Un reciente programa de televisión se refirió a la difícil situación, bastante común en nuestros días, en que se encuentra una persona que ha estado empleada por muchos años en una compañía y que es forzada a dejar su empleo por varias razones. En algunos, casos, los cambios tecnológicos traen como consecuencia la eliminación de empleos que antes eran indispensables para la operación de una empresa. En otros caos, en un esfuerzo por reducir costos, las compañías están reemplazando a empleados de antigüedad, que tienen sueldos elevados, por empleados más nuevos y con sueldos más bajos.
Sea cual fuere la razón, el que se le diga a una persona que ha quedado cesante, puede ser una experiencia abrumadora. La dignidad recibe una sacudida; la seguridad económica parece irse por la ventana; el temor a no poder competir en la oferta de empleos con jóvenes que están al tanto de las cosas, puede estar bien fundado.
¡Qué situación difícil! Aquel desdichado que enfrenta esta situación, puede que incluso haga eco de esas conocidas palabras de Job que aparecen en la Biblia: “Perezca el día en que yo nací”. Job 3:3. ¿A quién recurrir? Consideremos lo que ocurrió con Job. Su historia es de esperanza e inspiración para todo aquel que esté enfrentando obstáculos aparentemente infranqueables. Después de una lucha terrible consigo mismo, finalmente reconoció, sin reservas, la supremacía de Dios, y leemos que “bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero”. Job 42:12.
¿No es, acaso, uno de los problemas que un trabajador enfrenta —ya sea que trabaje bajo las órdenes de otro o por cuenta propia— la creencia de que el único trabajo del que tiene conocimiento es el que aparece en la descripción de su empleo; o que, cuando ya no recibe su cheque de pago, ya no está empleado provechosamente? La Ciencia Cristiana, la Ciencia del Cristo, nos ayuda a aprender lo contrario, con resultados prácticos tanto para nosotros como para nuestra familia.
Mediante el estudio inspirado y sistemático de la Biblia, y de Ciencia y Salud y otros escritos por la Sra. Eddy, empezamos a ver el empleo bajo una nueva luz. La Sra. Eddy nos da una perspectiva más elevada: “Tened buen ánimo; la lucha con uno mismo es grandiosa; nos da bastante empleo, y el Principio divino obra con nosotros —y la obediencia corona el esfuerzo persistente con la victoria eterna”.Escritos Misceláneos, pág. 118.
Los Científicos Cristianos trabajan todos los días —diligente, sistemática y devotamente— para aprender y demostrar más sobre su relación espiritual con Dios. Para ellos, este trabajo representa su ocupación primordial. Todo lo que hacen aparte de esto, es realmente el resultado natural de ello, el medio, por así decirlo, para demostrar las verdades que están aprendiendo en su empleo primordial, el cual es llegar a comprender a Dios mejor y expresar Su voluntad de manera más completa.
También están aprendiendo a conocerse a sí mismos y a su prójimo como el reflejo espiritual y perfecto de Dios, la imagen de Dios, a la cual se refiere el primer capítulo del Génesis. Esto es un empleo de total dedicación, porque el hombre con quien ellos se encuentran en sus experiencias diarias, del que leen en los periódicos y ven en la televisión, a menudo parece ser muy diferente del hombre creado por Dios. De esa manera, trabajan para reemplazar en su pensamiento esos cuadros falsos y materiales con los hechos espirituales verdaderos acerca del hombre, para verse a sí mismos y a su prójimo bajo la luz de Dios. Esto es, por cierto, un empleo de total dedicación.
“Pero”, podríamos preguntarnos, “puede que esto de adquirir una mejor comprensión de nuestra propia relación con Dios y la de nuestro prójimo esté muy bien; pero, ¿qué decir acerca del pago de la renta de nuestra casa y de la compra de nuestros alimentos?” Pues bien, podemos recurrir a las Escrituras en busca de nuestra respuesta. ¿Qué pidió el rey Salomón a Dios? No oró para adquirir riquezas materiales, sino sabiduría y conocimientos. Y leemos que Dios le concedió esto, además de “riquezas y gloria”. 1 Reyes 3:13. Y, ¿acaso no dijo Cristo Jesús: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”? Mateo 6:33. La Sra. Eddy lo explica de esta manera: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria”.Esc. Mis., pág. 307. La experiencia de un Científico Cristiano ilustra la naturaleza práctica de esas ideas espirituales y las promesas de la Biblia.
Estaba empleado para dirigir una sección de una gran corporación. El se consideraba como un empleado leal y productivo, y que estaba colaborando con la organización de una manera muy útil. Mas un día, su jefe vino a la ciudad y le dijo que sus servicios ya no eran necesarios.
El temor lo invadió, y, por un tiempo, ese temor estuvo a punto de abrumarlo. Pero se defendió. ¿Qué clase de armas usó para defenderse? Las mismas que estuvieron disponibles para Jesús, para los primeros cristianos, y para todo aquel que recurre sin reservas a Dios y Su ley espiritual para obtener ayuda. Como San Pablo nos dice en su Segunda Epístola a los Corintios: “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. 2 Cor. 10:4. El Científico Cristiano había aprendido, estudiando la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy, que, puesto que Dios siempre está presente, está dispuesto a darnos la ayuda que necesitamos cuando la necesitemos. Esta es la ley de Dios, que el hombre, como imagen de Dios posee todo lo que el Padre tiene.
También sabía que Dios es Amor, y puesto que el Amor, Dios, llena todo el espacio, no hay lugar para el temor. Persistiendo en su estudio, empezó a ver más claramente que el temor no es nada más que una invención de la mente humana, y que no tiene lugar en el reino de Dios. Esto lo llevó a ver más claramente que el Amor disipa el temor más eficazmente de lo que el sol disuelve la bruma matutina.
Cuando el temor desapareció de la experiencia, una sensación de bienestar inundó su consciencia. Los cuatro meses siguientes fueron un período de bello crecimiento espiritual. Para su asombro, por primera vez comenzó a olvidarse de los cheques de pago y empezó a comprender que toda la verdadera felicidad y progreso que había experimentado en su vida, había sido cuando se apartó de la situación y dejó que el Cristo, la Verdad, le revelara sus cualidades innatas otorgadas por Dios. Entonces empezó a abrir su pensamiento a las posibilidades infinitas de la Mente, Dios. Empezó a ver claramente que tenía mucho más que ofrecer de lo que había percibido antes. En cierto grado, estaba demostrando la verdad de esta declaración en Ciencia y Salud: “Un conocimiento de la Ciencia del ser desarrolla las habilidades y posibilidades latentes del hombre. Extiende la atmósfera del pensamiento, dando a los mortales acceso a regiones más amplias y más altas”.Ciencia y Salud, pág. 128.
Al final de ese período de cuatro meses (durante el cual sus necesidades económicas fueron completamente satisfechas de tal forma como él jamás hubiera previsto al comienzo), aceptó un empleo que le ofrecieron sin él haberlo buscado. Aun cuando inicialmente significaba una considerable merma en su salario, y tenían que cambiarse a una zona que se suponía tener un costo de vida más elevado, tanto él como su familia ni por un momento sufrieron escasez alguna.
Su nuevo empleo trajo consigo la oportunidad de servir a su prójimo con mayor amplitud. También lo ayudó a crecer espiritualmente de una manera que sólo había empezado a vislumbrar antes. Cada día ve más claramente, como su experiencia de crecimiento lo demostró, que el amor de Dios es real y práctico y está a mano, y que el hombre es la expresión misma de Dios.
La Ciencia Cristiana nos ayuda a comprender y demostrar lo que nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús, dio a entender cuando dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Podemos encontrar en Ciencia y Salud un bello pasaje correlativo que señala el continuo y gozoso empleo del hombre: “Contemplando las infinitas tareas de la verdad, hacemos una pausa —esperamos en Dios. Luego avanzamos, hasta que el pensamiento ilimitado se adelante extasiado y a la concepción libre de trabas le sean dadas alas para remontarse a la gloria divina”.Ibid., pág. 323.
¿Sin empleo? ¡No con Dios!
