La curación es algo valioso. La gente seguía a Cristo Jesús y lo buscaba porque él sanaba. Muchos tenían nuevas esperanzas cuando se enteraban de que él había llegado al pueblo donde vivían. Mucha gente tenía la certeza de que serían sanados si iban a Jerusalén o a Capernaum —dondequiera que él se encontrara— o si llamaban su atención, o si podían hacer que él los tocara. Esto era lo que muchos creían, y para muchos fue precisamente esto lo que sucedió. Hasta hubo días en que, cuando las multitudes lo encontraban, les dedicaba mucho tiempo atendiendo a los que se le acercaban y sanándolos de la enfermedad y la condenación que generalmente la acompañaba.
Pero, tal como podíamos esperar, tanta atención trajo controversias, y, también, críticas. La curación se realizaba; eso no se podía negar. Había demasiados testigos. Pero había considerables disputas acerca de qué era lo que causaba la curación. En una ocasión en que un hombre muy conocido en su vecindario fue sanado, surgieron preguntas minuciosas. Aquellos que desafiaban la fama y la autoridad de Jesús, se preguntaban si el hombre sanado había sido realmente ciego. Pronto se determinaron los hechos tal como eran: él había sido ciego de nacimiento. Ese hecho fue verificado por sus padres.
Entonces el hombre mismo fue interrogado nuevamente. ¿Qué te hizo Jesús? ¿Cómo consiguió abrirte los ojos? El hombre no podía explicar detalladamente qué era lo que había producido el cambio; pero lo que sí sabía era que ahora podía ver, que Jesús lo había hecho, y que Dios debía de ser la causa.
Aquellos que dudaban de la curación, e intentaban desacreditar a Jesús razonaban —e impulsaban a otros a razonar del mismo modo— diciendo que la curación sí había ocurrido, pero que Jesús no tenía nada que ver con ella; que solamente Dios debía ser alabado. Jesús debía ser condenado como pecador e incapaz de producir tales obras de curación. (Ver Juan 9:1–38.)
Controversias similares han formado parte de la historia de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Aunque la curación por medio de la oración en la Ciencia Cristiana ha sido ampliamente demostrada y reconocida desde hace más de un siglo, la causa de la curación ha sido punto de profundas polémicas. Aun aquellos que han sido sanados en la Ciencia Cristiana no siempre comprenden cómo se produjo la curación.
Una vez, hubo en nuestra familia una rápida curación de lo que parecía ser una enfermedad muy seria. A pesar de que cada uno de nosotros había sido sanado por la Ciencia Cristiana y había practicado antes este método de curación, no pudimos menos que preguntarnos qué era lo que específicamente había producido la curación en esta oportunidad. Cuando al Científico Cristiano que habíamos llamado para pedir ayuda se le preguntó qué era lo que había hecho, su respuesta fue breve: “Yo supe la verdad”.
Este nexo entre el discernimiento de la verdad y la curación es crucial para la comprensión de la Ciencia Cristiana. Es inseparable de la teología de la Ciencia Cristiana. Es, en realidad, una consecuencia inevitable de esta teología, es la profunda verdad espiritual acerca de Dios y el hombre. La Sra. Eddy, la autora de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, concibió su descubrimiento de la curación espiritual por completo dentro del contexto de su teología. Todo se reducía a que las cualidades divinas se manifestaban en la experiencia de hombres y mujeres. La Sra. Eddy consideraba la salud —moral y física— como inseparable de la verdadera teología cristiana. Ella escribió: “Nuestro Maestro dijo a todo seguidor: ‘¡Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura!... ¡Sanad enfermos!... ¡Amarás a tu prójimo como a ti mismo!’ Era esa teología de Jesús lo que sanaba al enfermo y al pecador. Es su teología en este libro y el significado espiritual de esa teología, lo que sana al enfermo y hace que ‘deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos'. Era la teología de nuestro Maestro lo que los impíos procuraban destruir”.Ciencia y Salud, págs. 138–139.
Y si separáramos las obras sanadoras de la Ciencia Cristiana de la teología divina que la fundamenta —si esto fuera posible— destruiría la curación por la Ciencia Cristiana en la actualidad. El entender mal la teología de Cristo Jesús y las explicaciones metafísicas de esa teología en Ciencia y Salud, el no tratar de comprenderla y vivirla en forma práctica, impediría, como mínimo, que el investigador entendiera qué causa la curación en la Ciencia Cristiana. Tal ignorancia inevitablemente cerraría las puertas a la curación por medio de la oración científica.
La profunda promesa teológica de la Ciencia Cristiana no es un razonamiento frío e intelectual, o una explicación abstracta de un dogma o doctrina, sino la verdad viviente y vital de que Dios sea conocido y comprendido por el hombre, Su hijo bien amado. El amor de Dios por Su descendencia y por toda Su creación se expresa en Su autorrevelación.
El regalo más precioso de Cristo Jesús para la humanidad, no solamente fue su disposición a sacrificarse —que probó la eterna presencia y la omnipotencia del amor redentor de Dios y lo salvó de la enemistad y de los crueles ataques de aquellos que se oponían a su teología— sino que, además de esto, su regalo es la verdad sublime de que Dios sea conocido, que sea revelado a la humanidad. Este es el fundamento de la teología de la Ciencia Cristiana y es inseparable de ella. La Ciencia Cristiana no presenta una mera faceta o coloración teológica; es la teología sanadora de Cristo Jesús, explicada y puesta al alcance de cada hombre, mujer y niño para ser comprendida y experimentada. Es en esta forma que Dios es exaltado en los asuntos humanos.
La promesa de la curación por el Cristo está activa hoy en día. No hemos perdido ni la época ni el lugar de la revelación que Dios tiene de Sí mismo y que se evidencia en la curación y la reforma cristianamente científicas. El comprender que Dios ama cuando se revela a Sí mismo a Su creación y por medio de ella, es la esencia de la percepción profética. Es, asimismo, la fuerza redentora que borra las imágenes de pecado y enfermedad en los mortales. En la medida en que el pecado y la enfermedad sean eliminados de la consciencia humana, contemplaremos al hombre como la expresión de Dios. La revelación de Dios es, al mismo tiempo, la revelación del hombre como Su hijo. Esa es la razón por la cual una teología que sana es vital para cada uno de nosotros.
    