Es casi una tradición académica que la vida universitaria sacuda la fe en cosas que se creían anteriormente. Eso puede hasta incluir la fe en Dios y en la espiritualidad. Pero hay señales alentadoras que indican que más estudiantes están buscando respuestas espirituales a los desafíos de la enseñanza superior. En algunos casos están poniendo a prueba al intelectualismo y al materialismo pues no les parecen satisfactorios.
¿Qué pueden ofrecer las Organizaciones de Ciencia Cristiana en las universidades durante un período de fermentación espiritual ? ¿Son lugares en los que es posible plantear preguntas sin temor y hallar respuestas? ¿Se puede encontrar en ellas apoyo mutuo al igual que una mayor dedicación a entender y amar a todos los que forman parte de la comunidad académica? Consideremos las experiencias de algunos miembros de organizaciones del presente y del pasado.
(Texas, E.U.A.): Me crié en Los Angeles, pero pasé toda mi adolescencia sin conocer a otros jóvenes Científicos Cristianos. No sabía cómo se comportaban estos jóvenes, si eran “normales”. En la escuela secundaria siempre me preguntaba: “¿Cómo se puede ser bueno y popular al mismo tiempo?” Siempre estaba atormentado porque me gustaba ser popular. (Eso no quería decir que lo fuera.) Al mismo tiempo, todos los domingos iba a la Escuela Dominical y hablábamos de cosas espirituales. Y ellas estaban muy cerca de mi corazón, pero siempre me daban una especie de bofetada, mental, por supuesto.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!