Todos hemos escuchado alguna vez decir que si fuésemos buenos en todo sentido, la vida sería bastante aburrida. No obstante, no ser totalmente buenos está causando considerables problemas en la década del 80.
Es interesante observar cómo los clichés pueden causar confusión en los asuntos de mayor envergadura. A veces se sugiere que un poco de picardía añade sabor a la vida. Con frecuencia el experimentar puede adoptar apariencias maliciosas pero favorables. ¡Ser menos “puritano” parece más divertido!
Sin embargo, cuando la excitación humana llega a un estado febril, tiene un lado sombrío. Alcoholismo, matrimonios mal avenidos, accidentes y lesiones, mala salud, además de la carga del envejecimiento y debilitamiento, a menudo hacen que aun los aventureros más alegres y despreocupados vuelvan a la dura mortalidad de la existencia humana.
No obstante, hay una manera de ser bueno que descubre mundos fascinantes aún sin explorar. La Ciencia Cristiana revela a Dios como Vida, Amor, Alma y Mente infinitos; en El no hay muerte, no hay enfermedad, no hay mal. El es totalmente bueno. El significado que esto tiene para nosotros está lleno de grandes posibilidades.
Puesto que Dios es Alma, el origen de todo sentido y percepción espirituales, entonces nuestro ser totalmente bueno — como expresión espiritual de Dios — sin ninguna de las debilidades o limitaciones de la mortalidad, nos abre perspectivas de belleza y esplendor inconcebibles. Imaginemos la escena más hermosa y asombrosa que jamás hayamos contemplado y ésta apenas insinúa la realidad del bien divino. Imaginemos lo que significaría que la belleza que hemos apreciado en la expresión de un ser querido nunca fuera tocada por algo que la pudiese empañar, ni por la edad ni la muerte; o lo que significaría sentir música en el corazón y al mismo tiempo ser capaz de expresarla en composiciones que excedan la grandiosidad y magnificencia de Chopin interpretado por Horowitz. Tratemos de imaginar cómo sería hacer y sentir todo esto espontáneamente. Pero no debemos olvidar que todos estos ejemplos son únicamente humanos. Con toda su magnificencia, sólo sugieren la grandiosidad y realidad total de la infinitud del bien divino.
Pensemos en Dios como Mente, Mente infinita. Tratemos de imaginar qué significaría estar totalmente libres de la ignorancia, ignorancia que nos asusta y ata nuestra vida al retraso y a la duda por falta de madurez espiritual.
Y, puesto que Dios es Vida eterna, ¿qué significaría realmente sentir una completa liberación del temor a la muerte y al mal? Pensemos cómo sería no sentir jamás ningún temor por el bienestar de nuestros hijos, de nuestros padres o de cualquier otro ser querido. Tratemos de captar una vislumbre de lo maravilloso que sería no preocuparse más acerca de cómo será nuestra salud mañana, el año que viene o dentro de veinte años. Todos poseemos sentido espiritual, aunque no esté muy desarrollado o no sea totalmente comprendido; y es este sentido el que nos revela, ahora mismo, lo que realmente es la totalidad del bien.
Pensemos en el amor de Dios, infinito e infalible, el amor del Unico que es Amor, sin odio, sin envidias, favoritismos o enojo. Ser totalmente buenos significa no más promesas sin cumplir, no más temor de carecer de fortaleza para ser buenos, no más decepciones abrumadoras respecto a uno mismo y a los demás. Ser totalmente buenos significa que ya nunca nos sentiremos tímidos para avanzar hacia donde, en lo más profundo del corazón, sentimos que el Amor divino nos guía.
Aprovechemos la oportunidad y pensemos más en lo que significaría ser, como expresión de Dios, del todo bueno. Pero aún más importante que pensar en ello es luchar por vivir sobre esta base. Este breve editorial no puede alcanzar ni siquiera a tocar la superficie de lo que significa saber que Dios es totalmente bueno. Pero la Ciencia Cristiana, al brindarnos una perspectiva de las profundidades espirituales de la divinidad, nos enseña cómo esta nueva perspectiva puede conducirnos a la curación práctica. Nos asegura que, en su sentido más profundo, somos los hijos de Dios. Para usar el lenguaje metafísico, el hombre es el reflejo de Dios y expresa toda la bondad.
Dios, que es la totalidad del bien, se manifiesta a Sí mismo en el hombre y a través del hombre, que es siempre bueno. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras sobre esa disposición espiritual que conduce al verdadero conocimiento de uno mismo y a la compleción: “A medida que los mortales alcancen conceptos más correctos de Dios y del hombre, innumerables objetos de la creación, que antes eran invisibles, se harán visibles. Cuando comprendamos que la Vida es Espíritu, nunca en la materia ni de la materia, esa comprensión se desarrollará en autocompleción, encontrándolo todo en Dios, el bien, sin necesitar ninguna otra consciencia”.Ciencia y Salud, pág. 264.
Hasta que no aprendamos a desprendernos por completo de la creencia cruel y material de que no podemos (o no queremos) ser totalmente buenos, habrá tropiezos en la vida humana. Pero el hecho concomitante es que esos tropiezos no podrán impedirnos ir descubriendo progresivamente nuestro verdadero ser espiritual como hijos de Dios.
La realidad de Dios está fuera de las conjeturas y esquemas de la mente humana. La mente humana no es realmente “usted”, sino una compleja falsificación, que se engaña a sí misma, de la verdadera manera de pensar y de vivir. Dios es la totalidad del bien y el hombre es Su imagen y semejanza. Podemos empezar ahora a descubrir lo que eso significa y experimentar la totalidad del bien divino. Esta singular verdad arroja una nueva luz sobre lo que quiso señalar Cristo Jesús cuando dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5:6. Tengamos hambre, sintamos esa sed que sólo se puede apagar siendo totalmente buenos.