Conocí la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) por mi esposo que comenzaba a estudiar esta Ciencia cuando nos casamos. Al comienzo yo sentía antagonismo por estas enseñanzas. Pero entonces sané de una severa hinchazón en un tobillo mediante las oraciones de mi esposo y de la devota ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana. Fue entonces que empecé mi estudio de Ciencia Cristiana.
Había terminado mis estudios académicos y necesitaba un empleo. Busqué trabajo durante más de un año sin éxito alguno. Entonces, pedí a una practicista que me ayudara mediante la oración. La practicista me habló acerca del único idioma del Espíritu. Ella no tenía noción alguna de cómo yo me sentía acerca de la lengua Afrikaans. Pero en mi segunda visita le confesé mi odio por este dialecto y por su gente, pues yo veía lo que estaban haciendo a mi raza, los negros de Africa del Sur. Para mí, el Afrikaans era el dialecto del opresor. Sentía que si lo hablaba estaba traicionando a mi gente, a pesar de que lo había estudiado en la escuela porque era una asignatura obligatoria para todos los negros.
La practicista me habló extensamente acerca de Dios y de Su gobierno, y de mi misión en este gobierno espiritual. Pronto presenté una solicitud para un empleo y fui aceptada, ¡mas descubrí que en la compañía se hablaba Afrikaans! Mientras trabajaba para esta compañía aprendí a ver a los Afrikánders como hijos de Dios, amados por El, igual que los de mi propia raza. Cambié el odio por amor. Pude empezar a ver mucho bien entre los Afrikanders que llegaron a ser mis amigos. Comencé a hablar el idioma sin prejuicio.
Durante más de diez años mi esposo había sufrido de asma. Debido a la frecuencia de los ataques yo temía por su vida. Además, mi esposo daba conferencias para una universidad y muchas de las personas de la universidad nos condenaban por no recurrir a la medicina.
Cuando nos dijeron que el clima del pueblo donde vivíamos no era conveniente para personas que sufrían de asma, recordamos esta declaración en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy (pág. 392): “Si decidís que cierto clima o ambiente es malsano, así lo será para vosotros. Vuestras decisiones os dominarán, sea cual fuere el rumbo que tomaren”. Cantábamos himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana. El Himno N°. 144 era nuestro favorito, especialmente el primer verso:
Ambiente de divino Amor
respira nuestro ser,
mas los sentidos en su error
no nos lo dejan ver.
La Verdad prevaleció, estoy muy agradecida de poder decirlo. Mi esposo sanó y nunca tuvo una recaída, a pesar de encontrarse en extremas tormentas de nieve durante sus viajes al extranjero (condiciones climáticas a las que no estaba acostumbrado, viniendo del clima caluroso de Africa). La curación de esta dificultad aportó muchas nuevas experiencias para toda la familia en general. Y mi esposo encontró significativos medios para atender a sus negocios en la comunidad así como también para servir a la Causa de la Ciencia Cristiana.
Cuando estábamos viviendo en Suazilandia nos invitaron a asistir a una reunión para la juventud de Científicos Cristianos en El Cabo. Nuestro automóvil necesitaba dos llantas nuevas y un ajuste general; además, no teníamos suficiente dinero para gasolina. Literalmente teníamos sólo lo justo para comprar los comestibles para ese mes. Oramos para comprender que el constante abastecimiento del bien procede de Dios.
Justo en esos momentos recibí un cheque de La Iglesia Madre por unas traducciones que había hecho seis meses atrás. Al día siguiente, en el periódico The Times de Suazilandia apareció un anuncio para vender dos llantas en buenas condiciones, y justamente eran la medida perfecta para nuestro auto. Pudimos hacer ese largo viaje, y mi esposo y yo dimos nuestros informes en la reunión. Pudimos demostrar que Dios abastece nuestras necesidades en todo momento, y nuestras entradas han aumentado.
Un día sonó el teléfono y mi hija menor contestó. La persona en el teléfono dijo que nuestra casa iba a ser incendiada esa noche. Recientemente habían quemado una serie de casas y también a personas en nuestro pueblo.
Mi esposo se iba de viaje al extranjero al día siguiente. Llamamos a una practicista para que orara por nosotros. Enfrentamos el temor que producía el desenfreno, y admitimos que Dios estaba gobernando allí mismo, y en ese momento. Pudimos irnos a dormir esa noche sintiéndonos libres de temor y bajo el omnipresente cuidado de Dios. Nuestra casa no fue tocada, y mi esposo nos encontró sanos y salvos cuando regresó. Una declaración del Mensaje a La Iglesia Madre para 1902 por la Sra. Eddy nos fue de gran ayuda durante esa experiencia. Dice (pág. 15): “En la década del ochenta, me fueron enviadas cartas anónimas amenazándome con hacer volar el salón donde yo predicaba; sin embargo, nunca perdí mi fe en Dios, ni informé a la policía de estas cartas, como tampoco busqué la protección de las leyes de mi país. Me apoyé en Dios, y estuve a salvo”.
La gente nos pregunta cómo podemos vivir en un pueblo donde el crimen, el desenfreno, etc., son tan comunes. Pero siempre contestamos que es aquí donde más se nos necesita para contribuir por medio de la oración al bien de la humanidad. Las condiciones prevalecientes en Africa del Sur en estos momentos son conducentes al progreso espiritual, y sentimos que no es una coincidencia que en estos precisos momentos nosotros, que somos negros, vivamos en esta parte del mundo donde hay tantos disturbios. Nos sentimos bendecidos por esta oportunidad. Esta declaración en Escritos Misceláneos por la Sra. Eddy nos apoya inmensamente (pág. 80): “Toda legislación y ley coercitiva de carácter inconstitucional e injusto, que infrinja los derechos individuales, tendrá que ser ‘corta de días, y hastiada de sinsabores’. La vox populi, por medio de la providencia de Dios, promueve e impulsa toda reforma auténtica; y en el momento más apropiado, corregirá errores y rectificará injusticias... Dios reina, y hará ‘que haya trastorno, trastorno, trastorno’ hasta que la justicia sea reconocida como suprema”.
Mi corazón rebosa de gratitud a Dios por Cristo Jesús y por su seguidora, la Sra. Eddy. También estoy muy agradecida por La Iglesia Madre y por todas sus actividades. Mi gratitud por la Ciencia Cristiana no tiene límites.
Atteridgeville, Pretoria, República de Africa del Sur