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[Original en español]

En 1976, cuando conocí la Ciencia Cristiana*, trabajaba en un hospital...

Del número de agosto de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En 1976, cuando conocí la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), trabajaba en un hospital en donde tenía trato directo y casi constante con pacientes. Cuando comencé a estudiar la Lección-Sermón semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, empecé a sentirme incómoda en mi trabajo. Oré a Dios para saber qué hacer, y pacientemente persistí en ello, hasta que tuve la ocasión de hablar con un estudiante de Ciencia Cristiana, quien me hizo ver lo importante que es dejar que la guía de la Mente divina nos ubique. Esto fue de enorme ayuda.

Al cabo de unos dos años de persistir en mi deseo y oración, se manifestó lo que dice la Biblia: “Mas tenga la paciencia su obra completa” (Santiago 1:4). Sin que yo humanamente hiciera nada, un día se presentó una situación en el trabajo que me hizo invocar la ayuda de Dios desde lo más profundo de mi corazón. A los cinco minutos, me llamó por teléfono un supervisor desde una oficina que pertenecía a la misma institución pero que funcionaba en forma separada. Me preguntó si quería trabajar allí. Me dijeron que el director del hospital ya había estado de acuerdo con este cambio, de manera que acepté la oferta muy gozosa. ¡Qué agradecida estaba a mi amado Padre-Madre Dios!

Antes del llamado telefónico, yo no había enviado ningún documento para solicitar un cambio de puesto — como suele y debe hacerse para cambiar de puesto y de oficina — ni pedí a otros en el hospital que me ayudaran con el cambio de puesto. Luego, a pesar de la fuerte oposición de otra gente para evitar que yo ocupara este nuevo puesto, persistí en mi oración y encontré ayuda en las siguientes declaraciones: “No temas, porque yo estoy contigo” (Isaías 41:10); “De Jehová es la batalla” (1 Samuel 17:47); y, “Tu mano en todo puedo hallar” (Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 134). También me ayudaron estas líneas de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones” (pág. 1).

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