Una pregunta que nos perturba a todos de vez en cuando es: “¿Estoy progresando realmente? Puede ser que nos preocupe la perspectiva de nuestra carrera, el progreso de nuestro negocio o incluso el desempeño de nuestros hijos en el colegio. Y, con mucha frecuencia, la medida que usamos para determinar nuestro progreso es el criterio mundano, el cual puede variar como una veleta.
Pero hay una manera más segura de medir el progreso. La vida de Cristo Jesús ilustra la manera espiritual de valorar el progreso que se ha logrado.
Sabemos poco respecto a su niñez, pero el relato de San Lucas nos da unos vívidos discernimientos acerca de su carácter. Podemos ver mediante la breve descripción de este Evangelio que el niño Jesús ya estaba haciendo buen progreso en madurez espiritual: “El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”. Lucas 2:40.
Tal vez ésta no sea la calificación de fin de curso que podríamos esperar recibir de la escuela de nuestros hijos, no obstante, podría servir como una buena vara de medir para que los padres puedan determinar el grado en que están sus hijos viviendo de acuerdo con su natural estatura espiritual como hijos e hijas de Dios. Los niños pueden aprender desde temprana edad a manifestar una afectuosa consideración hacia los demás, y pueden adquirir sabiduría y comprensión espirituales, pues éstas son cualidades divinas. El niño que se entera de su riqueza espiritual y se comporta de acuerdo con ella, adquirirá, de manera natural, la pericia necesaria en la escuela para obtener buenos resultados en la lectura, escritura y destreza en el uso de computadoras.
Leemos también en el Evangelio según San Lucas que cuando Jesús tenía doce años, sus padres lo llevaron a Jerusalén y se quedó atrás solo. Ver Lucas 2:41–52. Regresaron para buscarlo, y tres días después lo hallaron en el templo conversando con los doctores de la ley, oyéndoles y haciéndoles preguntas. Sus padres le preguntaron por qué se había quedado atrás y, como se relata, respondió: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” En unos versículos más adelante obtenemos otras vislumbres de su crecimiento en gracia: “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”.
Podemos ver por esos breves comentarios que Dios estaba preparando a Jesús para su misión sanadora y redentora en bien de la humanidad. Jesús debe de haber reconocido, desde temprana edad, que su vida tenía esa dimensión espiritual y que su deber era estar al servicio de su Padre.
La Ciencia Cristiana nos enseña a evaluar al hombre como la imagen y semejanza de Dios, y nos muestra que todos podemos experimentar en nuestra vida progreso continuo porque la vida que emana de la comprensión espiritual jamás es estática y se está desarrollando continuamente. La Sra. Eddy, escribiendo sobre la historia de la creación según el Génesis, hace esta observación en Ciencia y Salud: “No hay más de un creador y una creación. Esa creación consiste en el desarrollo de ideas espirituales y sus identidades, las cuales están comprendidas en la Mente infinita y eternamente reflejadas. Esas ideas se extienden desde lo infinitesimal hasta lo infinito, y las ideas más elevadas son los hijos y las hijas de Dios”.Ciencia y Salud, págs. 502–503.
Hace muchos años llegué a una etapa de mi vida en la cual no experimentaba ningún progreso. Había disfrutado mi carrera en la enseñanza, pero después de pasar diez años en el salón de clase, sentí que necesitaba un campo de acción más amplio. Casi al mismo tiempo, al ir con el dentista para que me limpiara los dientes, me dijo que tenía dos muelas del juicio que estaban incrustadas en la encía y que tenían que extraerse mediante cirugía. El sabía que yo era Científica Cristiana, y le expliqué que le pediría a una practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara a resolver ese problema mediante la oración. Estuvo de acuerdo con mis deseos. Llamé a la practicista y le hablé acerca del veredicto del dentista. Después que ella habló conmigo unos minutos, descubrió que yo tenía otras preocupaciones acerca de mi carrera, y muy amablemente me alentó a orar con ella acerca de mi progreso espiritual.
Las siguientes semanas fueron muy inspiradoras pues estuve orando profundamente hasta que vi claramente que no necesitaba planear humanamente la manera en que mi vida y mi carrera debían desarrollarse, pues Dios siempre está desarrollando a Su idea, y yo estaba incluida en este desarrollo del bien. No obstante, necesitaba identificarme a mí misma más claramente como idea espiritual de Dios, y no como un mortal físico confinado dentro de un cuerpo material con limitadas oportunidades y perspectivas profesionales. A medida que me esforzaba diariamente por apartarme del concepto finito acerca de mí misma, empecé a regocijarme en una libertad recién hallada.
Un pasaje en Ciencia y Salud me ayudó a comprender la verdadera naturaleza del progreso espiritual, dice: “El progreso quita los grilletes humanos. Lo finito tiene que ceder a lo infinito. Al avanzar hacia un plano superior de acción, el pensamiento se eleva del sentido material al espiritual, de lo escolástico a lo inspirativo y de lo mortal a lo inmortal. Todas las cosas son creadas espiritualmente. La Mente, no la materia, es el creador”.Ibid., pág. 256. A medida que continuaba orando y realmente estableciendo en la consciencia esta idea verdadera de la creación del desarrollo del bien, las muelas dei juicio que estaban incrustadas empezaron a ocupar su lugar apropiado. Cuando volví a ver al dentista, varios meses después, se asombró al ver que habían crecido normalmente, y nunca más me molestaron.
Al mismo tiempo aparecieron nuevas oportunidades para servir a mi iglesia. En el transcurso de un año empezaron a desarrollarse vías de trabajo completamente nuevas, y han continuado ampliándose y desarrollándose en provechosa utilidad desde entonces. Ciencia y Salud nos asegura: “El hombre es más que una forma material con una mente adentro que tiene que escapar de su ambiente para ser inmortal. El hombre refleja infinitud, y ese reflejo es la idea verdadera de Dios.
“Dios expresa en el hombre la idea infinita, que se desarrolla eternamente, que se amplía y eleva más y más desde una base ilimitada”.Ibid., pág. 258.
Debido a la naturaleza infinita de Dios, el continuo progreso del hombre está asegurado. Nuestro deber, como Jesús nos enseñó, es estar en los negocios de nuestro Padre. Cuando disponemos nuestro corazón para servir a Dios y a la humanidad de la manera que El ha ordenado, no hay límite para el bien que puede lograrse, porque el bien viene de la Verdad misma, o Dios Mismo. El es quien desarrolla Su idea inmortal. Y este desarrollo continúa eternamente.