Un artículo periodístico reciente, describió detalladamente nuevos métodos para tratar ataques de pánico y ansiedad.Los Angeles Times, 13 de junio de 1986. Según el artículo, la ansiedad crónica es común, y ha sido declarada por el National Institute of Mental Health” (Instituto Nacional de Salud Mental) el problema mental principal en los Estados Unidos. Yo misma sané de ansiedad hace algunos años, y el tema del artículo llamó mi atención, no obstante, mi curación se efectuó mediante mi estudio de Ciencia Cristiana.
Mi condición no fue diagnosticada médicamente, pero durante la mayor parte de mi vida había sufrido de perturbadora inquietud respecto al bienestar y seguridad de miembros de mi familia. Esto había dificultado mi trabajo e impedido que gozara de relaciones humanas normales debido a que, con frecuencia, me apartaba de la gente y me sentía deprimida. No me atrevía a salir de mi casa, porque algunas veces que lo hacía, se apoderaba de mí un agudo temor que casi era pánico. Con frecuencia me sentía física y mentalmente agotada por la preocupación.
El punto culminante de mi ansiedad fue cuando una amada hermana menor, que antes era enfermera y que no era Científica Cristiana, me llamó por teléfono para decirme que le iban a hacer una operación quirúrgica de emergencia al día siguiente temprano en la mañana. Quería que yo estuviera en el hospital con otros miembros de la familia, y le aseguré que allí estaría. Nuestra relación es afectuosa y armoniosa, y somos muy unidas.
Después que me llamó me sentí totalmente agobiada por el temor. Por supuesto, que una preocupación genuina en una situación como ésa es comprensible, pero mi terror casi estaba fuera de control. No lo fomentaba simplemente la crisis presente, sino también crisis pasadas.
Era yo la hija mayor de una numerosa y afectuosa familia. Cuando cumplí los diez años de edad, habíamos sufrido una serie de tragedias, que incluían el fallecimiento, con pocos meses de diferencia, de tres hermanitos. En aquel entonces, yo no era Científica Cristiana, ni nadie en nuestra familia. Debido a que mi madre estaba gravemente enferma, los cuatro hermanos que quedábamos, fuimos separados. Dos fueron a vivir con nuestros parientes, y dos a un asilo público para niños.
Pronto pasaron los días de nuestra tragedia, y a los pocos meses nuestros devotos padres pudieron reunimos nuevamente, pero yo me volví una joven muy angustiosa y temerosa. Los cuatro hermanos crecimos y cuando fuimos adultos tuvimos vidas productivas, pero yo no logré superar mi constante temor por aquellos a quienes amaba.
Después de casarme con un Científico Cristiano, fui una estudiante de esta bella y práctica verdad. Mediante el estudio de los libros de texto de la Ciencia Cristiana, la Biblia y Ciencia y Salud, escrito por la Sra. Eddy, tuvimos innumerables curaciones, incluso curaciones de varias enfermedades que probablemente hubieran sido consideradas graves. También vencimos otros desafíos gracias a lo que estábamos aprendiendo acerca de Dios en esta Ciencia. Pero nunca se había efectuado la curación de la ansiedad. Con frecuencia, aquietaba mis temores mediante la oración, pero la tensión y la ansiedad siempre volvían.
Cuando me enteré que a mi hermana le iban a hacer una operación quirúrgica, nuevamente recurrí a la Biblia y a Ciencia y Salud en procura de consuelo. Pero en un momento de repentina y absoluta sinceridad, me di cuenta de que incluso si mi hermana hubiera pedido ayuda mediante la Ciencia Cristiana, como anhelaba que lo hiciera, aún así me hubiera sentido aterrorizada por ella. Aun cuando miembros de mi familia no estaban pasando por dificultades, siempre me sentía temerosa y angustiada.
Ese sencillo reconocimiento me hizo comprender que yo misma necesitaba desesperadamente curación. Jamás había orado específicamente para sanar de la ansiedad. Siempre había pensado que era algo secundario, algo así como una consecuencia de otros problemas. Ahora sabía lo que tenía que hacer. Oré humildemente. Abrí la Biblia y Ciencia y Salud y leí los conocidos y amados pasajes que siempre había leído en momentos de ansiedad. Pero en esta ocasión esperaba más que un aquietamiento temporario del temor. La respuesta a mis oraciones no vino fácil ni rápidamente; pero, finalmente, al llegar la mañana, empezó mi curación.
Al comienzo, no tuvo nada que ver con palabras. Más bien, era una sensación de la proximidad y consuelo del Amor divino, un sentimiento de que estaba protegida por mi Padre-Madre, como si yo fuera una niñita que hubiera sido levantada y sacada de toda clase de daño o sufrimiento, para estar por siempre a salvo. Creo que, por fin, sencillamente sentí lo que es ser amada divinamente, estar consciente de que, en realidd, vivía en Dios, no separada de El, y que Dios es Amor.
Durante años había aceptado de todo corazón la verdad de que Dios es Todo-en-todo, pero ahora, por fin, esa declaración me parecía que no sólo eran palabras, sino que era real.
Empecé a comprender que, puesto que Dios, el Amor, es Todo, no podía yo realmente estar fuera de ese Amor, incluso si por un momento olvidara, de alguna manera, esa verdad. El hecho de que yo la olvidara no la iba a cambiar.
No sólo estaba yo eternamente en ese Amor, en esa totalidad y todo lo que él incluía, sino que, en realidad, era una con él y eternamente lo sería; no podía estar separada de él. Más tarde, al considerarlo más a fondo, me di cuenta de que esto era un sentimiento de intimidad e inseparabilidad más grande que el de un padre humano y su hijo. En términos humanamente limitados, un padre y un hijo están separados el uno del otro, pero entre Dios y Su emanación, el hombre, no hay y no puede haber separación. Ciencia y Salud indica: “En la Ciencia divina, Dios y el hombre verdadero son inseparables como Principio divino e idea”.Ciencia y Salud, pág. 476. Sobre este mismo tema de la relación del hombre con Dios, Ciencia y Salud también declara: “Dios y el hombre no son una y la misma cosa, pero en el orden de la Ciencia divina, Dios y el hombre coexisten y son eternos. Dios es la Mente paterna, y el hombre es linaje espiritual de Dios”.Ibid., pág. 336. Si para mí esto era verdad, también era verdad para mi hermana, para todo el linaje espiritual de Dios.
Al recordar esta experiencia, creo que sentí, más que escuché, la declaración del Amor mismo. No eran palabras, sino la Palabra que Cristo Jesús vino a vivir y a demostrar. Como declara la Biblia: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Juan 1:1.
El “sentimiento” gradualmente fue tomando forma en palabras, y sabía que estaba escuchando la voz callada y suave de Dios.
Todo lo que vino a mi consciencia, especialmente los versículos de la Epístola de San Juan, sencillamente pareció prueba y confirmación de lo que yo había experimentado, especialmente la declaración: “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. 1 Juan 4:16.
Al día siguiente, durante las horas de espera en el hospital, recordé con ternura conmovedora, las palabras de un himno: “Brazos del eterno Amor guardan a Su creación”.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 53.
Eso fue lo que sentí al estar orando. El himno trataba acerca de lo que yo ya estaba consciente: que el hombre es, por siempre, inseparable del amor de Dios porque el hombre es la expresión de Dios, la idea de Dios. Incluía la comprensión de que el Amor —infinito como es, no admitiendo descripción como lo hace— siempre está cuidando de cada uno de nosotros en un forma individual y especial. Cada uno de nosotros es sumamente importante para Dios.
Después, recordé que Ciencia y Salud explica: “Una palabra mal colocada cambia el sentido y expone incorrectamente a la Ciencia de las Escrituras, como, por ejemplo, denominar al Amor como un mero atributo de Dios; pero dando especial y correcto uso a la letra mayúscula, podemos hablar del amor del Amor, significando con eso lo que el amado discípulo dio a entender en una de sus epístolas cuando dijo: ‘Dios es amor’ ”.Ciencia y Salud, págs. 319–320.
Ciertamente que lo que sentí fue el amor del Amor. Incluso comprendí algo más que nunca había comprendido antes por completo: Puesto que Dios es Amor omnipresente, las dificultades y tribulaciones humanas que experimentamos sólo pueden tener el poder de hacernos, finalmente, recurrir a Dios. En el grado en que comprendamos esto, ya no seremos atormentados por esas creencias, ni seremos más sus víctimas.
Mi hermana se recuperó, y todos nosotros estuvimos humildemente agradecidos. Además de eso, atesoro el recuerdo de ese día: gratitud inefable por mi curación. La ansiedad que me había perturbado desde mi niñez se había disipado cual la niebla bajo la luz del sol. Había cambiado un temor monstruoso por una firme convicción de que Dios, el Amor, siempre está presente, a pesar de lo que pueda estar ocurriendo en la experiencia humana. En realidad, esto me hizo acercarme más a mi familia, incluso a mi hermana por quien estaba tan preocupada.
Esta curación ocurrió hace casi cinco años. Desde entonces he estado libre de las torturas de la ansiedad crónica. Puedo salir de mi casa sin regresar en un estado de pánico. Estoy viviendo una vida más plena. He estado activa en mi iglesia filial. Disfruto de la compañía de mis amistades y tengo otras bendiciones que antes no tenía.
Desde entonces, ha habido varias ocasiones en que los acontecimientos humanos parecían muy difíciles y amenazantes, pero jamás he vuelto a sentirme hundida en un estado de pánico y ansiedad. Puedo recordar ahora esas tragedias de mi niñez sin la antigua aflicción, sabiendo que todas ellas estuvieron en ese entonces, lo están ahora y lo estarán eternamente bajo el cuidado de Dios.
