En 1976, cuando conocí la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), trabajaba en un hospital en donde tenía trato directo y casi constante con pacientes. Cuando comencé a estudiar la Lección-Sermón semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, empecé a sentirme incómoda en mi trabajo. Oré a Dios para saber qué hacer, y pacientemente persistí en ello, hasta que tuve la ocasión de hablar con un estudiante de Ciencia Cristiana, quien me hizo ver lo importante que es dejar que la guía de la Mente divina nos ubique. Esto fue de enorme ayuda.
Al cabo de unos dos años de persistir en mi deseo y oración, se manifestó lo que dice la Biblia: “Mas tenga la paciencia su obra completa” (Santiago 1:4). Sin que yo humanamente hiciera nada, un día se presentó una situación en el trabajo que me hizo invocar la ayuda de Dios desde lo más profundo de mi corazón. A los cinco minutos, me llamó por teléfono un supervisor desde una oficina que pertenecía a la misma institución pero que funcionaba en forma separada. Me preguntó si quería trabajar allí. Me dijeron que el director del hospital ya había estado de acuerdo con este cambio, de manera que acepté la oferta muy gozosa. ¡Qué agradecida estaba a mi amado Padre-Madre Dios!
Antes del llamado telefónico, yo no había enviado ningún documento para solicitar un cambio de puesto — como suele y debe hacerse para cambiar de puesto y de oficina — ni pedí a otros en el hospital que me ayudaran con el cambio de puesto. Luego, a pesar de la fuerte oposición de otra gente para evitar que yo ocupara este nuevo puesto, persistí en mi oración y encontré ayuda en las siguientes declaraciones: “No temas, porque yo estoy contigo” (Isaías 41:10); “De Jehová es la batalla” (1 Samuel 17:47); y, “Tu mano en todo puedo hallar” (Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 134). También me ayudaron estas líneas de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones” (pág. 1).
Así fue que las tormentas de temor fueron disipadas por el Amor divino y ocupé mi nueva posición. Estuve en ese empleo hasta 1985, cuando renuncié para dedicar más tiempo al trabajo de la iglesia.
Desde que conocí la Ciencia Cristiana, he tenido muchas curaciones, y mi familia también. Todos los días recibo bendiciones. Me sería imposible concebir la vida sin la Ciencia Cristiana, y doy infinitas gracias a Dios, el Todo-en-todo, por el bien que he recibido a través de Su amor benéfico.
Oí por primera vez acerca de esta enseñanza cuando concurrí a una conferencia sobre Ciencia Cristiana, la que me impresionó enormemente. Había estado muy preocupada por la salud de una de mis hermanas, quien, en esa época, había tenido dos operaciones y tenía que hacerse ver con frecuencia por el médico. También le habían dicho que tendría que tomar medicamentos por el resto de su vida. Yo había estado buscando fuerza y consuelo acudiendo frecuentemente a Dios, pero era un Dios que no comprendía porque estaba enceguecida por las costumbres y tradiciones religiosas. Sin embargo, cuando comencé a estudiar las Lecciones-Sermón semanales, los efectos sanadores de esta Ciencia pronto comenzaron a manifestarse en mi vida.
Tenía tantos deseos de compartir esta bendita verdad con mi hermana, y pronto lo pude hacer. Durante este tiempo, a los otros miembros de mi familia les llamaba la atención verme leer todos los días un libro (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy) y salir de casa, como a veces lo hacía, para reunirme con una estudiante de Ciencia Cristiana a quien conocía. Regresaba a casa de noche, y ellos no estaban acostumbrados a ver esto, puesto que casi nunca salía sola de noche, y, ahora, lo estaba haciendo sin temor alguno. Así transcurrieron unos meses.
Mi familia me dijo tiempo después que iban notando en mí cambios para bien. Antes, algunos de ellos me consideraban una hipocondríaca, pues sólo me escuchaban hablar de enfermedades, y por cualquier pequeño problema iba al médico. Pero dejé de hacer esto a medida que conocía más la Ciencia Cristiana. Al poco tiempo, el resto de mi familia también comenzó a aprender acerca de la Ciencia Cristiana. Mi hermana se liberó de todos sus problemas físicos por medio de la Ciencia Cristiana. Hoy, la mayoría de mi familia, como también yo, somos miembros de La Iglesia Madre y miembros de la Sociedad de la Ciencia Cristiana en Arequipa, y hemos tomado instrucción en clase de Ciencia Cristiana.
Por todo ello, estoy profundamente agradecida a nuestro Padre-Madre Dios, que nos sostiene y protege. También estoy agradecida a El por nuestra amada Iglesia Madre. He sentido su tierno amor, apoyo y cuidado de muchas formas. ¡Gracias, Padre, por Tu infinito amor!
Arequipa, Perú
Soy la hermana a la que se refiere la autora de este testimonio, y me siento feliz al confirmar que todo lo que ella relata sobre la hermosa curación que yo tuve es cierto. No puedo evitar dar gracias a la Ciencia Cristiana.
