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La curación por el Cristo contesta al “agnóstico” que desafía nuestro propio pensamiento

Del número de agosto de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El agnosticismo, en realidad, no niega la existencia de Dios. Lo que el agnóstico sí niega es la posibilidad de conocer a Dios con certeza. Por lo tanto, la evidencia del Ser Supremo continuaría siendo abstracta, teórica, impráctica, inalcanzable.

Por supuesto que el individuo no necesita clasificarse a sí mismo como agnóstico al enfrentarse algunas veces con la tentación de dudar que la presencia y el poder práctico de Dios puedan ser tangibles. Los incontables males que el mundo hace desfilar ante nosotros, tragedias mundiales, guerras, enfermedades, pobreza, corrupción, falta de humanidad, quisieran presentar un cuadro siniestro de la vida en el que parece difícil reconocer alguna evidencia de un Dios bondadoso. Y si en nuestra vida estamos pasando por una crisis personal seria, tal vez sintamos la tentación de dudar si lo que hemos oído y aprendido acerca de Dios y Su bondad es, en verdad, práctico y realmente comprensible.

Pero esta tentación de la mente carnal sólo podría tentarnos si, en realidad, no existiera la luz espiritual a la cual podemos recurrir. Sin embargo, el hecho es que la luz de la Verdad divina está constantemente iluminando la consciencia mediante la acción sanadora y redentora del Cristo de Dios, la divina manifestación que vence el pecado y la enfermedad. Mediante la oración, podemos discernir esta luz sanadora que todo lo abarca.

Siempre que vislumbremos la luz de la Verdad mediante el sentido espiritual, sabremos que Dios es y que Su poder está presente para sanar y salvar. Y cuanto más veamos la luz — cuanto más conozcamos a Dios — mayor será la exigencia de que vivamos lo que vemos y sabemos. El conocimiento de la Verdad sin la práctica o demostración de la misma, es una teoría inanimada. Hasta en la declaración de Cristo Jesús, a menudo citada, sobre el conocimiento de la verdad y la libertad, él claramente nos muestra la responsabilidad de vivir la verdad como condición para conocerla. “Si vosotros permaneciereis en mi palabra”, dijo Jesús, “seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:31, 32.

El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, incluye una vívida definición del término bíblico lo no conocido. El libro de texto lo define como: “Lo que sólo el sentido espiritual comprende y que no es conocido por los sentidos materiales”. Y Ciencia y Salud continúa: “El paganismo y el agnosticismo pueden definir a la Deidad como ‘el gran incognoscible’; empero la Ciencia Cristiana acerca a Dios mucho más al hombre y hace que se Le conozca mejor como el Todo-en-todo, por siempre cercano”...Ciencia y Salud, pág. 596.

Un medio vital por el cual la Ciencia Cristiana acerca a Dios a la humanidad, es mediante la curación cristiana. Si alguna vez hemos tenido dudas en cuanto a conocer a Dios, lo mejor es ponernos a trabajar, vigilar y orar, hasta efectuar la curación para descubrir nuevamente lo real y grande que es Dios.

Quienes siguen el método de curación de Cristo Jesús, pronto aprenden que la curación y la regeneración espiritual van de la mano. A medida que nuestro pensamiento y nuestra vida sienten el efecto transformador del Cristo, la Verdad, se producen cambios, tanto en nuestro cuerpo como en nuestro punto de vista. La curación por el Cristo refleja pureza de pensamiento y un creciente entendimiento de Dios y del hombre: de Dios como Vida divina, Espíritu infinito, Amor invariable, y del hombre como reflejo espiritual de Dios, Su representante perfecto. En el estudio y práctica de la Ciencia Cristiana, tales verdades realmente ayudan a que lleguemos a comprender mejor a Dios, porque percibimos con mayor claridad la realidad divina de que el Espíritu infinito está siempre presente, jamás separado del hombre.

Entre los muchos relatos personales de curaciones incluidos en las últimas cien páginas de Ciencia y Salud, se encuentra uno con un simple encabezamiento: “Testimonio procedente de Escocia”. Este relato particular menciona curaciones que se efectuaron por medio de la Ciencia Cristiana, tales como: reumatismo grave, ataques biliares crónicos, resfríos y un “pecho débil”. Pero quizás lo que inspire más sea que el testimonio revela cómo la vida sin objeto de una mujer, ensombrecida por la tremenda duda de la existencia de Dios, fue adquiriendo un firme propósito mediante la segura confianza en el poder y la dirección del Amor divino.

La testificante dice que recurrió a la Ciencia Cristiana sólo por la posibilidad de sanarse físicamente, pero también tenía otras necesidades. Escribe: “Me sentía muy enferma, desdichada, muy cínica e incrédula en cuanto a lo que oía de Dios y la religión. Traté de llevar mi vida a mi manera y dejé la religión a un lado”. El relato continúa explicando que había aceptado que el destino y la voluntad eran los factores gobernantes de la vida y que esto había sido la causa de muchos errores personales.

Sin embargo, el recurrir a la Ciencia Cristiana y aprender directamente sobre el poder sanador de Dios — de Su realidad — hizo de ella una nueva persona. “Ahora estoy muy agradecida de poder decir que mi perspectiva de la vida ha cambiado por completo; he probado tantas veces la sabiduría y bondad de Dios, que gustosa y agradecida reconozco que mi porvenir está en Sus manos, y que todas las cosas deben resolverse para bien. He hallado a un Dios a quien puedo amar y adorar con todo mi corazón... ” Ibid., págs. 662–663.

Un incidente específico de la curación por el Cristo puede que no sea un factor determinante para convencer a alguien, más allá de toda sombra de duda, que tal curación es evidencia irrefutable de la realidad de Dios, especialmente a alguien que ya ha decidido que es imposible conocer a Dios. Pero la curación por medio de la oración realmente despierta y llega al corazón de la persona que es sanada. La curación por el Cristo sirve como señal, en la vida de cada uno, de que se puede conocer a Dios, el verdadero poder y presencia reales, el único poder y presencia. Y como en los relatos de las obras sanadoras de Jesús en el Nuevo Testamento, habrá ocasiones en que otras personas glorifiquen a Dios, aunque sea por primera vez, a medida que vean los efectos del amor sanador de Dios que cambian nuestra vida.

La curación demuestra que el Cristo de Dios está activo ahora en las vidas humanas para salvar de la enfermedad y, lo que es más importante aún, para redimir a la humanidad del pecado. La curación por el Cristo claramente contesta al “agnóstico” que a veces puede dejar transcurrir el tiempo, sugiriéndonos sus dudas. Y esta curación nos transforma en nuevos hombres y mujeres para ser luz del mundo.

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