Fue la conversación con una amiga, concerniente a su lucha con el alcoholismo, lo que me alertó para que yo orara acerca de la verdadera naturaleza del hombre como el hijo espiritual de Dios. Este devoto trabajo metafísico resultó en la curación de una dificultad de la que yo estaba padeciendo.
Una idea que me ayudó mucho cuando empecé este enfoque en la oración, fue del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. El libro de texto declara: “Dios gobierna al hombre, y Dios es el único Espíritu. Cualquier otro gobierno o atracción de lo que se supone espíritu es una creencia mortal, que debe conocerse por su fruto — la repetición del mal” (pág. 73). Estudié muchas referencias útiles sobre orden y control, en los escritos de la Sra. Eddy.
Como resultado de este trabajo de oración, estuve muy consciente de un hábito que tenía hacía tiempo y del que creí que nunca podría liberarme. Por muchos años, me había estado despertando en medio de la noche, y “asaltaba” el refrigerador. Este insomnio y el exceso en comer hacía que me sintiera cansada al día siguiente y avergonzada por mi propia falta de control. Con frecuencia me sentía como una víctima. Traté varias alternativas humanas: comer más durante el día, leer por la noche, y no tener tentadoras golosinas en la casa.
En un esfuerzo por orar acerca del alcoholismo, sin embargo, yo quería demostrar que lo que estaba aprendiendo era realmente la verdad, para mí también. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana, para que me ayudara por medio de la oración. De todas las ideas constructivas que compartió conmigo, la que se “pegó” como un pegamento fue aquella de que el hombre no es compulsivo, que es impelido por la Vida divina a hacer lo que es correcto. Nunca me había dado cuenta de que yo pudiera rechazar esta conducta que de tal manera parecía ser parte de mí. Un pasaje de la Biblia llamó mi atención. En Deuteronomio (30:19) leemos: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.
Después de orar con esos pensamientos aquel día, tuve la esperanza de que el problema se había resuelto. Aquella noche me fui a dormir con este pensamiento en mi mente, que me muevo “al impulso de Tu amor [Dios]”, que es una línea del Himno 324 del Himnario de la Ciencia Cristiana. Sabía que en verdad yo era espiritual, no un mortal luchando y de quien pudieran aferrarse desagradables hábitos. También reconocí que estaba gobernada por Dios, y no por la tentación. Aunque me desperté aquella noche, no abrí el refrigerador. Todo el temor por este hábito, y el hábito mismo, me dejó.
Han pasado más de dos años, y el insomnio también ha sanado completamente, aunque yo había padecido de esta condición por más de veintidós años con anterioridad a esta curación. La verdad es que apenas puedo creer que fue un problema para mí, porque ahora siempre disfruto de una noche muy reposada, y duermo toda la noche sin interrupción. Creo que obedecí esta instrucción de Ciencia y Salud (pág. 442): “Científicos Cristianos sed una ley para con vosotros mismos que la mala práctica mental no puede dañaros, ni dormidos ni despiertos“. Ahora sé que fue la Ciencia Cristiana la que me sanó.
También estuve en otra situación que me demostró que la Ciencia Cristiana sana. Yo había salido con un amigo, y le robaron su auto. Habíamos estacionado el auto y lo habíamos dejado por unos minutos, cuando, al regresar, encontramos que el auto y las pertenencias personales de mi amigo habían desaparecido, incluso su portafolio que tenía los papeles de impuestos de ese año, y otros documentos legales, así como las llaves de su casa y de su oficina.
Mi amigo no es Científico Cristiano, pero él me permitió llamar a un practicista, quien estuvo de acuerdo en orar acerca de esta situación y me aseguró que Dios impele la integridad del hombre. Dije a mi amigo que teníamos que saber que quienquiera que hubiera robado su auto, podía ser guiado por Dios para hacer lo que era correcto. También recordé un pasaje de la Biblia (Job 32:8) que dice: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda”.
Nunca tuve duda de que el auto sería recuperado, con las pertenencias intactas, aunque la policía opinó que éste no sería el caso. Ellos dijeron que probablemente el auto sería desmantelado e imposible de reconocer, si se recobraba.
Sin embargo, dos semanas después, mi amigo recibió una llamada de la policía diciéndole que se había producido un milagro. Su automóvil había sido hallado en excelentes condiciones, que sólo tenía una ventanilla rota y faltaba el radio. Todos sus efectos personales estaban en el baúl. Además, muchas bolsas de mano que contenían identificaciones, pertenecientes a otras personas, también se encontraron en el baúl, y la policía pudo también devolver esas pertenencias. El decir que yo estaba contentísima es expresarlo moderamente.
Estoy muy agradecida por ser estudiante de la Ciencia Cristiana. Aprecio todas las formas, grandes y pequeñas, en que podemos compartir esta verdad que sana.
Nueva York, Nueva York, E.U.A.