El primer empleo que tuve fuera de la supervisión de mi familia, fue un trabajo de construcción. Aunque mi empleador era una persona considerada y amigo de mi familia, el trabajo en sí era difícil y exigía mucho físicamente.
El día que empecé a trabajar, mi jefe me dijo lo que tenía que hacer. Pero en mi exuberancia juvenil, estaba seguro de que la pura fuerza muscular substituiría la falta de conocimientos y la experiencia. Al terminar el día estaba adolorido y me preguntaba cómo podría continuar en este trabajo. A la mañana siguiente me sentía peor, pero estaba más dispuesto a escuchar y aprender.
Claro está que la impetuosidad o la inexperiencia no son características exclusivas de la juventud. Ni es únicamente el trabajo físico pesado lo que nos enseña el valor de obedecer reglas y obtener conocimientos. Por ejemplo, cuando se trata de aprender cómo sanar en la Ciencia Cristiana, es, por cierto, muy necesario aprender por experiencia.