Después de haber elegido las alfombras‚ el pensamiento de la Sra. Eddy cambió rápidamente de los problemas del personal de su hogar a los del personal de su hogar más extenso‚ la Causa.
Dirigiéndose a mí‚ dijo de repente: —¿Ha visto usted el pequeño corazón? No sabiendo de lo que se trataba‚ negué con un movimiento de cabeza. — Usted tiene que venir a mi estudio y verlo — me dijo con gran énfasis.
La seguí hasta el pie de la escalera‚ y me indicó que subiera primero. Subí de prisa esperando que me siguiera más lentamente. No obstante‚ cuando llegué al piso de arriba ella estaba justo detrás de mí. Los diarios constantemente hacían referencia a la edad de la Sra. Eddy; en ese momento tenía alrededor de setenta y siete años. Me di cuenta de que‚ sin quererlo‚ yo había aceptado la sugestión de pérdida de energías‚ pero nada de eso era evidente. Dirigiéndose hacia una puerta‚ se paró a un lado mientras yo la abría para que ella pasara‚ y entramos en su estudio‚ que estaba arriba de la sala posterior.
En el centro de la habitación había una mesa de roble y sobre la misma una fuente de vidrio‚ boca abajo. Allí estaba un pedazo de papel al que se le había una banda de elástico en forma de corazón. Después que sentamos‚ la Sra. Eddy me relató el significado que tenía para ella esa banda elástica‚ la cual se asemejaba a un corazón.
Logré seguir sus explicaciones‚ en cierto modo‚ porque yo sabía que en esos momentos algunos de sus alumnos‚ que no la comprendían‚ habían intentado desacreditarla como Guía. Fue un momento crucial para la Causa.
La Sra. Eddy me contó que una noche‚ cuando ella estaba esperando que Dios le diera un mensaje referente a ese problema‚ tomó un rollo de papeles para inspeccionarlos‚ y puso en su muñeca la banda elástica que los sujetaba. Luego‚ mientras se paseaba por el cuarto en oración‚ tiró la banda elástica sobre una cómoda‚ y notó que había caído formando exactamente un corazón.
Era muy característico de la Sra. Eddy encontrar “sermones en las piedras” y la sonrisa de Dios en una rosa. Esa forma de corazón que veces toman las bandas elásticas‚ para ella simbolizaba en ese momento de prueba el gran corazón de Dios‚ “la omnipresencia del Amor ministrante” (Ciencia y Salud‚ pág. 567). Tenía la seguridad de que Dios la había guiado a tomar la decisión correcta y que Su plan prevalecería‚ y se sintió alentada. Inmediatamente se sentó y escribió este hermoso poema‚ “Señales del corazón”‚ el que finaliza con una oración pidiendo que la “nidada estéril” despertara al regocijo de cada uno y encontrara el lugar que Dios le había designado y que la paloma de la paz pudiera hallar descanso y morar junto a todos ellos.
Señales Del Corazón
¡Venid a mí‚ dichas celestiales!
Exhalad en la brisa de verano
Un bálsamo‚ levadura hace tiempo perdida
que disuelve muerte y desesperación.
Oh‚ pequeño corazón‚
eres para mí
señal que nunca olvidaré.
Venid a mí‚ paz en la tierra.
Ola del tormentoso mar de la vida
que anuncia el nacimiento de la
Vida que en Ti vive‚
Divino Amor,
Tu corazón
es cuanto necesito para el consuelo
de mi propio corazón.
A mí acudid al caer las sombras
de la noche oscura;
llamad a la nidada estéril
con el canto matutino de la alondra;
y desde lo alto‚
bendito corazón del Amor‚
danos tu paloma blanca de la paz.
Este poema‚ escrito en abril de 1899‚ apareció en el The Christian Science Journal de julio de 1899. Más adelante se incluyó en sus poesías publicadas (Poems‚ pág. 24).
La oración de nuestra Guía tuvo respuesta y lo atestigua una carta fechada el día tres de junio‚ escrita por los Primeros Miembros de La Iglesia Madre‚ y publicada en el mismo ejemplar del The Christian Science Journal donde se publicó el poema. Esta carta indica claramente que estos alumnos comprendieron el simbolismo del corazón Dice así:
A nuestra bienamada Madre en Israel:
Los Primeros Miembros de la Iglesia Madre‚ reunidos en Asamblea semianual‚ agradeciendo a Dios que entre las innumerables bendiciones que a nosotros se nos concede del rico granero del Amor Infinito‚ sabemos que en usted‚ nuestra Líder‚ Guía‚ Amiga‚ Consejera y Madre‚ nosotros tenemos nuestra suprema bendición; porque a través de usted‚ El nos ha enseñado acerca de Sí mismo‚ Vida y Amor eternos.
Deseamos expresarle‚ lo mejor que podamos‚ nuestro profundo y renovado aprecio por la sabiduría‚ la fortaleza y la majestad de la Verdad como se refleja por su intermedio‚ y la ternura infinita de ese amor que es paciente e indulgente en su cristiano propósito de redimir y salvar.
Deseamos‚ además‚ aquí y en este momento‚ colocarnos nuevamente sobre el altar del sacrificio del yo personal en aras de nuestra sagrada Causa‚ y asegurarle profundamente nuestro deseo y propósito firmes de apoyarla‚ en todo lo que nos sea posible‚ en ésta su hora de aparente persecución‚ pero de gran bendición.
Como “los de antaño” fueron guiados‚ alentados y elevados por tropo‚ metáfora y símbolo‚ así también a usted‚ en esta época‚ se le ha mostrado el camino en el que usted y sus hijos son guiados por el vínculo de la unidad hacia el gran Corazón del Amor.
Una vez más queremos asegurarle que nuestro deseo supremo es amar a Dios y a nuestro prójimo. Percibimos que la persecución sólo nos acerca más a Dios y a uno con el otro‚ y que el único efecto verdadero del ataque malicioso es fortalecer nuestro valor y nuestra fe.
Sabemos que usted habita de continuo al abrigo del Altísimo‚ porque creemos en las promesas que nos hizo Dios‚ y que “ninguna arma forjada contra ti prosperará‚ y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá‚ dijo Jehová”.
Sus amados hijos‚
Los primeros Miembros de la Iglesia Madre
Boston‚ Mass.‚ 3 de junio de 1899.
El percibir los problemas de la Sra. Eddy como Fundadora y Guía del movimiento de la Ciencia Cristiana, y su modo de resolver estos problemas como me fue demostrado en su explicación en “Señales del corazón‚” me conmovió profundamente. A medida que ella continuaba hablando del Amor siempre presente‚ mi pensamiento se elevaba hacia el aposento alto de la realidad y la totalidad del Espíritu a través de la puerta de la iluminación espiritual‚ el entendimiento.
Luego comenzó a hacerme numerosas preguntas‚ con el evidente propósito de examinar mi comprensión acerca de la Ciencia Cristiana. Mis respuestas se basaban en lo que yo había cosechado al leer sus obras. Finalmente‚ en un momento de aparente satisfacción por una de mis respuestas‚ me preguntó: — A propósito‚ ¿quién es su maestro?
— Bueno‚ Sra.–—‚ digo “Madre”Publicado por La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana‚ 1979.‚ creo que tendré que llamarla a usted mi maestra. He estado estudiando su libro‚ Ciencia y Salud‚ y sus otras obras durante los últimos cuatro años‚ y si lo que alguna de sus alumnos me dijera o lo que me dijeran los alumnos de sus alumnos no fuera sustentado o no pudiera ser verificado por sus escritos‚ yo no tomo en cuenta tales declaraciones‚ de ninguna manera.
La Sra. Eddy se adelantó y poniendo su mano en mi hombro‚ palmeándome con suavidad‚ dijo: —¡Mi hijo‚ mi hijo‚ mi hijo‚ estás salvo‚ estás salvo‚ estás salvo!
Como lo vi entonces‚ y como lo entiendo más plenamente en la actualidad‚ la Sra. Eddy quiso decir que uno está salvo mientras dependa solamente del Principio divino según se revela en sus escritos. Luego preguntó: —¿Por qué no lo habré conocido cuando enseñé mi última clase? Lo habría aceptado. Después de una pausa continuó y dijo:
— Pero esa fue una clase Normal. Con una sonrisa‚ guiñando un ojo y un gesto decisivo con la cabeza‚ concluyó:
— Pero yo lo hubiera preparado para ello.
No tengo duda de que la Sra. Eddy discernió mi sinceridad de propósito‚ mi deseo sincero de hacer mi parte bajo su dirección para serle útil‚ a ella y a la Causa.
Luego me dijo si deseaba hacerle algunas preguntas‚ pero yo estaba tan impresionado por su pureza y grandeza‚ y mi propia impureza‚ que no me sentí digno. Me sentía tan embargado por la emoción que las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas‚ sólo pude responder con voz trémula: No‚ Madre. Me daba cuenta de que estaba en presencia de la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana‚ la mujer quien‚ así como Jesús había percibido la realidad y totalidad del Espíritu y la completa irrealidad y la nada de la materia‚ además había dado a la humanidad el Consolador al cual Jesús se refería.
Con respecto a esto‚ la Sra. Eddy escribe en su libro de texto‚ Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 55):
“En las palabras de San Juan: ‘Os dará otro Consolador‚ para que esté con vosotros para siempre’. Entiendo que ese Consolador es la Ciencia Divina”.
Acerca de su inseparabilidad de la Ciencia Cristiana‚ ella nos ha dado esta explicación en Escritos Misceláneos (pág. 105):
“La Ciencia Cristiana es mi único ideal; y el individuo y su ideal nunca pueden ser separados. Si uno de los dos es mal entendido o calumniado‚ eclipsa al otro con la sombra proyectada por este error”.
Después la Sra. Eddy me preguntó si yo había visto alguna vez el lugar donde ella había nacido‚ y me condujo afuera‚ a la veranda posterior que iba a todo lo ancho de la casa. Señalando en línea recta me dijo:
— Allá‚ a la distancia‚ pasando aquel árbol grande‚ están las colinas de Bow donde la gente dice que nací yo. Haciendo una pausa‚ me miró‚ o más bien miró profundamente‚ con aquella mirada escrutadora que más tarde me sería tan familiar. Luego‚ dirigiendo de inmediato el pensamiento hacia la naturaleza y el origen espiritual del hombre‚ agregó algo así:
— Pero yo no nací allí. Yo nací en la Mente. La mirada que acompañó tal declaración hizo una impresión en mí‚ que nunca podrá ser borrada. Comprendí que estaba hablando acerca de su identidad inmortal‚ espiritual‚ esa identidad a la cual ella se referiría claramente en una carta que le escribiera años más tarde a un clérigo:
“Si yo me permitiera el agradable pasatiempo de verle a usted como persona‚ o darle a usted la oportunidad de verme a mí personalmente‚ usted a mí no me vería porque yo no estoy allí. Me he elevado para buscar y aguardar‚ velar y orar por el espíritu de Verdad que nos aparta de la persona‚ que nos conduce del cuerpo al Alma‚ aun a la verdadera imagen y semejanza de Dios. San Juan halló al Cristo‚ la Verdad‚ en la Palabra que es Dios. Buscamos al santo autor del Apocalipsis en sus escritos‚ y es allí que lo hallamos. Aquellos que me buscan en persona‚ o en cualquier otro lado que en mis escritos‚ me pierden en vez de hallarme” (The First Church of Christ‚ Scientist‚ and Miscellany‚ págs. 119-120).
Cuando regresábamos a su estudio dije: — Yo quisiera hacerle una pregunta‚ Madre. Ella‚ mirándome de inmediato‚ dijo con interés:
— Si‚ querido‚ ¿cuál es?
Calvin Frye‚ quien se había unido a nosotros‚ dijo: — Siéntese‚ Madre. Siéntese‚ Sr. Hill. Poco después‚ él se retiró y la Sra. Eddy me dirigió nuevamente la mirada con expectativa mientras yo hacía la pregunta.
— Desearía que me mencionara algún pasaje en su libro que me permitiera vencer el pensamiento de lujuria y sensualismo. Ella respondió‚ con sumo énfasis:
—¡Por supuesto que lo haré!
Recuerdo que levantó la cabeza con esa mirada lejana‚ como si estuviese contemplando el corazón mismo del cielo. Habló durante algún tiempo denunciando el sueño de Adán y revelando minuciosamente su falsedad. Habló una y otra vez de la nada de la mortalidad y de la realidad de la creación espiritual. Substituyó el manto de la carne por la vestidura del Espíritu. La luz que me inundó ese día ha permanecido conmigo en mayor o menor grado desde entonces y me ha permitido entender su revelación cada vez mejor durante el transcurso de los años. Habló mientras la pude seguir; pero cuando vió que sus declaraciones estaban más allá de lo que yo era capaz de comprender‚ dijo‚ al extender su mano:
— Eso es todo por hoy‚ querido.
Ese gesto tan característico‚ concluyendo nuestra entrevista cuando yo ya no podía seguir sus explicaciones‚ me sería muy familiar en el futuro.
Al salir de la casa en Pleasant View para regresar a la estación después de esta experiencia memorable y elevadora‚ me sentía como si estuviera caminando en el aire. Nada parecía real‚ excepto la verdad que la Sra. Eddy había afirmado y que estaba inscrita en el disco de mi consciencia. La gente pasaba en diferentes direcciones‚ tanto a pie como en carruaje‚ pero yo apenas si me daba cuenta de esto‚ pues me parecía que la gente se movía en una neblina.
Subí al tren que me conduciría a Boston‚ y durante el trayecto‚ mi pensamiento estaba completamente ocupado con la gran iluminación de la realidad del Espíritu y la nada de la materia. Sentí que había sido elevado al monte de la transfiguración. Durante varios días todo lo que podía pensar‚ todo lo que podía oír‚ era lo que la Sra. Eddy me había dicho en respuesta a mi pregunta‚ y la luz espiritual que recibí durante esa entrevista permaneció conmigo en toda su gloria.
Desde ese momento fui otro hombre; aquí me siento comprometido a decir que desde ese maravilloso día experimenté‚ en cierto grado‚ “el nuevo nacimiento” espiritual. Sin embargo‚ más tarde tuve que aprender que el hecho de ser elevado por otro‚ aun por nuestra Guía‚ no constituye trabajar por la propia salvación; es decir que no existe expiación por medio del esfuerzo vicario de otros. Comprendí que tenía que trabajar para encontrar mi propio camino ascendente en la Ciencia; tenía que probar en mi propia experiencia la verdad que ella me había afirmado‚ tenía que trabajar para demostrarla.
Un mes más tarde me escribió el Sr. Frye diciendo no conocer el motivo por el cual Madre sugería que yo leyera en Ciencia y Salud la página 95‚ segundo párrafo. En la edición quincuagésima quinta de 1891‚ que se usaba entonces‚ el pasaje decía:
“La devoción de la mente mortal a cierto objetivo permite la posibilidad de lograrlo. Las excepciones sólo confirman esta regla‚ probando que el fracaso es ocasionado por un sentido muy débil de poder”.
En la última edición del libro de texto‚ página 199 estas líneas fueron modificadas así:
“La devoción del pensamiento a un objetivo honrado hace posible alcanzarlo. Las excepciones sólo confirman esa regla‚ probando que el fracaso es ocasionado por una fe muy débil”.
La carta del Sr. Frye me hizo comprender que la Sra. Eddy continuaba ayudándome en el sendero de la Ciencia Cristiana. La siguiente carta que recibí de ella indicaba que la Sra. Eddy se acordaba de mi primera entrevista con ella, y que tenía el deseo de ofrecerme mayor luz respecto a un problema que todos deben enfrentar y dominar:
Una bondad como la suya es un anticipo seguro de éxito en todos los esfuerzos por ser “mejor”. Si permaneciera un solo pecado — y quién está destituido de todo pecado — tenga buen ánimo‚ pues la victoria sobre el mismo es una conclusión inevitable. Si existiera una supuesta sensación que disgustara a Dios‚ el Bien‚ debe ceder‚ y ni el temor ni las condiciones anormales pueden mantenerla. Su buen corazón es victorioso sobre tal condición‚ y ahora y para siempre usted sabe que esto es verdad y que la Verdad lo ha hecho libre. Usted es liberado por el Amor divino de toda falsa pretensión de la carne. La ley del Espíritu es suprema‚ ejerce dominio sobre la carne‚ y usted es el propio hijo de Dios. Jamás nacido de la carne ni sometido a ella.
Aquí usted establece su entendimiento y‚ habiendo hecho su parte‚ manténgase firme‚ y Dios le proporcionará la fuerza para vencer la tentación.
Después de un mes de mi primera entrevista‚ tuve el privilegio de tener una segunda entrevista con la Sra. Eddy‚ mientras estaba en Concord pasando unas breves vacaciones. Me hospedaba en la casita que estaba en la propiedad de Pleasant View‚ donde vivían Joseph Mann y su hermana Pauline‚ con quienes me había hospedado en Boston. Observé que algunos de los obreros en la propiedad estaban tratando de quemar una enorme pila de ramas‚ en su mayoría eran manzanos que habían podado‚ pero habían echado kerosene sin haber preparado una buena base para que prendiera el fuego y‚ de esa manera‚ las ramas verdes no se quemarían.
De niño‚ yo había visto hacer ese trabajo en la hacienda de mi padre‚ de modo que dije‚ riéndome: “Permítanme que les indique cómo se hace una fogata”. Con gusto me cedieron la tarea. Pedí prestado un par de pantalones y una camisa de trabajo y me dispuse a preparar una buena base con ramas secas. Pronto las llamas comenzaron a elevarse. Cuando se estaban quemando las ramas‚ Pauline me llamó desde la ventana de la casita:
— Sr. Hill‚ Madre desea verlo de inmediato.
Me lavé rápidamente‚ me puse mi propia ropa y fui a la casa. La Sra. Eddy me aguardaba en la biblioteca. Me saludó con cortesía y me indicó que tomara asiento. Mientras lo hacía comencé a retorcerme el bigote con gran excitación, tratando de adivinar lo que me iba a decir.
— Sr. Hill, qué lindo bigote tiene usted — me dijo‚ quizás con el deseo de calmarme. Luego fue directamente al asunto.
—¿Qué resultado tuvo con aquel problema del cual me habló la última ver?
— Madre‚ — le respondí‚ no estoy muy seguro de haber entendido lo que usted quiso decirme en su carta.
—¿Qué es lo que usted no entiende‚ querido?
— Usted me mencionó su declaración que “la devoción de la mente mortal a cierto objetivo permite la posibilidad de lograrlo”. Con esto entiendo que si uno dedica su pensamiento a una línea de trabajo en particular‚ uno podrá lograr algo. Pero la segunda parte dice: “Las excepciones sólo confirman esta regla‚ probando que el fracaso es ocasionado por un sentido muy débil de poder”. No sé si entiendo bien esto: ¿Quiere decir mi débil sentido de poder en la Ciencia Cristiana?
—¡Claro que entendió! Eso es exactamente lo que significa‚ — respondió la Sra. Eddy con énfasis. En ese momento desperté como nunca lo había hecho anteriormente a la comprensión del poder espiritual de las declaraciones de verdad científica en la Ciencia Cristiana.
Luego la Sra. Eddy comenzó a explicar una serie de puntos importantes en la enseñanza y en la práctica de la Ciencia Cristiana. Habló por espacio de media hora y nuevamente sentí la inspiración de su espiritualidad.
Esta segunda experiencia exaltadora, tan cerca de la primera, pareció un maravilloso clímax a mis cuatro años de estudio intensivo de la Biblia y de las obras de la Sra. Eddy. Mi gratitud por la Ciencia Cristiana y su Guía, fue tan profunda que sentí el deseo de servirla a ella y a la Causa en todo lo posible.
Considero que las oportunidades que se me fueron presentando casi de inmediato‚ fueron el resultado de mi sincero deseo de dedicar mi vida a la Causa de la Ciencia Cristiana‚ y de mi firme convicción de su poder sanador.
La tercera parte de este artículo por Calvin C. Hill
continuará en el próximo número.
