Ella abrió el libro porque su encuadernación era hermosa y amaba los libros. Lo que se decía en él era hermoso también, de hecho, quizás demasiado hermoso para ser verdad, pensó. Pero durante su breve lectura el resfrío que tenía desapareció sin razón aparente.
Ella pensaba que ya no tenía muchas esperanzas respecto a la religión. De niña había asistido a reuniones de inspiración que se realizaban en su pueblo durante la depresión, y había respondido muchas veces al llamado del altar. Pero la fe que resplandecía con tanto brillo durante la reunión parecía desvanecerse al día siguiente.
Sin embargo, esta vez era diferente. Aun cuando algunos de los síntomas del resfrío reaparecieron, cuando contó a su esposo lo que le había sucedido, ella había obtenido una nueva perspectiva. Si una enfermedad, que parecía tan real, podía presentarse y desaparecer, razonó, quizás otros aspectos de la vida diaria fueran igualmente insustanciales. Quizás fuera cierto que la realidad era un solo Dios y Su bondad — artículo de fe al cual hacía mucho que ella se había adherido y que ahora, por un momento, parecía vívidamente real.
Comenzó a estudiar, junto con la Biblia, el libro tan hermosamente encuadernado — era Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Mary Baker Eddy. Y a medida que estudiaba, se daba cuenta de que el cristianismo no era una fe evasiva, como había temido. Su estudio le dio un indicio de su verdadera naturaleza como hija amada de Dios. Esa relación pronto fue evidente de muchas maneras, incluso en curaciones físicas que fueron permanentes.
Esa persona era mi madre; como resultado de su búsqueda, nuestra familia comenzó a estudiar Ciencia Cristiana durante mi niñez. Recuerdo haber sanado de asma y de escarlatina en aquellos años.
Pero no tuve muchos motivos para reflexionar sobre esos acontecimientos hasta algún tiempo después. Buscando material para un trabajo que estaba escribiendo, asistí a las reuniones de curación de varias denominaciones religiosas. Muchas de ellas estaban centradas en el poder sanador del Espíritu Santo, y me di cuenta de que el Espíritu Santo era algo más bien académico para mí. Parecía que estaba más familiarizada con las palabras bíblicas sobre el Espíritu Santo que con su presencia real. No pensaba que podía sentirlo alguna vez.
A esta altura recordé la búsqueda que había hecho mi madre. Aun cuando su propio ímpetu parecía haber fallado, sin embargo, al abrir Ciencia y Salud por primera vez los hechos bíblicos se le iluminaron, y a esto siguieron las demostraciones. ¿Qué otra cosa podría haber sido eso sino el Espíritu Santo dando testimonio con el espíritu de ella?
La descripción que la Sra. Eddy hace de su propia transición de la oscuridad de la vida material al reconocimiento de la ley espiritual me dio un cierto sentido del resplandor y proximidad del Espíritu, Dios. “El mundo estaba oscuro”, escribe. Pero también muestra que su vigilancia fue recompensada. Ella declara: “En esa medianoche las antorchas del Espíritu iluminaron el carácter del Cristo”.Retrospección e Introspección, pág. 23.
¿Quién podría imaginar a Dios, que es el Amor mismo, como secreto, como el objeto de interminables especulaciones humanas? La realidad infinita del Amor divino no es teórica; no es una mera información discernible de algún otro reino, hermoso, pero no fácilmente accesible. La lógica nos dice que la realidad infinita debe incluir su propia e irresistible revelación, a cuya luz el enigma y la oscuridad desaparecen.
El pensamiento general puede que considere — si es que alguna vez lo ha hecho — que las cosas espirituales sólo son reales en algún otro plano, y puede que perciba el poder espiritual como resultado de alguna habilidad sobrehumana que puede alterar la existencia humana. Aquellos que veían a Cristo Jesús de esa manera lo siguieron porque hacía milagros. Hasta quisieron hacerlo rey. Como consecuencia de ello finalmente muchos dejaron de seguirlo, frustrados por lo que no podían comprender o aceptar de su enseñanza espiritual.
Por otra parte, quienes continuaron junto a Jesús comenzaron a captar algo de lo que realmente significa ser hijos e hijas de Dios, que participan plenamente de la creación del Espíritu. Percibieron algo de la totalidad, del dominio y la paz que son naturales a los hijos de Dios. Los enfermos fueron sanados y los hambrientos alimentados, no porque algún poder de otro mundo hubiera descendido misteriosamente, sino porque la realidad espiritual había comenzado a brillar a través de la oscuridad de la vida humana. Vieron el mundo bajo una nueva luz. Y en esta luz espiritual los discípulos experimentaron algo de la profecía de Juan el Bautista respecto a Cristo Jesús: “El os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Lucas 3:16.
Después de la resurrección y ascensión de Jesús, cuando su total fidelidad al Espíritu fue, sin lugar a duda, muy clara a sus seguidores, los discípulos fueron “llenos del Espíritu Santo” el cual se les había aparecido como brillantes lenguas de fuego. Ver Hechos 2:3, 4. Las siguientes obras de curación cristiana que ellos realizaron fluyeron naturalmente de esta percepción exaltada.
En momentos de prueba quizás sintamos que un esfuerzo extraordinario — o al menos un clima social que aprecie más las cosas espirituales — es necesario para alentar nuestra inspiración. Pero la luz del Espíritu no está apagándose y encendiéndose. Las curaciones que se han registrado, aún durante lo que podríamos considerar como las horas más oscuras de la historia cristiana, nos recuerdan que las antorchas del Espíritu están siempre disponibles para iluminar la identidad real, la identidad espiritual del hombre.
Quizás necesitemos ser más obedientes o más firmes como discípulos cristianos. Pero es el Amor infinito revelándose a sí mismo de manera irresistible lo que elimina cualquier oscuridad mental que esconda nuestra unidad con el Espíritu. La Sra. Eddy dice acerca de la Ciencia Cristiana: “... enciende los fuegos del Espíritu Santo, e inunda al mundo con el bautismo de Jesús”.Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902, pág. 5. Hoy en día, la Ciencia Cristiana revela la realidad tangible de la creación espiritual y nos impulsa a percibirla.
En una ocasión sentí un fuerte dolor durante muchas horas. Oré, pero aparentemente no fue de gran ayuda. Estaba extenuada. Lograr descansar de alguna manera, aun mediante la muerte, parecía tentador. En ese estado depresivo surgió un pensamiento en mi consciencia (ciertamente que no fue un sentimiento personal) simplemente me decía: “El alivio no es lo más importante del universo”.
Esa declaración tan positiva en medio de una consciencia en la que aparentemente sólo había una profunda oscuridad, me sorprendió. Exigía un cambio en el concepto que tenía de mí misma: quizás esa criatura que estaba apelando al infinito pero alojada en lo finito no era mi identidad verdadera. La elevación espiritual que había parecido tan fuera de mi alcance, aparentemente no era remota. Comencé a ver que el ser real ya estaba afirmado en el Espíritu, en Dios. El hecho que yo estaba declarando que el Espíritu — no los procesos del cuerpo — sostienen al hombre, no era algo vagamente verdadero, o verdadero sólo para otros. Era un hecho inmediato. Y esto fue una realidad que sentí profundamente. Sané a medida que la oscuridad y el dolor fueron desapareciendo ante la presencia real del Espíritu Santo.
Aun — y quizás en especial — en esos momentos en que se siente una total insuficiencia personal, el Espíritu Santo está presente, protegiéndolo todo. Despierta en nosotros la certeza de que nunca estamos, de que nunca hemos estado, fuera de la creación de Dios. Como al principio, el Espíritu Santo se mueve sobre del oscuridad del pensamiento humano, trayendo luz y curación.