Estas charla se dio en la Reunión Internacional de las Organizaciones Universitarias que se celebró en La Iglesia Madre en agosto de 1985.
Nuestra participación en la Iglesia de Cristo, Científico, jamás debe separarnos de aquellos que están procurando una mayor comprensión de la Palabra, cualquiera que sea su religión. La Biblia sirve de enlace esencial para unir a los cristianos. Las bendiciones vienen cuando adoptamos una actitud mental en la que demostramos que todos estamos trabajando juntos, que mi demostración de las verdades espirituales acerca de Dios y del hombre no es automáticamente más avanzada que la de los demás (por el sólo hecho de que me considero una Científica Cristiana), y que hay variados puntos de vista que se pueden obtener de nuestros compañeros cristianos.
No debemos temer la intercomunicación con otros cristianos. En realidad, puede que esto nos ayude a aclarar lo que realmente creemos. Esto debe hacerse con receptividad, de una manera cristiana y sincera.
Estudio diariamente la Lección Bíblica que se indica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; además, soy profesora universitaria y pertenezco a la organización de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, hace tres años, en la primera reunión de la organización de la Ciencia Cristiana, a comienzos del año universitario, recibí, al escuchar las selecciones que se leían, un gran impulso para dedicarme más al estudio de la Biblia. La oportunidad se presentó casi de inmediato. Se había empezado a formar un grupo de confraternidad religiosa en el cuerpo docente, de modo que decidí concurrir a su reunión al día siguiente. Al comienzo, sólo me senté a observar y escuchar en silencio, sin atreverme a participar por temor a decir “lo que no debía”. Cuando la conversación comenzó, se hizo evidente que el objetivo de la reunión no era el de estudiar la Biblia, sino el de señalar los engaños de una religión determinada, basándonos en la información contenida en un libro que pretendía dar una descripción exacta de lo que llamaba “sectas no cristianas”. Los participantes, me enteré, planeaban hablar sobre una de estas “religiones falsas” todas las semanas.
Cuando me pasaron el libro para examinarlo observé que, en la siguiente reunión, se iba a tratar la Ciencia Cristiana. Enseguida oré: “¡Hágase tu voluntad!” Así como lo temía, sabía que iba a tener que decir algo. De modo que tomando ánimo pregunté si me permitían la palabra.
“¡Sí, por supuesto!”, me respondieron.
Entonces dije: “Acabo de notar que el siguiente artículo es sobre Ciencia Cristiana... Pues bien, yo soy Científica Cristiana, y sé que somos cristianos y no una secta. Tal vez, nuestro grupo debería tener mucho cuidado al juzgar otras religiones basándose en opiniones escritas por algún extraño. ¿No sería más provechoso para todos nosotros concentrarnos en lo que tenemos en común, en lugar de denigrar las creencias de los demás? Vine aquí porque me interesa obtener una perspectiva más profunda de la Palabra. Pienso que, quizás, podríamos beneficiarnos más si eligiéramos diferentes libros de la Biblia y los estudiáramos”.
La sala cobró vida con sonrisas, expresiones de alivio y comentarios de aprobación. Elegimos el libro de Santiago como punto de partida, y una señora muy amable ofreció comprar una guía de estudio para que la compartiéramos entre todos. Durante las semanas siguientes, se fomentó entre nosotros una afectuosa amistad, respeto y apreciación mutuos. Aún estamos estudiando el Nuevo Testamento.
Para mí, la clave para mantener este espíritu de respeto y reprocidad ha sido el reconocimiento de que estoy allí para aprender más acerca de la Palabra inspirada junto con los demás, no para predicar y persuadir. Se requiere mansedumbre y paciencia, aquella mansedumbre que Jesús expresó cuando lavó los pies de sus discípulos. Al seguir su ejemplo, hacemos honor a la revelación de la verdad acerca de Dios y el hombre. Nos lavamos los pies los unos a los otros cuando prestamos atención a la espiritualidad de las ideas de los demás, en vez de oír la mera terminología, y también cuando hallamos puntos esenciales de común acuerdo y los desarrollamos. Por ejemplo, cuando el hombre es descrito como que ha nacido en pecado, sé que nos referimos al hombre mortal; y este falso sentido acerca del hombre es ciertamente pecaminoso. Al referirse a los mortales, la Sra. Eddy dice: “Desde el comienzo de la historia mortal fueron ‘concebidos en pecado y dados a luz en iniquidad’”.Ciencia y Salud, pág. 476. No obstante, necesito progresar más en mi propio pensamiento para ver al hombre como la imagen y semejanza de Dios.
El concepto acerca del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, tampoco le es extraño al Científico Cristiano. En un pasaje que describe a la trinidad, la Sra. Eddy dice: "La Vida, la Verdad y el Amor constituyen la Persona trina y una, llamada Dios — esto es, el Principio triplemente divino, el Amor. Representan una trinidad en unidad, tres en uno — iguales en esencia, aunque multiformes en función: Dios el Padre-Madre; Cristo la idea espiritual de filiación; la Ciencia divina o el Santo Consolador".Ibid., pág. 331.
Cuando nuestro grupo se toma de las manos y ora en voz alta en bien de aquellos que enfrentan dificultades, percibo en silencio la armonía que pertenece a toda la humanidad. Cuando me toca a mí dirigir la oración, trato de asegurarme de que las palabras que uso puedan comprenderlas todos los presentes, en lugar de usar palabras que me son familiares solamente a mí como Científica Cristiana. La Sra. Eddy explica: “La dificultad principal para transmitir con exactitud las enseñanzas de la Ciencia divina al pensamiento humano consiste en que, como todos los demás idiomas, el inglés es insuficiente para la expresión de conceptos y proposiciones espirituales, porque uno se ve obligado a usar términos materiales cuando tiene que ver con ideas espirituales. La elucidación de la Ciencia Cristiana se funda en un sentido espiritual, y sus discípulos tienen que obtener ese sentido para comprender el significado de esa Ciencia”.Ibid., pág. 349. Puesto que percibo que nuestros corazones están unidos, es importante que no haya malentendidos debido a los términos que uso.
He podido compartir curaciones con el grupo. He podido contribuir con nuevas ideas cuando exploramos los pasajes de la Biblia. Y algunos de estos nuevos amigos se sorprenden de que, como Científica Cristiana, esté dispuesta a dedicar mi tiempo y energías para unirme a ellos en un compañerismo cristiano. Lo mejor de todo es que ha aumentado mi aprecio por el cometido a la curación que se está haciendo evidente en muchas religiones, y el reconocimiento de Dios como del todo amable, siempre presente y todopoderoso.
Un segundo foro para la participación interreligiosa es la Asociación de Ministros en las universidades, que incluye un representante de cada organización religiosa en la universidad. Allí, extendí una invitación a todos los demás grupos para que concurrieran a la próxima conferencia sobre Ciencia Cristiana. La asociación acordó espontánea e inmediatamente en adelantar una hora — para evitar que coincidiera con nuestra conferencia — una reunión destinada a planear una campaña ecuménica para recaudar alimentos. Uno de los miembros de nuestra organización tomó parte en esa reunión, y trajo a varios de los participantes de esa reunión a nuestra conferencia. El capellán de la universidad mostró interés y también concurrió, y escuchó atentamente toda la conferencia.
En la siguiente reunión de ministros de la universidad, este capellán informó al grupo, con una sonrisa radiante, sobre la impresión que le había causado la clara reseña que había dado el conferenciante sobre los puntos principales de la Ciencia Cristiana, y de lo concisas que habían sido las respuestas que dio al finalizar la conferencia. Posteriormente, este capellán ayudó a hacer los arreglos para que una iglesia filial trajera una mesa a la universidad para compartir el The Christian Science Monitor.
Nos es posible aprender a valorar más profundamente las señales de la luz espiritual en otras religiones, así como en cada una de las personas. Así podemos hacer más para rasgar el velo del templo de hoy en día, al igual que el velo que permitía sólo a los sumos sacerdotes entrar en el lugar santísimo se rasgó durante la crucifixión de Jesús. Ver Mateo 27:51. Dummelow comenta sobre este pasaje como sigue: “Hay quienes ven en [este rasgar] una señal de que el antiguo pacto se había terminado, que los sacrificios quedaban abolidos y que la presencia divina había sido retirada del Templo, es decir, que el Sanctasanctórum quedaba ahora convertido en suelo común, abierto, para que todos entren”. J. R. Dummelow, The One-Volume Bible Commentary (New York: The Macmillan Co., 1936), pág. 718.
A medida que vencemos la resistencia a cuidar realmente de las necesidades de los demás, que tal vez alberguemos en nuestro pensamiento, podemos anular la resistencia que se manifieste hacia nosotros. Nuestro movimiento puede ayudar a mantener y promover el pensamiento sin prejuicios. Esto puede producir un profundo impacto en el mundo.
[Extractos compilados de la sección “The Church in Action” del The Christian Science Journal.]
