Bienaventurados somos
cuando nuestra necesidad
es más apremiante.
Bienaventurado
es nuestro Getsemaní.
Bienaventurada es el hambre
que halla pan.
Bienaventurada es la sed
que halla la copa.
Bienaventurados son los delicados pastos,
el lugar donde nos alimentamos.
Bienaventurados somos
los que sabemos que
estamos hambrientos de Dios.