Una voz alerta, ligeramente preocupada, me habló por el intercomunicador del ascensor. Era una voz agradable, preguntándome si podía ayudarme. Le sugerí que podía hacer que el ascensor funcionara. Entonces la voz me explicó que se estaba haciendo todo lo posible.
El ascensor se había quedado atascado entre dos pisos. Pero como me encontraba solo, me pareció una buena oportunidad para orar sobre un par de cosas que necesitaban curación. Me senté a hacer buen uso de mi tiempo. Fue interesante descubrir que tenía primero que expulsar a “la multitud” del ascensor. Era la misma multitud con la que había entrado en el ascensor: una multitud de opiniones y especulaciones humanas que se habían estado acumulando en mi pensamiento. ¡Hasta un ascensor vacío puede ser un lugar abarrotado!
Pronto, la inspiración y la perspectiva espirituales volvieron, y pude orar; y luego, el ascensor fue reparado. Pero, después, pensando en la situación aprendí una gran lección. ¡Cuán evidente es que el espíritu o consciencia sanadora no es una mentalidad abarrotada!
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