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Teología, controversia y curación

Del número de enero de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La curación es algo valioso. La gente seguía a Cristo Jesús y lo buscaba porque él sanaba. Muchos tenían nuevas esperanzas cuando se enteraban de que él había llegado al pueblo donde vivían. Mucha gente tenía la certeza de que serían sanados si iban a Jerusalén o a Capernaum —dondequiera que él se encontrara— o si llamaban su atención, o si podían hacer que él los tocara. Esto era lo que muchos creían, y para muchos fue precisamente esto lo que sucedió. Hasta hubo días en que, cuando las multitudes lo encontraban, les dedicaba mucho tiempo atendiendo a los que se le acercaban y sanándolos de la enfermedad y la condenación que generalmente la acompañaba.

Pero, tal como podíamos esperar, tanta atención trajo controversias, y, también, críticas. La curación se realizaba; eso no se podía negar. Había demasiados testigos. Pero había considerables disputas acerca de qué era lo que causaba la curación. En una ocasión en que un hombre muy conocido en su vecindario fue sanado, surgieron preguntas minuciosas. Aquellos que desafiaban la fama y la autoridad de Jesús, se preguntaban si el hombre sanado había sido realmente ciego. Pronto se determinaron los hechos tal como eran: él había sido ciego de nacimiento. Ese hecho fue verificado por sus padres.

Entonces el hombre mismo fue interrogado nuevamente. ¿Qué te hizo Jesús? ¿Cómo consiguió abrirte los ojos? El hombre no podía explicar detalladamente qué era lo que había producido el cambio; pero lo que sí sabía era que ahora podía ver, que Jesús lo había hecho, y que Dios debía de ser la causa.

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