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Nuestra familia conoció la Ciencia Cristiana a través de una curación...

Del número de julio de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestra familia conoció la Ciencia Cristiana a través de una curación que tuvo la hermana de mi padre, quien vivía en la ciudad de Nueva York. Mi tía era pianista de concierto, y había perdido el uso de las manos debido a rigidez en las muñecas. En busca de ayuda, ella fue a una ciudad donde iba a recibir tratamiento médico para el problema. Un matrimonio, ambos estudiantes de Mary Baker Eddy, se hospedaba en el mismo lugar que mi tía y, al ver su necesidad, le hablaron del poder sanador de la Ciencia Cristiana. Ella fue muy receptiva a recibir tratamiento por la Ciencia Cristiana y, en efecto, recibió una curación instantánea de la rigidez de las muñecas. Debido a la gratitud que sintió por esta curación, el mayor deseo de mi tía fue el de servir a Dios. A su debido tiempo, ella dejó su trabajo como pianista de concierto, y, con el correr del tiempo, llegó a ser practicista de la Ciencia Cristiana.

Cuando mi tía visitó nuestro hogar en el Medio Oeste de los Estados Unidos, después de su curación, ella nos presentó la Ciencia Cristiana, la que pronto aceptamos como nuestra manera de vivir. Más tarde, personas de la localidad que se interesaron en la Ciencia Cristiana, comenzaron a reunirse en diferentes casas hasta que se consiguió un local público para celebrar los cultos dominicales. Aunque en ese entonces no teníamos una Escuela Dominical, recuerdo muy bien cómo un dedicado miembro nos llevaba, a mis hermanas y a mí, a un lugar aparte y nos instruía en las enseñanzas básicas de la Ciencia Cristiana. Esas lecciones fueron de muchísima ayuda en nuestro naciente interés en Dios.

Recuerdo especialmente que mi madre hablaba de una curación que tuvo lugar en nuestra familia. Mi padre se encontraba en un pueblo vecino inspeccionando un viejo edificio, cuando una pared le cayó encima. Tan pronto como mi madre se enteró de esto, fue a reunirse con él. Cuando llegó, le dijeron que había pocas esperanzas de que mi padre sobreviviera. Inmediatamente, ella se comunicó por cable con su cuñada en Nueva York, y le pidió su ayuda por medio de la oración. (Para ese entonces, todo tratamiento médico había sido suspendido.) Para nuestro gran regocijo, papá regresó a casa en corto tiempo, completamente bien. Su curación fue total, y no hubo período de convalecencia.

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