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Cristo Jesús, el Salvador

Del número de julio de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Y nosotros hemos visto y testificado que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. 1 Juan 4:14

Al igual que los demás cristianos, los Científicos Cristianos veneran profundamente a Cristo Jesús como el Salvador, como el Mesías que fue prometido en el Antiguo Testamento y que vino ungido con la gracia de Dios para traer salvación a la humanidad. En sus propias palabras, Jesús proclamó: “No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo”. Juan 12:47. También declaró: “El Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido”. Mateo 18:11.

¿Es posible que lo que la consciencia humana había perdido de vista era el verdadero reino de Dios, que se ha acercado? El sentido de la realidad espiritual de la humanidad había sido ofuscado por el materialismo. La percepción que tenía la humanidad no había llegado a alcanzar la gloriosa verdad de que Dios es Espíritu, Amor, Alma y Vida omnipotentes. Y, por consiguiente, la humanidad estaba dejando de ver la verdad de que el hombre es la semejanza pura de Dios, la expresión totalmente espiritual del Amor, la manifestación impecable, exenta de enfermedad e inmortal de la Vida infinita.

El Salvador era la evidencia suprema del poder del Amor divino para responder a la necesidad de percepción espiritual que tiene la humanidad. Como los profetas del Antiguo Testamento habían esperado, el Mesías vino a la humanidad cumpliendo la promesa que dice: “No se ofuscarán entonces los ojos de los que ven, y los oídos de los oyentes oirán atentos”. Isa. 32:3.

Al comienzo de su ministerio, Jesús se levantó a leer de las Escrituras en la sinagoga, dando un compendio de su misión como Mesías. Las Escrituras confirmaron que él por cierto restauraría la percepción que se había ofuscado y sanaría los efectos de la ignorancia espiritual. Jesús leyó: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”. Lucas 4:18, 19.

El Maestro hizo precisamente eso. Predicó con autoridad la palabra de la Verdad a las multitudes, revelando el poder y la presencia de Dios para transformar vidas individuales y traer abundancia de bien donde parecía haber pobreza de espíritu. Cuando Jesús sanó a los leprosos, los liberó del cautiverio en que se hallaban por el terror a esa enfermedad, y, también, de la separación y soledad que exigían las leyes de salubridad de la época. Cuando el hijo único de una viuda fue resucitado de la muerte, esa notable curación ciertamente sanó el corazón quebrantado de la madre al mismo tiempo que restauró la vida del joven. Y entre las curaciones de los que eran literalmente ciegos, está la experiencia del ciego Bartimeo, quien desechó sus harapos de mendigo para seguir a Jesús. Pues el Salvador había llegado al corazón de ese hombre y le había restaurado la vista, iluminando su sentido de realidad espiritual y trayendo luz a la oscuridad en la cual Bartimeo había estado viviendo.

Sin embargo, puede que hoy algunos crean que lo que Jesús dijo e hizo es simplemente historia pasada. Después de todo, ocurrió hace cerca de dos mil años. Y tal vez algunos piensen que la humanidad del siglo veinte está tan sumergida en el materialismo que la percepción espiritual en esta época ha fracasado irreparablemente.

Pero el Amor divino está respondiendo a esta gran necesidad aún ahora. Las palabras y obras de Cristo Jesús permanecen con nosotros para inspirarnos y guiarnos mediante la verdad viviente de la Biblia. Y nosotros también tenemos la Ciencia de Cristo, que la Sra. Eddy descubrió en el siglo pasado, para enseñarnos todo el significado espiritual de las Escrituras y mostrarnos cómo demostrar el poder salvador y la proximidad de la ley de Dios.

La Ciencia Cristiana está revelando a la humanidad que el Cristo, que era la naturaleza divina de Jesús, está siempre con nosotros como el mensaje incorpóreo de salvación que proviene de Dios para iluminar en todas las épocas, incluso la nuestra, la oscuridad de la consciencia humana. El Cristo continúa con su acción salvadora, la acción de curar la enfermedad y redimir el pecado. Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, explica al Cristo de esta manera: “La divina manifestación de Dios, la cual viene a la carne para destruir al error encarnado”.Ciencia y Salud, pág. 583.

En otro de sus escritos, la Sra. Eddy explica claramente la continua presencia del Cristo salvador que proviene de Dios. En un párrafo, dice acerca de Jesús: “¡Salvador personal por sólo tres años!, sin embargo, los cimientos que sentó son tan eternos como la Verdad misma, la piedra angular principal”. Más adelante, la Sra. Eddy observa: “Después de su breve y valerosa lucha, y de la crucifixión del hombre corpóreo, el Salvador incorpóreo — el Cristo o idea espiritual que guía a toda la Verdad — tenía que venir por medio de la Ciencia Cristiana, demostrando la curación del cuerpo y de la mente”.Escritos Misceláneos, pág. 163.

Cristo Jesús siempre será adorado como el único Salvador personal del cristianismo. Y aunque Jesús ya no está presente en forma personal, la Ciencia Cristiana revela ahora que el Cristo incorpóreo está siempre presente, siempre activo para abrir los ojos ciegos, cualesquiera que sean el momento y lugar en que la percepción de la espiritualidad que posee la humanidad parezca haber fracasado. El Cristo está aquí para liberar a los cautivos y viene a la consciencia individual dondequiera que haya la necesidad de curación y redención. Es causa de gran regocijo conocer a nuestro Salvador y comprender que el Cristo, el cual Jesús ejemplificó, permanece siempre con nosotros.

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