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La Mente sabe cómo sanar todo

Del número de julio de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Alguna vez se ha preguntado cómo una enfermedad corporal, con sus complejos procesos, puede ser sanada “simplemente mediante la oración”? Si somos sinceros, casi todos tenemos que admitir que alguna vez nos hemos hecho esa clase de pregunta.

Tomemos como ejemplo la gripe; podríamos preguntarnos cómo se puede bajar la fiebre, cambiar secreciones anormales, eliminar los escalofríos, etc. Y, sin embargo, la curación mediante el Cristo, como se entiende en la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), con frecuencia ha hecho todo eso.

Pero, ¿qué decir cuando una situación es más grave? A una amiga mía que comenzaba la práctica pública de la Ciencia Cristiana, le pidieron ayuda por medio de la oración para sanar un tímpano perforado. Ella se preguntó cómo podría corregirse eso, pues parecía tan definitivo. Pero hizo a un lado esa pregunta de la mente humana y obedeció a Dios. Se dio cuenta de que Dios, quien la Ciencia Cristiana enseña que es Mente, de ninguna manera podía ser desconcertado por esa pregunta. Y la curación se efectuó.

Hoy en día, los medios de comunicación presentan gráficamente imágenes del cuerpo en colores, así como llamativos diagramas de las partes anatómicas del cuerpo. No hay mucho acerca de los aspectos básicos del cuerpo que la gente de la década de los ochenta no sepa, ya sea que lo quieran saber o no. Por tanto, algunas veces es útil que nos recordemos a nosotros mismos los puntos clave acerca de la Ciencia del Cristo y su acción sanadora.

Lo que encierra la curación no es primordialmente el triste estado de las situaciones en que se encuentra el cuerpo. La oración no es una especie de escalpelo y aguja divinamente poderosos que deben cortar y coser el cuerpo para devolverle la salud. Por el contrario, como se entiende en la Ciencia Cristiana, la oración nos permite reconocer y tomar posesión de la salud que ya existe porque Dios existe.

¿Dónde está esa salud si no parece estar en el cuerpo? Está donde la verdadera salud siempre está, y en el único lugar donde puede estar, es decir, en la consciencia espiritual del ser armonioso e infinito de Dios. Lo que aprendemos mientras oramos no es el mecanismo para poder componer un cuerpo fracturado, sino lo perfecto que ya es el hombre porque es la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu. Y este reconocimiento espiritual nos da un sentido normal de la salud.

Por esta razón, no hay ninguna enfermedad que esté exenta de curación mediante el tratamiento que es oración; nada es demasiado complejo, raro, o letal. Un análisis de los testimonios de curaciones publicados a través de los años en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana y en la literatura sobre la curación cristiana de otras iglesias, hace más profunda nuestra convicción.

Para la mayoría de las preguntas como la siguiente: “¿Ha sido alguna vez sanado esto o aquello”? vemos que la respuesta es “sí”. Los tipos de enfermedades y el mal funcionamiento corporal que han sido sanados incluyen tanto los de nombres de nueve o diez sílabas, como los de nombres “clásicos” y simples. Es avasalladora la evidencia de que la materia cambia notablemente bajo la influencia de la oración. Esto nos hace recordar que cuando Cristo Jesús envió a sus discípulos a sanar y predicar, Ver Mateo 10:1, 5–8. la Biblia dice que les dio poder para “sanar toda enfermedad y toda dolencia”.

En el capítulo titulado “La fisiología” en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy hace las siguientes declaraciones basadas en muchos años de experiencia en la curación cristiana: “La mente humana produce lo que se denomina enfermedad orgánica tan ciertamente como produce la histeria, y tiene que renunciar a todos sus errores, enfermedades y pecados. He demostrado eso incontestablemente. La evidencia del poder sanativo de la Mente divina y de su absoluto gobierno me es tan cierta como la evidencia de mi propia existencia”.Ciencia y Salud, pág. 177.

Lo que parece ser un cuerpo material — ya sea que tenga algo mal, o no — es, de hecho y por completo, la interpretación de la mente humana o mortal. Es una condición mental, con toda su aparente cadena de causas y procesos consecutivos, su estructura microscópica, su evidencia visible y sus efectos predecibles. Y esto se confirma cuando el estado mental se cambia por medio de la inspiración y el influjo espiritual que se manifiestan al confiar en la única Mente verdadera, que es Dios.

El resultado de recurrir por completo a la Mente, y no al cuerpo, muchas veces ha sido más eficaz que el escalpelo del cirujano, más vitalizante que el régimen de cualquier especialista. Podemos descansar en la certeza de que la Mente sabe cómo sanar todo lo que pueda presentarse. Pero, por supuesto, lo que realmente estamos diciendo es que la Mente divina expresa únicamente bondad y armonía, y es esta comprensión espiritual lo que efectúa la curación.

El creador, quien es Amor, no crea la enfermedad; por lo tanto, no la conoce. Si El la conociera, jamás podríamos deshacer lo que El Mismo conoce. La verdad es que un Dios, que es supremamente justo, no ha creado a un hombre material vulnerable a la enfermedad. Puesto que El es Espíritu, ha creado al hombre espiritual, a Su propia imagen y semejanza. Llegar a esta comprensión requiere un continuo progreso moral y una ardua regeneración espiritual y cristiana, pero ésta es la única posición que tiene sentido para el pensamiento lógico, espiritualizado.

Para cada equivocación que se pueda hacer en matemáticas, ya existe la corrección o solución. Las enfermedades, las fracturas y el incorrecto funcionamiento corporal son a un nivel muy profundo, errores, es decir, son pensamientos apartados de la realidad de la salud y perfección del hombre las cuales son expresadas continuamente por un creador inteligente y bondadoso. No hay ningún error que pueda ocurrir para el cual no exista ya la verdad sanadora. Por tanto, podemos estar seguros de que, por así decirlo, “la Mente sabe cómo sanar todo”.

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