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Organizaciones de la Ciencia Cristiana en las universidades

Para encontrar respuestas, curación espiritual y un profundo amor hacia los demás

Del número de noviembre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es casi una tradición académica que la vida universitaria sacuda la fe en cosas que se creían anteriormente. Eso puede hasta incluir la fe en Dios y en la espiritualidad. Pero hay señales alentadoras que indican que más estudiantes están buscando respuestas espirituales a los desafíos de la enseñanza superior. En algunos casos están poniendo a prueba al intelectualismo y al materialismo pues no les parecen satisfactorios.

¿Qué pueden ofrecer las Organizaciones de Ciencia Cristiana en las universidades durante un período de fermentación espiritual ? ¿Son lugares en los que es posible plantear preguntas sin temor y hallar respuestas? ¿Se puede encontrar en ellas apoyo mutuo al igual que una mayor dedicación a entender y amar a todos los que forman parte de la comunidad académica? Consideremos las experiencias de algunos miembros de organizaciones del presente y del pasado.

: Me crié en Los Angeles, pero pasé toda mi adolescencia sin conocer a otros jóvenes Científicos Cristianos. No sabía cómo se comportaban estos jóvenes, si eran “normales”. En la escuela secundaria siempre me preguntaba: “¿Cómo se puede ser bueno y popular al mismo tiempo?” Siempre estaba atormentado porque me gustaba ser popular. (Eso no quería decir que lo fuera.) Al mismo tiempo, todos los domingos iba a la Escuela Dominical y hablábamos de cosas espirituales. Y ellas estaban muy cerca de mi corazón, pero siempre me daban una especie de bofetada, mental, por supuesto.

Cuando fui a la universidad, tuve por primera vez la oportunidad de ver cómo eran otros jóvenes Científicos Cristianos. Lo que más me impresionó de ellos fue su sinceridad y bondad. Estaban interesados en resolver las mismas cosas que yo. Realmente eso me hizo sentir bien. En muchos aspectos me sanó del temor que tenía de decir a otras personas que era Científico Cristiano.

Antes de la reunión para las organizaciones universitarias celebrada en Boston en 1982, había oído mencionar las organizaciones de la Ciencia Cristiana en la Escuela Dominical una o dos veces. No tenía idea de lo que eran. Una compañera de mi universidad y yo fuimos a Boston. El grupo en nuestra universidad se había disuelto hacía dos o tres años. Después de la reunión estábamos convencidos de que necesitábamos una organización de la Ciencia Cristiana activa. Por eso, cuando comenzaron las clases, iniciamos una nuevamente. Preparábamos lecturas sencillas y nos comprometimos a hacerlo todas las semanas.

Al principio, mi actitud era tratar de cumplir y terminar lo antes posible para quedar libre, pero, a medida que me fui interiorizando con la tarea, abrí mi pensamiento, y realmente empecé a disfrutarla. Aparte de leer la Lección Bíblica La Lección Bíblica se publica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. e ir a la iglesia, nunca había profundizado la lectura de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. En época de exámenes, trataba de seleccionar pasajes sobre Dios como Mente e inteligencia. Eso me parecía muy práctico.

Mi experiencia en la organización universitaria estuvo íntimamente relacionada con el hecho de que pronto tomé instrucción en clase de Ciencia Cristiana. En efecto, cuando me dirigía a dicha clase, tuve una curación física importante mediante la oración. Mi auto no estaba funcionando bien y traté de abrir la tapa del radiador cuando estaba todavía caliente. El agua hirviendo me saltó en la cara y en todo el cuerpo. Quedé ciego durante varios minutos. Logré llegar al restaurante de la parada para camiones donde yo estaba, y solicité un lugar tranquilo en el que pudiera sentarme. Me dieron un pequeño cuarto en la parte de atrás y una camisa para cambiarme. Oré en silencio. El dolor cesó rápidamente. Cuando llegué a mi destino, pedí a mi maestro que orara por mí. En unos pocos días todo vestigio de las quemaduras había desaparecido.

(): Solía pensar que la Ciencia Cristiana sólo era una medicina para cuando estaba enferma. Pensaba: “Cuando tenga un problema, tengo la Ciencia Cristiana”. Pero estoy aprendiendo que debo estudiarla por lo que es. Aun cuando no tenga problemas, puedo estudiar para aprender más sobre mi verdadera identidad. Bueno, no quiero que eso suene como un cliché. Sé que siempre hablamos sobre descubrir nuestra verdadera identidad, nuestro ser espiritual. Pero, verdaderamente eso es lo que más me ha ayudado. Es algo que puedo llevar conmigo, es mi manera de vivir. No es sólo para ponerlo en práctica en ciertas ocasiones cuando tengo problemas, o cuando tengo un examen final y estoy muy nerviosa.

Algunas personas preguntan por qué hay organizaciones de la Ciencia Cristiana en las universidades; ¿acaso no son un duplicado de lo que es una iglesia filial activa?

Julio: Creo que ellas están orientadas a tratar temas diferentes, en un nivel muy específco.

¿Recuerdas alguna manera específica en que te ayudó la organización?

Julio: Sí. Por mucho tiempo me sentí muy cerca de la norma moral de la Ciencia Cristiana, y después empecé a cuestionarla, eso fue cuando asistía a la escuela de post graduados. Empecé a decirme: “¿Qué voy a hacer, ser virgen a los cuarenta y cinco años si no me caso?” Lo digo así, porque así lo pensaba.

Siempre me había dicho: “Oh, tú nunca cometerás esos errores. Has sido criado de forma distinta y la Ciencia Cristiana siempre te ha permitido percibir lo que es una relación verdadera”. De pronto, lo que había creído que era una percepción sólida, no fue lo suficientemente firme para mí, y había caído. Me causó muchísimo dolor. En realidad no estaba seguro de ser digno de volver a la Ciencia Cristiana porque había pecado. Pero sacudiéndome el polvo de los pies, me recobré. El participar en la organización me ayudó a levantarme y empezar de nuevo.

¿Eso resultó debido al amor y apoyo de los miembros?

Julio: Sí, y por mi deseo de continuar examinándome, de crecer espiritualmente y de tomar parte en las actividades de un grupo, de una organización que dice que no hay que ser la santidad personificada para asistir a sus reuniones. La organización de la Ciencia Cristiana puede ayudar a todo aquel que está tratando de comprender su verdadera identidad espiritual. Y esa fue mi experiencia. Me amparó después de haber caído y me sacó adelante. Créanme, el sufrimiento había sido intenso.

(): Yo tenía que aprender algo acerca del gran apoyo que los miembros de la organización pueden darse mutuamente. Al principio, cuando me afilié a la organización universitaria de la Ciencia Cristiana, no tenía muy claro de qué se trataba. Hacía muy poco que estudiaba Ciencia Cristiana y tenía la tendencia a considerar la organización como un lugar donde se puede ir después de haber aprendido mucho sobre Ciencia Cristiana. Era ir y hacer todo a la perfección. Debido a mis antecedentes y a las experiencias que había tenido, me sentía realmente inadecuada para cumplir con esa clase de requisitos.

En mi tercer o cuarto año de universidad, tuve un desafío físico, estaba agotada. Debido a que no teníamos muchos miembros activos, sabía que mi afiliación requería algo más que sólo mi apoyo metafísico; era necesario llevar a cabo las tareas humanas. Sentí que no podía explicar a los demás miembros la razón por la cual no podía ayudar; por eso renuncié hasta que estuve en condiciones de hacerlo otra vez. Retrospectivamente puedo ver cuánto más útil habría sido si hubiera entendido el propósito espiritual de una organización de la Ciencia Cristiana lo suficiente como para decir: “Miren, estoy pasando por un desafío. No puedo aceptar un cargo, pero, ciertamente necesito la amistad y el apoyo de ustedes”. Pienso que esa experiencia, y lo que aprendí de ella constituyeron una ayuda eficaz para que, un tiempo después, cuando fui una de las Lectoras, se manifestara una atmósfera más llena de amor en la organización.

¿Sanaste mediante tu estudio de Ciencia Cristiana?

Denise: Sí, por supuesto. Y cuando volví a la organización di un testimonio sobre la curación y lo que había aprendido: que la organización universitaria está allí para apoyar, y que servimos en ella en la proporción en que demostramos Ciencia Cristiana en nuestra vida. Y realmente no podemos separar las dos cosas.

¿Cómo te ayudó la organización de la Ciencia Cristiana en tu labor académica?

Julio: En la Universidad de Michigan había una terrible sensación de presión, como estoy seguro que la hay en muchas universidades. Pero había allí, algo así como un aura, la urgencia de sobresalir. El énfasis que se daba a la espiritualidad en las reuniones de la organización me alentaba y me decía: “Espera un poco; la vida es algo más que sólo prepararte académicamente. Hay un sentimiento de descubrimiento de tu verdadera espiritualidad, y lo profundo de ese descubrimiento bendecirá toda tu labor académica". Finalmente, pude demostrar que podía estar libre de presiones y cuando terminé mis estudios estaba en el cuadro de honor, a pesar de que cuando comencé me había sentido académicamente inadecuado. Para lograr esto tuve que estudiar y practicar mucho la Ciencia Cristiana.

Susana: Cuando estaba en tercer año de la universidad, tenía un profesor por el que sentía una gran aversión. No era porque él no supiera lo que enseñaba. Sabía muchísimo. Había estudiado en los Estados Unidos y había vivido allí muchos años y hablaba inglés perfectamente bien. Eso era muy bueno para nosotros pues estábamos tratando de aprender inglés. Pero él tenía una especie de actitud de superioridad. Me sentía muy desalentada porque parecía que nunca le agradaba lo que yo escribía.

Al año siguiente, todos mis compañeros trataron de elegir otros profesores porque nadie quería estar con él. Y yo intenté hacer lo mismo, pero los horarios de los otros profesores no coincidían con mi programa. Esta vez pensé que no podía estar en su clase todo el año sin cambiar mi pensamiento. Por eso me dispuse a descubrir nuevament la identidad espiritual del hombre.

Traté de cambiar mi punto de vista acerca de mí misma, acerca del profesor y acerca de Dios, digo esto porque creo que me estaba olvidando de poner a Dios primero. Leí lo que dice la Sra. Eddy en respuesta a la pregunta: “¿Qué es el hombre?” Esta parte me ayudó: “... lo que no tiene ni una sola cualidad que no derive de la Deidad; lo que no posee, de sí mismo, ni vida ni inteligencia ni poder creativo, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a su Hacedor”.Ciencia y Salud, pág. 475. Eso era verdad tanto con respecto a mí, como a él. A medida que me esforzaba por vivir de acuerdo con esta verdad, las cosas empezaron a cambiar. Tuve que rendir el examen final de la clase que él enseñaba y al principio sentí gran temor. Pero pasé el examen y el profesor me dijo: “Has mejorado mucho, Susana”, usando mi nombre. Nunca lo había hecho antes. Repitió: “Has mejorado mucho, Susana. Estoy muy contento”.

Al año siguiente lo tuve nuevamente, y en clase fue muy considerado. Antes yo pensaba que no lo era y que no se interesaba por nadie.

¿ Cómo has podido llegar al corazón de otros en el ámbito universitario ?

Denise: Una manera ha sido orar realmente por la comunidad académica a la que pertenecía, orar sobre desafíos específicos que el pensamiento general estaba enfrentando en nuestra comunidad. Un semestre, por ejemplo, el diario de la universidad estaba lleno de artículos sobre depresión, especialmente sobre la depresión y el suicidio de los alumnos de primer año. En la universidad en la que estudiaba, las residencias estudiantiles para los alumnos de primer año son de diez o doce pisos. Ese semestre uno de estos alumnos que se sentía solo y bajo mucha presión, se había tirado desde el techo. Y esa sensación parecía ser contagiosa. De pronto, el temor al suicidio — a que algún conocido fuera el próximo — se difundió por toda la universidad. Sacó a la superficie muchas presiones ocultas que los estudiantes, especialmente los más jóvenes, sentían: la presión académica, la presión de tener relaciones sexuales antes de casarse y la presión de tomar bebidas alcohólicas en las fiestas estudiantiles, y menciono sólo unas pocas.

Justo en medio de todo esto, los demás miembros de la organización y yo vimos la necesidad de sentarnos y ponernos a orar sobre esto; de tratar específicamente toda epidemia mental: de depresión y presiones, de aislamiento y soledad, de temor al fracaso. Ya habíamos orado sobre problemas del ámbito universitario antes, y sabíamos que podíamos esperar ver progreso.

Cada uno oró de todo corazón para cambiar esa atmósfera mental de la universidad, que era de temor y pánico, y elevarla para que fuera una atmósfera de calma y saber que todo estaba bajo control, es decir, el control de Dios. En la siguiente reunión de testimonios, la lectura bíblica fue sobre la superación del temor y de la inseparabilidad del hombre del Amor divino. Todos hablamos sobre la forma en la que habíamos estado orando, y compartimos pasajes de la Biblia, de los escritos de la Sra. Eddy y de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana que encontramos especialmente útiles.

Pudimos ver que el hombre estaba por siempre a salvo, y era imperturbable en la Vida, Dios. El hombre, en realidad, no podía estar separado de Dios. Sabíamos que este hecho tenía que manifestarse humanamente, de manera que todos en la universidad pudieran ver y sentirse agradecidos. Y si bien éramos sólo unas pocas personas orando en silencio, sentimos una íntima unidad de propósito con los demás en la universidad. Había consejeros de crisis que ayudaban a los estudiantes de la mejor manera posible y nosotros estábamos apoyando la situación del modo que sabíamos era el más eficaz.

Durante la semana que siguió a nuestras lecturas, la compañera de cuarto de un miembro de la organización le confesó que se sentía muy deprimida y había estado contemplando la idea de suicidarse. Este miembro aprovechó la oportunidad para compartir algunos de los pasajes de la Biblia que habíamos leído y éstos realmente ayudaron a su compañera, quien fue elevada por encima de esa nube de depresión. Y al final del semestre ya el pánico había prácticamente desaparecido en toda la universidad.

Después de algunas experiencias como ésas, podía comprender cuánto necesita el mundo de los efectos sanadores de nuestras oraciones. Oré para estar capacitada para servir, no sólo a la comunidad universitaria, sino para servir verdaderamente — servir a Dios — en todo lo que pudiera. En mi pensamiento estaba dispuesta a compartir más la Ciencia Cristiana con el recién llegado. No salí corriendo a forzar esta Ciencia a nadie, sino simplemente abrigué con amor la preciada idea de que el hombre es realmente receptivo, y que el Cristo es lo que nos impulsa y quien verdaderamente habla a la consciencia humana. Y las oportunidades para compartir la Ciencia Cristiana continuaron presentándose en forma natural.

Cuando se empieza a ir a la organización porque se siente necesidad de compañía o de ayuda para los exámenes, muy pronto se comienza a incluir en el pensamiento a toda la comunidad estudiantil y a darse cuenta de que los demás también necesitan ser alimentados, ya sea que concurran a la reunión de la organización o no.

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