poderosas realidades de nuestra identidad espiritual. Ellas nos permiten liberarnos de las falsas atracciones.
Mi trabajo de Lectora me llenaba constantemente de una convicción tal del cuidado y del amor de Dios‚ que una sensación profunda de paz y satisfacción se convirtió en una presencia constante en mi consciencia. Un día en que me sentía invadida por esta sensación de paz‚ me senté a ver la telenovela a la hora del almuerzo. Ocurrió algo triste al final del programa (un acontecimiento no poco común)‚ y‚ de pronto‚ me encontré contendiendo con una sensación de tristeza. Pero percibí que esta infelicidad no era real; ¡era simplemente una reacción frente al programa de televisión! Y aun si se tratara de algo triste que ocurriera en “la vida real”‚ tendría que ser considerado como lo que era: un testimonio falso‚ que pretendería ocultar el hecho real de la eterna presencia de Dios en la vida de Sus creaciones. Esto me liberó de la tristeza‚ y el deseo de mirar el programa de nuevo simplemente se desvaneció. Unas pocas veces más me vino al pensamiento la sugerencia de ver la telenovela‚ aunque fuera por unos minutos‚ pero siempre tenía algo mucho más importante que hacer.
La realidad de la presencia de Dios es lo que satisface‚ más de lo que una telenovela jamás podría hacerlo. Y proporciona muchísima más alegría.
    