Hace años, tuve que emigrar hacia los Estados Unidos por la situación política que existía en mi país. Después de llegar a este país, trabajé en diferentes lugares, pero no me fue posible encontrar un empleo seguro.
Mi esposa y yo visitamos un sanatorio de la Ciencia Cristiana y tuvimos una entrevista con el administrador para solicitar empleo, pero, en ese momento no había vacante. Conocimos a una señora que era la encargada del departamento de voluntarios del sanatorio y le pedimos trabajar como voluntarios en el jardín. Aceptaron nuestra oferta.
Durante nuestro primer día, trabajé con la máquina para recoger hojas del suelo. De momento, la máquina cesó de funcionar. Cuando traté de ponerla a funcionar de nuevo, puse un pie muy cerca del motor. De pronto, sentí un dolor intenso. El motor, que estaba muy caliente, me quemó el pantalón y la piel. Inmediatamente reconocí la presencia de Dios. También recordé un testimonio de curación en el cual el testificante había sanado en una situación similar. Al día siguiente, cuando observé la piel, había nueva piel donde había ocurrido la quemadura. Mi curación fue total, sin dejar ninguna cicatriz.
Mi esposa y yo creíamos que necesitábamos un automóvil para obtener empleo. Teníamos algún dinero en el banco, pero no era suficiente para hacer la compra. A medida que persistimos en afirmar que Dios ayuda a Sus hijos, pudimos obtener un préstamo para comprar el automóvil. Confiamos en que Dios nos ayudaría en cada paso que diéramos. El día antes de la fecha en que nos entregarían el automóvil, el administrador del sanatorio nos llamó para informarnos que había un trabajo disponible para mí en el sanatorio, y que podía comenzar a trabajar el lunes de la semana siguiente.
Mi trabajo era en el jardín, y, un día, mientras cortaba unas plantas, sentí dolor en un dedo de la mano. Un insecto me había picado. Oré por mí mismo; pero el dedo estaba completamente inflamado, y no podía moverlo.
Me dirigí a la sala de estudio en el sanatorio para leer de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy hasta la hora del almuerzo. Luego, me dirigí al comedor. La inflamación desapareció, pero tenía un poco de fiebre, por lo cual regresé a la sala de estudio. Leí un artículo de un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, edición en español, que citaba el siguiente versículo bíblico (1 Juan 4:18): “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. En ese momento, el temor desapareció, pero no me sentí completamente libre.
Hay una pequeña capilla en el sanatorio donde se celebran servicios religiosos los domingos y los miércoles a la 1:00 p.m. Ese día era miércoles, por lo cual fui a la capilla. Los servicios religiosos son en inglés, y, en esa época, entendía muy poco del idioma inglés. Pero reconocí que, espiritualmente hablando, el único idioma es el del amor. Cuando comenzó la música del segundo himno, recordé la letra de ese himno en español. Era el Himno N.° 175 del Himnario de la Ciencia Cristiana, que comienza así: “Dios Su Verbo envió sanando, / aún aquí Su Verbo está”. Mientras pensaba acerca del Verbo sanador de Dios, me sentí libre, y la curación fue completa.
Estoy muy agradecido por estas curaciones y por la bendición de conocer la Ciencia Cristiana.
Miami Beach, Florida, E.U.A.
