¿Pensamos a veces que cambiarnos de lugar podría resolver nuestros problemas; o determinamos‚ sin siquiera pensar en un cambio de lugar‚ que no podemos llegar a tener una vida armoniosa y llena de logros precisamente donde estamos?
Si es así‚ estamos procediendo‚ en cierto modo‚ como los conquistadores españoles en los siglos dieciséis y diecisiete‚ cuando‚ en América del Sur‚ emprendieron su viaje en busca de una ciudad llena de leyenda llamada El Dorado. Jamás encontraron ese lugar‚ pero no dejaron de buscarlo a pesar de las dificultades y privaciones que soportaron.
Esta ciudad legendaria era muy atrayente porque se suponía que había sido‚ como dice un diccionario‚ “un lugar de fabulosa riqueza‚ abundancia u oportunidad”. Pero‚ como este lugar no se encontró‚ es menester que nos preguntemos si esos exploradores estaban buscando en la dirección equivocada o si la ciudad jamás existió.
Supongamos que dejamos de poner nuestra atención en una ciudad material de oro y adoptamos una perspectiva espiritual. Tratemos de ver las riquezas legendarias como cualidades que esa ciudad podría incorporar. Considerémosla como un concepto espiritual tan valioso para nosotros que haríamos un gran esfuerzo por comprender este concepto de modo que influyera en nuestras vidas. Podríamos pensar de El Dorado en este contexto como un estado de abundancia‚ de absoluta suficiencia‚ libertad y satisfacción de todas las necesidades‚ de armonía ilimitada‚ de salvación‚ es decir‚ el reino mismo de los cielos.
Cristo Jesús proclamó: “El reino de Dios está entre vosotros”. Lucas 17:21. Entonces‚ nuestro El Dorado es una posibilidad presente. No se menciona que Jesús haya buscado‚ descrito o recomendado un lugar en especial‚ sino que él demostró en todas partes la omnipresencia de Dios. De esta manera‚ Cristo Jesús dio a entender claramente que existe la posibilidad de ser un ciudadano del reino espiritual ahora mismo. También puso de manifiesto que el “viaje” para descubrirlo es espiritual; no se trata de cubrir distancias materiales.
El relato sobre el enfermo en el estanque de Betesda nos dice cómo Jesús sanó a alguien que pensaba que el “viaje” significaba recorrer una distancia material‚ y cómo el Maestro demostró la presencia universal de la espiritualidad verdadera del hombre. Había un hombre en ese estanque — quien había sido un inválido durante treinta y ocho años — que esperaba que el agua en el estanque se agitara. Se creía que la primera persona que entrara en el agua luego de esto‚ sería sanada. Sin embargo‚ este hombre nunca alcanzó a llegar a tiempo. El creía que la solución a su problema consistía en cubrir la distancia que había entre él y el estanque.
¿Qué hizo Jesús? ¿Estaba a favor de esa opinión? Jesús le preguntó: “¿Quieres ser sano?” Juan 5:6. ¡Qué extraño que haya preguntado eso a un hombre que durante tantos años necesitaba curación! Tal vez tenía la intención de prevenir al hombre sobre el error básico de su manera de pensar. En el pensamiento de ese hombre‚ la “curación” evidentemente estaba estrechamente relacionada con el estanque.
A veces‚ puede que también nosotros veamos una sola posibilidad‚ un solo modo carente de imaginación para resolver un problema. Como si tuviéramos anteojeras‚ confundimos el cuidado omnímodo y espontáneo de Dios con nuestros propios conceptos de Su amor. No tenemos que hacer esto si recordamos lo que hizo Jesús en este caso.
Jesús rompió el círculo vicioso que relacionaba la curación con un lugar inalcanzable que quería hacer inalcanzable la recuperación. Al sanar al hombre instantáneamente demostró que ahora‚ en este lugar — y en cualquier lugar — el hombre es el hijo de Dios‚ amado‚ protegido‚ libre de todo peligro. El hombre siempre está unido con el Principio divino‚ Dios‚ siempre depende sólo de su Hacedor. La Mente‚ como la fuente de toda vida‚ abarca en este momento toda vida. Por cierto‚ la Mente es la Vida‚ y no conoce deterioro‚ pérdida de vitalidad ni enfermedad.
Un El Dorado en la materia es un mito porque es finito. Tal creencia presupone que el amor de Dios no cuida del hombre‚ ni lo gobierna siempre y por toda la infinitud. El hombre‚ como imagen de Dios‚ es totalmente suficiente‚ posee todas las aptitudes‚ todas las cualidades que su Padre-Madre Dios le otorgó. Para discernir que esta naturaleza espiritual del hombre es nuestro verdadero ser‚ en otras palabras‚ para reemplazar el concepto de un El Dorado material con la idea espiritual‚ no tenemos que emprender un largo viaje. El “viaje de descubrimiento” para todo concepto espiritual en la Ciencia Cristiana es la oración‚ el reconocimiento poderoso de la presencia de Dios.
En la Ciencia Cristiana‚ la oración no significa meramente pedir la ayuda de Dios‚ sino reconocer que la creación espiritual está precisamente donde estamos. La iluminación espiritual y — como consiguiente señal — la curación‚ pueden hallarse en cualquier lugar o momento.
No debemos sucumbir a la tentación de querer relacionar la curación o satisfacción con alguna clase de lugar de peregrinaje. El que piensa que puede recobrar la salud con un mero cambio de lugar‚ padece de la misma creencia de aquel que niega que la armonía y la perfección son una posibilidad presente‚ pues ambos niegan la omnipresencia de Dios. La creencia en un lugar en el que supuestamente “se efectúan curaciones”, también puede presentarse como una creencia en una persona que efectúa curaciones. Esto haría que nuestra felicidad dependiera de los demás. Todos tenemos que aprender a confiar enteramente en medios espirituales.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “Las dolorosas experiencias que resultan de la creencia en la supuesta vida de la materia‚ así como nuestros desengaños e incesantes angustias‚ hacen que vayamos‚ cual niños cansados‚ a los brazos del Amor divino”. Y continúa: “Los mortales tal vez procuren comprender la Ciencia Cristiana‚ pero no podrán cosechar de la Ciencia Cristiana las realidades del ser sin luchar por ellas. Esa lucha consiste en el esfuerzo por abandonar el error de toda índole y de no poseer otra consciencia que el bien”.Ciencia y Salud‚ págs. 322-323.
El “esfuerzo por abandonar el error de toda índole y de no poseer otra consciencia que el bien” es la tarea que se nos recomienda. Pero‚ ¿cómo puede lograrse? Ciertamente‚ el familiarizarnos más con el Primer Mandamiento‚ y obedecerlo‚ nos dará una dirección básica. Es interesante lo que la Sra. Eddy dice referente a este mandamiento en una parte de sus escritos: “Ese es El Dorado del cristianismo”.Ibid.‚ pág. 9. De una manera poderosa‚ la Ciencia Cristiana reemplaza toda búsqueda material en pos de la felicidad y la salvación con el esfuerzo espiritual por lograr el reconocimiento de que‚ a la larga‚ la satisfacción puede hallarse sólo en Dios‚ el Espíritu.
¡Cuán maravilloso es que podamos experimentar el amor de Dios todo el tiempo y que podamos saber que siempre estamos rodeados por El! Mediante esto‚ podemos hacer frente a toda situación‚ y vencerla.
En el Himnario de la Ciencia Cristiana hay un himno que dice: “Aquí‚ Señor Te veo faz a faz...” Himnario‚ N.° 108. Para ver o comprender la presencia de Dios‚ no necesitamos cambiarnos de lugar‚ ni pasar por un largo período de espera. Sólo necesitamos el reconocimiento de la totalidad de Dios‚ de modo que podamos decir finalmente con Jacob: “Ciertamente Jehová está en este lugar‚ y yo no lo sabía”. Gén. 28:16.
