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¿Nos pasamos el tiempo soñando despiertos?

Del número de noviembre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A veces parece como si el bien estuviera siempre fuera de nuestro alcance y que debiéramos dejar pasar mucho tiempo antes de que llegue a nosotros. Cuando iba a la escuela primaria, deseaba ser mayor para ir a la escuela secundaria porque entonces me permitirían tener más libertad. A los trece años, conducía el camión de la granja en campos y bosques, pero deseaba que llegara el día en que pudiera obtener la licencia de conducir y manejar en la carretera. Más adelante, por supuesto, deseaba tener mi propio automóvil.

Esta clase de pensar puede hacernos ir a la deriva, a esperar y a desperdiciar una parte valiosa de nuestra vida. En realidad, cada etapa de nuestra experiencia puede ser progresiva, feliz y satisfactoria si tenemos esta perspectiva espiritual: que Dios es nuestro punto de partida y que nuestra meta permanente es expresarlo a El.

En mi opinión, esto está gráficamente ilustrado en la curación que Cristo Jesús realizó del hombre paralítico junto al estanque de Betesda. Ver Juan 5:2–9. Había estado enfermo durante treinta y ocho años, y por mucho tiempo aparentemente creyó que estaba separado de Dios y que la bondad de Dios se haría evidente en su vida sólo cuando un determinado conjunto de circunstancias actuaran de una manera sincronizada. Jesús probó que este concepto de Dios era falso. Dijo al hombre que se levantara y andara. Inmediatamente el hombre se levantó y anduvo, demostrando que la bondad de Dios está siempre presente.

En realidad no hay nada que pueda separarnos de Dios. El peligro de soñar despiertos radica en que nos hace propensos a rechazar los pensamientos angelicales que Dios nos comunica continuamente. Cuando soñamos despiertos, buscamos la felicidad y el bien de nuestra vida en el futuro; buscamos nuestra felicidad en el sueño ilusorio, en una fuente de los deseos. En esa forma, nos sentimos cada vez más separados del bien genuino.

El desear que algo ocurra en el futuro, y después desear que ese momento llegue pronto para que nuestro deseo se realice más rápidamente, indica una ignorancia de la eterna presencia de Dios.

Semejantes reflexiones hacen que un falso sentido de inteligencia, una mentalidad mortal, gobierne nuestra vida. En cambio, podemos confiar plenamente en que el creador de todo el bien, la única Mente verdadera, provee todo lo que necesitamos en todo momento.

En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones”.Ciencia y Salud, pág. 1.

Cuando esperemos en Dios para que nos revele Su bien infinito en cada momento, en lugar de esperar en las cosas que la mente humana haya visualizado para nosotros en un futuro lejano, nos sentiremos realizados y satisfechos. A cada momento podemos desarrollarnos espiritualmente en nuestra aptitud para percibir el bien que está disponible. La Biblia dice de Dios: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo”. Ecl. 3:11.

Abrigar un deseo correcto es como fijar una meta, y fijar metas es una actividad beneficiosa, si estamos dispuestos a trabajar para alcanzar nuestras metas mediante la oración y a seguir a Cristo en la vida diaria. Pero, simplemente desear que podamos alcanzar nuestra meta espiritual, es descuidar nuestro deber para con Dios. Esta negligencia puede presentarse como un acentuado interés en el placer, en las diversiones y en las riquezas materiales. Dos de los significados que tiene el término bíblico pecar son: “errar el blanco” y “descuidar el consabido deber”. Cuando reconocemos que estar deseosos puede significar descuidar pecaminosamente nuestro deber hacia Dios, vemos con claridad la necesidad de superar esta manera de pensar. Ciencia y Salud establece: “Los mortales avanzan hacia el bien o hacia el mal a medida que transcurre el tiempo. Si los mortales no progresan, los fracasos pasados se repetirán, hasta que toda labor deficiente sea borrada o rectificada. Si ahora estamos satisfechos con la maleficencia, tenemos que aprender a aborrecerla. Si ahora estamos contentos con la ociosidad, tenemos que descontentarnos con ella”.Ciencia y Salud, pág. 240.

Cuando abrimos nuestra consciencia a la totalidad de Dios y Su bondad siempre presente, nos sentimos impulsados a expresar esa bondad. Comprobamos paso a paso que nuestro Padre-Madre provee abundantemente todo lo que necesitamos, incluso salud y felicidad. Así es como superamos la creencia de que el hombre está separado de Dios.

En nuestro trabajo para probar la eterna presencia del bien debemos recordar que ello no significa dejar de lado la paciencia y la constancia. El ejercicio de esas cualidades es un requisito esencial para demostrar la presencia permanente del bien. Ciencia y Salud nos señala el resultado seguro: “La paciencia debe 'tener su obra completa’ ”.Ibid., pág. 454.

La Biblia no escatima palabras cuando dice que el vivir perdidamente, la apatía y el soñar despiertos son impedimentos en nuestro camino hacia la salvación. Pablo nos exhorta: “Es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”. Rom. 13:11. Al ocuparnos de nuestra salvación, tenemos el más alto ejemplo en Cristo Jesús, quien siempre estaba trabajando en la viña de su Padre. Aquellos que lo siguieron fielmente — entre quienes están el Apóstol Pablo y la Sra. Eddy — han hecho contribuciones que aún hoy en día están ayudando a la humanidad. Nosotros también tenemos nuestra propia contribución que ofrecer a la humanidad, y podemos comenzar hoy mismo.

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