Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

El trabajo en la iglesia: sin mancha‚ ofensa o culpa

Del número de julio de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Acababa de terminar la Escuela Dominical y comenzaba a tomar parte activa en una filial de la Iglesia de Cristo‚ Científico‚ cuando uno de los miembros que había sido maestro de la Escuela Dominical me contó algo que había sucedido en nuestra iglesia unos años antes. Su madre‚ que era conocida por su tierna compasión y sensatez‚ estaba trabajando un día en la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana cuando entró una señora muy pobre. Traía un regalo para la Sala de Lectura en señal de aprecio por el bien enorme que la Ciencia Cristiana le estaba haciendo. El regalo era un ramo de flores de papel hechas en casa‚ no eran bonitas ni apropiadas para la Sala de Lectura. Mas la persona encargada las aceptó con amor y con el mismo espíritu con que eran ofrecidas‚ y las puso en un florero.

Poco después‚ cuando ya la señora se había ido‚ entró un miembro de la iglesia‚ una persona que era muy meticulosa. Cuando vio las flores de papel que eran de muy mal gusto‚ dio rienda suelta al enojo. Criticó a las flores‚ a la donante y a quien las había aceptado pues‚ según ella‚ no había sabido cuidar la belleza de la Sala de Lectura. La encargada le dijo con ternura: “Querida‚ ¿Dios le dijo que dijera eso?” Al oír esto‚ la señora le dio la espalda con indignación y salió muy enojada‚ pero volvió en seguida y dijo con contrición: “No. Dios no me dijo que lo dijera. ¡Fui yo!”

No sé por cuánto tiempo las flores de papel adornaron la Sala de Lectura. Y creo que no tiene importancia. Lo que sí sé es que después‚ y durante muchos años‚ esa señora “meticulosa” miembro de nuestra iglesia‚ fue practicista listada en el The Christian Science Journal‚ y sus oraciones sanaron a mi familia y a muchas otras personas. Y la encargada en la Sala de Lectura ese día‚ continuó siendo una torre de fortaleza para su familia y para nuestra iglesia filial.

¡Qué humildad! En primer lugar‚ por parte de la encargada de la Sala de Lectura‚ quien no se perturbó por la airada reprimenda; y en segundo lugar‚ por parte de la exigente señora miembro de la iglesia. Ambas‚ y también la señora que había obsequiado las flores‚ amaban la Ciencia Cristiana. Y ese amor fue lo que triunfó.

Nosotros también amamos sinceramente la Ciencia Cristiana porque nos da un entendimiento de la verdad del ser que trae curación y armonía a nuestra vida. “Esta Ciencia es una ley de la Mente divina‚ un ánimo persuasivo‚ un ímpetu infalible‚ una ayuda siempre presente”‚ como nos dice nuestra amada Guía‚ la Sra. Eddy. Ella nos asegura: “Su presencia se siente‚ porque actúa y actúa con sabiduría‚ abriendo el camino de la esperanza‚ la fe‚ el entendimiento”.The First Church of Christ‚ Scientist‚ and Miscellany‚ pág. 3.

Deseamos compartir las bendiciones que trae la Ciencia Cristiana porque‚ en cierto grado‚ nos damos cuenta del impacto que tiene en nuestra vida y en el mundo. Una manera importante de hacerlo es mediante la participación activa en el trabajo de nuestra iglesia filial.

Muchos recordamos esa emoción tan especial que se siente al trabajar por primera vez como ujier‚ miembro de un comité‚ ayudante de la Sala de Lectura‚ o tener la seria responsabilidad de ser elegido miembro de la comisión directiva de nuestra filial. El aprendizaje continuo que se va desarrollando en la relación espontánea entre el maestro de la Escuela Dominical y los niños y jóvenes‚ es una de las mayores alegrías que uno pueda tener. Y quienes han trabajado como lectores generalmente consideran ese cargo como una de las oportunidades más satisfactorias que ofrece nuestra iglesia.

Pero con la alegría vienen también los desafíos. Y‚ en realidad‚ no deberíamos sorprendernos de ellos. El éxito del movimiento de la Ciencia Cristiana destruirá el mal‚ o la mente carnal‚ pero el mal pone resistencia a su exterminador. Si esta resistencia no se encara mediante la oración‚ puede insinuarse en el pensamiento de los miembros de una iglesia en forma de crítica injustificable‚ celos u orgullo. Y‚ luego‚ como consecuencia de ello‚ alguien se siente ofendido o amargado.

Por lo general‚ tanto los que se sienten ofendidos‚ como los que voluntaria o involuntariamente los ofendieron‚ aman la Ciencia Cristiana y sienten el deseo sincero de promover el progreso de nuestra Causa. Ese es el momento de ver que el magnetismo animal — el mal‚ o la mente carnal — no puede usar a nuestros miembros como sus objetivos o víctimas. Es necesario que veamos cualquier clase de perturbación como un ataque de la mente carnal a la Iglesia que es el portavoz de la Verdad, la Iglesia de Cristo‚ Científico. El ataque no es personal. Es el mal impersonal que trata de impedir que siga el trabajo sanador y regenerador de la Ciencia Cristiana.

Supongo que la mayoría de nosotros que hemos sido miembros activos de la iglesia durante un período de tiempo‚ alguna vez hemos sentido que se nos trataba mal. Y si somos sinceros‚ la mayoría de nosotros puede recordar una o más veces en que nosotros nos comportamos mal y ofendimos a otros. Pero en lugar de cargar indefinidamente con el peso de sentirse ofendido o culpable‚ confiamos en la oración sincera para eliminar las manchas causadas por esos incidentes irritantes.

Quienes conocemos los productos para lavar la ropa sabemos que aun las manchas más rebeldes desaparecen cuando se les aplica el tratamiento adecuado‚ aun cuando fuera necesario repetir las aplicaciones. Esto es verdad también para las manchas causadas por ofensas o culpa en nuestras iglesias filiales. Aplicando la sabiduría espiritual y la humildad‚ juntamente con el espíritu caritativo y bondadoso‚ se pueden quitar de inmediato tanto el sentimiento de ofensa como de culpabilidad. Pero una aplicación constante de estas cualidades es lo que necesitamos para las manchas rebeldes.

Naturalmente que nos lamentamos — y nos arrepentimos — cuando nos equivocamos o fallamos en hacer nuestra parte para traer paz y curación a nuestras comunidades y al mundo. Pero nuestra pena se convierte en gozo cuando aprendemos a ser humildes.

La humildad no significa ser víctima de las frustraciones de otro. Es una cualidad que requiere gran dignidad y el reconocimiento de que Dios está gobernando la situación; en las palabras del Apóstol Pablo‚ “de ninguna cosa hago caso”. Hechos 20:24. Significa que podemos permanecer imperturbables — no en justificación propia‚ ni sintiéndonos espiritualmente consagrados — sino con una persistente confianza en que si lo que aparentemente sucede no es bueno no proviene de Dios‚ y tiene que ser un invento de la mente mortal‚ que no puede durar. Podemos negarnos a permitir que se nos impresione con una mentira respecto a nosotros‚ a cualquier otra persona o a nuestra iglesia filial. Podemos aferramos al hecho científico de que la Mente divina es la única Mente que realmente existe.

Con esta humildad vendrá el deseo creciente de orar diariamente por el progreso de nuestra Iglesia y de su santa misión. Nos sentiremos impelidos a ser más fieles a las Bienaventuranzas Ver Mateo 5:3–12. enseñadas por Jesús.

Esta fidelidad nos ayudará a ser más amables con los miembros de nuestra iglesia. Veremos que es más natural amarnos y apreciarnos los unos a los otros‚ así como orar con las palabras del poema de nuestra Guía‚ en ese himno que todos amamos:

Oh‚ bajo Tu ala tutelar
seremos en el bien
alondras que para anidar
la misma rama ven.

Comprenderemos la verdad que entrañan las líneas que siguen:

La flecha que nos da dolor
no parte del devoto amorHimnario de la Ciencia Cristiana‚ N.° 32..

A medida que expresamos “devoto amor” aprendemos a corregir o a aceptar la corrección‚ cuando sea necesaria‚ en nuestra iglesia filial‚ sin ofender ni sentirnos ofendidos. La sabiduría y la humildad quitarán las manchas del orgullo herido o de la voluntad propia obstinada‚ y preservarán la hermandad cristiana de nuestros miembros.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1987

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.