¿No te pasa a veces que estás trabajando sinceramente como Científico Cristiano para tratar de corregir algo que no está bien, o para hacer de una persona enferma una persona sana? A mí me pasa. Entonces, para mi sorpresa, me doy cuenta de que estoy tratando la discordancia como si fuese real, queriendo cambiarla o sanarla. Por supuesto que este enfoque es totalmente opuesto a las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy establece la base de la curación muy claramente al escribir: “La comprensión, semejante a la de Cristo, del ser científico y de la curación divina, incluye un Principio perfecto y una idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto— como base del pensamiento y de la demostración”.Ciencia y Salud, pág. 259.
Debemos mantener firmemente en el pensamiento que el bien es constante, que ya está aquí y que nunca está ausente. ¿Por qué? Porque Dios es la fuente de todo bien, y El está siempre presente. Nuestra tarea es dejar de creer que lo opuesto a Dios —el mal, la enfermedad, la carencia, el odio, el error de cualquier clase— está o puede llegar a estar presente. Esto puede parecer algo simple; pero aun para comenzar a demostrar la verdad del bien constante se requiere un pensamiento muy sincero y consagrado. Sin embargo, el único hecho espiritual es inmutable: el bien es y el mal no.
Durante una época en que parecía que nunca tenía suficiente dinero, seguía esperando que el mañana me trajera una mayor provisión. Pero eso no ocurrió. Entonces, me di cuenta de que “mañana” es un concepto insidioso cuando va unido al pensamiento de que el paso del tiempo traerá el bien que no tenemos hoy. Esto se ve claramente en el Génesis. Leemos que, después de crear al hombre a Su imagen y de haberle dado dominio, Dios dijo al hombre: "He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer”. Gén. 1:29. No dice os voy a dar, sino os he dado.
Después de haber leído este pasaje, mi punto de vista acerca de la provisión comenzó a cambiar. Mi concepto de carencia no fue eliminado instantáneamente, pero la comprensión de que el bien ya está aquí y que es necesario reconocerlo, comenzó a destruir el sentido mesmérico de carencia.
El bien fluye de Dios a Sus amados hijos. La noción de que debe transcurrir un tiempo o que deben cambiar las circunstancias antes de que pueda percibirse la armonía, tiende a perpetuar la discordancia. La verdad es que no hay, en toda la creación de Dios, nada que necesite ser alterado o agregado. El universo, incluso el hombre, es completo y perfecto ahora. Como leemos en Eclesiastés: "He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá". Ecl. 3:14.
La oración en la Ciencia Cristiana nunca trata de influir a Dios o de cambiar Su propósito. Pero sí eleva el pensamiento humano para que pueda discernir y aceptar el bien que ya existe. Trae a la consciencia humana el hecho glorioso de que el bien está aquí, ahora; elimina la creencia de que el bien puede ser postergado.
Cuando tuve que viajar a Londres para tomar instrucción en clase Primaria con un maestro autorizado de la Ciencia Cristiana, no contaba con los fondos suficientes que me permitiesen pasar quince días en un hotel, ni aun en el más modesto. A pesar de todo, confiando en la dirección y la provisión de Dios, viajé a Londres. Al pasar por una calle, me llamó la atención una cantidad de tarjetas que estaban en la vidriera de un negocio en la vereda de enfrente. Crucé la calle para mirar la vidriera, ¡y allí estaba la evidencia de la amorosa provisión de Dios! Las tarjetas anunciaban el alquiler de habitaciones en casas particulares a un precio que yo podía pagar. Nunca se me había ocurrido que pudiese hospedarme en otro lugar que no fuese un hotel. En esta oportunidad, el bien se presentó bajo la forma de una nueva opción.
Toda discordancia es instantáneamente vulnerable al desarrollo en la consciencia de su opuesto espiritual, porque cada problema, cada dificultad es una falsa suposición de que el bien pueda estar ausente. La Sra. Eddy escribe: “Como Dios, el bien, está siempre presente, se deduce en la lógica divina que el mal, el supuesto contrario del bien, nunca está presente”.Ciencia y Salud, pág. 72. ¡Qué gran gozo, qué consuelo es saber, cada día, cada hora, que nada de lo que es bueno puede salir mal y que la idea de Dios, el hombre, siempre incluye todo el bien!