Ella abrió el libro porque su encuadernación era hermosa y amaba los libros. Lo que se decía en él era hermoso también, de hecho, quizás demasiado hermoso para ser verdad, pensó. Pero durante su breve lectura el resfrío que tenía desapareció sin razón aparente.
Ella pensaba que ya no tenía muchas esperanzas respecto a la religión. De niña había asistido a reuniones de inspiración que se realizaban en su pueblo durante la depresión, y había respondido muchas veces al llamado del altar. Pero la fe que resplandecía con tanto brillo durante la reunión parecía desvanecerse al día siguiente.
Sin embargo, esta vez era diferente. Aun cuando algunos de los síntomas del resfrío reaparecieron, cuando contó a su esposo lo que le había sucedido, ella había obtenido una nueva perspectiva. Si una enfermedad, que parecía tan real, podía presentarse y desaparecer, razonó, quizás otros aspectos de la vida diaria fueran igualmente insustanciales. Quizás fuera cierto que la realidad era un solo Dios y Su bondad — artículo de fe al cual hacía mucho que ella se había adherido y que ahora, por un momento, parecía vívidamente real.
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