Hace algún tiempo, me encontraba sin empleo. No sólo me faltaba empleo, sino también un claro sentido de dirección de mi vida; tenía, además, la presión del pago de un préstamo bancario. Hice algunos intentos desesperados por cambiar las circunstancias, pero ninguno de ellos tuvo éxito.
Decidí, entonces, trabajar más en lo que sabía que podía cambiarse, es decir, mi forma de pensar acerca de la situación. En otras palabras, fui directamente al fondo del asunto. Este pasaje de la Biblia me ha sido de gran ayuda para discernir el propósito verdadero del hombre: “Trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” (Isaías 43:6, 7).
Mediante la oración y mi estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, obtuve un punto de vista más espiritual acerca de mí y de la situación. Empecé a ver que, siendo el hombre creado por Dios, vivo para glorificarlo; que estoy en todo tiempo empleado en la expresión de tales cualidades, divinamente derivadas, como lo son el gozo, la inteligencia y el ingenio. Me complacía saber que estaba empleado, de esa manera, para servir a mi Padre.
Durante esos días de estudio más profundo, visité a una persona que conocía. Juntos compartimos algunas ideas acerca del empleo verdadero (mi amiga también era Científica Cristiana).
Pocos días después, alguien que vivía en otro estado me llamó; buscaba una persona calificada para llenar una vacante en su personal. Esta persona ya había llamado a mi amiga, quien había sido recomendada por otro empleado que la conocía. Puesto que mi amiga tenía empleo, no aceptó la oferta, pero sabiendo mi situación, sugirió mi nombre.
Me ofrecieron el empleo. Hice mis maletas y, ese mismo día, emprendí el viaje. No conocía el lugar a donde iba, ni sabía nada de la clase de negocios a que se dedicaba esa firma, pero, de hecho, este nuevo empleo se relacionaba con mucho de lo que me interesaba. Aunque el puesto era temporal, fue para mí un tiempo estimulante y una aventura, que excedía toda expectativa en cuanto a oportunidades de empleos. También me proveyó la destreza y la experiencia necesarias para el trabajo al que gozosamente me dedico ahora.
También agradezco a Dios la protección que mi esposa y yo experimentamos durante un viaje en automóvil. Yendo en nuestro automóvil por una carretera interestatal con un remolque lleno con nuestros muebles, un camión que venía detrás nos chocó violentamente. Como resultado, nuestro automóvil fue lanzado al carril para pasar, y al tratar de esquivarnos, el camión nos chocó en un costado.
Cuando nuestro automóvil se quedó parado al lado de la carretera, mi esposa y yo afirmamos el completo gobierno de Dios, y ambos lo percibimos. Ese día, temprano, habíamos estudiado la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. De manera que estábamos seguros de la omnipresencia de Dios. Tuvieron que remolcar nuestro automóvil, pero ni nosotros ni el camionero sufrimos el más mínimo rasguño.
El accidente ocurrió cerca de nuestra casa, así que unos queridos amigos nuestros nos llevaron a nuestra casa y nos ofrecieron el uso de sus automóviles. No obstante, estábamos en una situación difícil, pues teníamos planeado mudarnos de esa ciudad en una semana.
Al empezar a orar acerca de la situación, me di cuenta de que no tenía que poner límites al amor de Dios para con Su creación. Mediante el sentido espiritual de la totalidad de Dios, me sentí libre de toda presión y preocupación. Un pensamiento que me ayudó en ese momento, fue que jamás trabajamos partiendo de un vacío, pues el día de Dios jamás incluye la necesidad de reponer tiempo perdido. El desarrollo de la armonía permanece por siempre intacto.
No hace falta decir que hasta los más mínimos detalles se resolvieron satisfactoriamente; obtuvimos, incluso otro automóvil en el momento mismo en que lo necesitamos. Esta experiencia nos brindó la oportunidad de ver a todos incluidos en el Amor divino: a la policía del estado, a los liquidadores de seguros y al camionero. Los procedimientos legales necesarios se condujeron armoniosamente, y fuimos liberados de todo sentido de damnificación burocrática o de otra clase. Recapacitando sobre esas experiencias, no puedo sino cantar junto con el Salmista (Salmo 119:97): “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”.
Fairborn, Ohio, E.U.A.
Como esposa de Jeff, puedo atestiguar de la protección que experimentamos en todo momento del accidente. Estuve muy consciente de nuestra seguridad, de nuestra tranquilidad en ese lugar y rodeados de la tierna paz del Amor. No sufrimos ninguna lastimadura, y ningún otro vehículo tuvo parte en el accidente, no obstante, varias personas se detuvieron para ver si estábamos bien. Me uno a Jeff en su alabanza a Dios.
    