Las personas interesadas en la Biblia a veces sienten la necesidad de tomar un curso bíblico para evaluar en profundidad este Libro de libros. Y puesto que la Biblia contiene un maravilloso mensaje de salvación para cada individuo y para toda la humanidad, es fácil comprender la razón por la que uno sólo quisiera obtener la mejor enseñanza para comprender el amor que Dios tiene para uno y para el mundo.
Si bien no cabe duda de que los cursos académicos pueden ser útiles, si son enseñados por eruditos de mentalidad espiritualizada, uno de los mejores medios para comprender la Biblia está a nuestro alcance por una modesta suma y puede ser estudiado cuando lo consideramos oportuno. Es Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy.
Una de las principales razones por la que Ciencia y Salud es ideal es porque trae el mensaje sanador de la Biblia, y ese mensaje tiene tal poder que, literalmente, puede restablecer la vida y la salud a los individuos y a las naciones. Por cierto que con todos los desafíos que parecen ser tan predominantes —el desempleo; los crímenes violentos; la amenaza de una guerra nuclear; el hambre; los desechos peligrosos y demás venenos del medio ambiente, para mencionar sólo unos pocos— el mensaje de la Biblia es necesario tal vez más que nunca.
Aun cuando Ciencia y Salud incluye muchas citas bíblicas y trata en detalle pasajes del Génesis y del Apocalipsis, no es un libro de comentarios bíblicos, sino una elucidación de conceptos espirituales esenciales que personajes bíblicos, tales como Elías, Eliseo, Moisés, Pablo y otros, demostraron en sus vidas. Más que nada, es una exposición de la vida, obras y enseñanzas de Cristo Jesús de tal forma que nos enseña cómo seguirlo a él. No es ésta una tarea fácil. Durante siglos, teólogos y eruditos han reflexionado sobre sus enseñanzas. Y algunos de ellos han tenido vislumbres de su verdad. Aun así, ningún autor, aparte de la Sra. Eddy, ha percibido con tanta claridad la Ciencia de las Escrituras y escrito un libro que literalmente nos muestra cómo sanar a la manera de Jesús; un libro que destaca el papel central que desempeña este compromiso a la curación en la salvación de toda la humanidad del pecado, la enfermedad y la muerte.
Este punto se me hizo vívidamente claro cuando estudiaba para obtener mi doctorado en educación religiosa. Al mismo tiempo que tomaba cursos en teología, también leía la Biblia, como parte de un programa de estudio de una iglesia protestante de la cual era miembro. A medida que profundizaba en mi estudio de la Biblia, me sentía más confundida por mis estudios teológicos, porque a menudo parecían contradecir u oscurecer las promesas bíblicas. Aunque comprendía intelectualmente las obras que estaba estudiando de los teólogos, sentía que era necesario algo más que raciocinio intelectual si me proponía comprender a Dios. Pero no sabía cómo lograr este “algo más”.
Continuó pasando el tiempo. Desesperé de no poder reconciliar las dos formas de pensar —la teológica y la bíblica— pasando horas con un ministro de la iglesia a la que pertenecía, quien desinteresadamente dedicó su tiempo y amor en un esfuerzo por ayudarme. En aquella época, también era miembro de una organización ecuménica en la que también se encontraba el consejero de la organización de la Ciencia Cristiana en mi universidad. Y cuando finalmente oré, pidiéndole a Dios que me guiara, la respuesta fue que debía preguntarle a esta persona sobre la Ciencia Cristiana. Pero, como en mi búsqueda de la verdad había investigado otras religiones y filosofías —y no siempre había tenido experiencias gratas— me sentía muy renuente a vincularme con otra iglesia. En efecto, le dije a “Gracias, pero no es esto lo que quería escuchar”.
Sin embargo, dos semanas más tarde, me encontraba nuevamente de rodillas. Cuando recibí la misma respuesta, llamé a la Científica Cristiana y le pregunté: “¿Usan ustedes la Biblia en su iglesia?” (Las experiencias que antes había tenido me habían llevado a decidir que si una doctrina religiosa determinada no estaba basada en la Biblia, no quería saber nada de ella.)
La Científica Cristiana me respondió: —Usamos la Biblia constantemente.
Le respondí: —Entonces me gustaría saber más sobre la Ciencia Cristiana. Con estas simples palabras, yo estaba por cambiar totalmente el rumbo de mi vida y mi salud.
Cuando era una nueva estudiante de la Ciencia Cristiana, me causó un profundo efecto el empeño que ponía la Sra. Eddy para evitar interpretaciones y sermones personales, y para basar los servicios religiosos en lecturas de la Biblia y de Ciencia y Salud, que son los libros de texto de la Ciencia Cristiana. Esto parecía estar en perfecto acuerdo con la declaración de Pedro: “Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. 2 Pedro 1:20, 21.
Mediante las clases que había tomado me di cuenta de que un curso bíblico que abarque la interpretación de conceptos espirituales, en vez de ocuparse solamente de la historia y las costumbres, tal vez propague las opiniones personales de una o más personas, o aun un punto de vista teológico determinado. Esto no quiere decir que estos cursos son malos, sino que uno debe estar consciente de esto si está efectuando averiguaciones para tomar un curso.
Pero, alguien podría preguntar, ¿qué decir entonces del libro de la Sra. Eddy? ¿No es acaso su libro una “interpretación personal”? Puesto que la Sra. Eddy es tanto la Descubridora como la Fundadora de la Ciencia Cristiana, sus obras son más que escritos simples de una mujer que vivió en Nueva Inglaterra hasta principios de este siglo. En vez, tienen la autoridad de la Ciencia Cristiana misma, que es la revelación de la Verdad para esta época, la llegada del Consolador que Cristo Jesús prometió.
Aún más, la Sra. Eddy vio la necesidad de esclarecer Ciencia y Salud mediante repetidas revisiones, para que sus enseñanzas se pudieran comprender y así demostrar por todo aquel que esté dispuesto a someterlas a prueba. Ella escribe: “He revisado Ciencia y Salud sólo para dar una expresión más clara y más cabal de su sentido original. Las ideas espirituales se desarrollan a medida que avanzamos. Una percepción humana de la Ciencia divina, por limitada que sea, tiene que ser correcta para que pueda ser Ciencia y, como tal, demostrable”. Y, un poco más adelante en la misma página, continúa diciendo: “Lo que al sembrase da fruto inmortal, enriquece a la humanidad sólo cuando se comprende —de ahi las muchas interpretaciones que se han hecho de las Escrituras, y las revisiones necesarias de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”.Ciencia y Salud, pág. 361. El hecho de que tantos hayan sanado y se estén sanando leyendo simplemente Ciencia y Salud —y las últimas cien páginas de este libro contienen algunos de estos testimonios— indica que la devoción de la Sra. Eddy para esclarecer su libro, fue un esfuerzo que realmente valió la pena.
Asimismo, Ciencia y Salud tiene una ventaja que no tiene ninguna otra interpretación de las Escrituras: es demostrable. Si una interpretación es personal, le pertenece a esa persona y, tal vez, a sus amigos. Pero, si contiene verdades impersonales, algo que mira más allá de la mente humana, hacia la Mente divina, Dios, entonces esa verdad se puede aplicar a cualquier situación, por todo aquel que la comprenda. El grado de comprensión gobernará, hasta cierto punto, la calidad de los resultados.
Al decidir sobre si tomar o no un curso de estudios bíblicos, tal vez sea útil analizar qué papel ya está desempeñando Ciencia y Salud en nuestras vidas, si efectivamente desempeña alguno. Si uno lee la Lección-Sermón de la Ciencia Cristiana, En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. —que está compuesta de selecciones de la Biblia y de Ciencia y Salud— pero, más que ello, no estudia a fondo el libro de la Sra. Eddy, entonces podría ser muy útil leer primero este libro desde el comienzo hasta el fin, y, luego, decidir si necesita tomar un curso de estudios bíblicos. ¿Por qué? En parte, porque el pensamiento humano tiende a glorificar el intelecto y la actividad intelectual de por sí. El pensamiento humano frecuentemente promete que si uno puede tan sólo acumular suficientes cursos o escuchar a este inspirado orador o leer este o aquel libro, entonces, uno va a comprender a Dios. Lo que satisface el intelecto tal vez hace muy poco en favor de nuestra percepción espiritual. Y la Sra. Eddy dice bien explícitamente: “Las Escrituras son muy sagradas. Nuestro objetivo debe ser el de contribuir a que se las comprenda espiritualmente, porque sólo mediante esa comprensión se puede llegar a la verdad”. Y en el párrafo siguiente, continúa diciendo: “Es esa percepción espiritual de las Escrituras lo que saca a la humanidad de la enfermedad y la muerte e inspira fe”.Ciencia y Salud, pág. 547.
Quizás una de las razones por la que se pasa por alto el papel que desempeña Ciencia y Salud como clave de las Escrituras, se deba al hecho de que este libro se dedica específicamente a presentar “esa percepción espiritual de las Escrituras”. Debido a ello, la estructura del libro sigue un lineamiento espiritual y no académico. No obstante, aborda con firmeza conceptos específicos que son de fundamental importancia para el pensamiento bíblico y teológico. Por ejemplo, el libro comienza con un capítulo titulado “La oración”. Por cierto que no hay mejor forma de espiritualizar nuestro concepto sobre lo que la Biblia está tratando de decirnos, que empezar con la oración. Pero Ciencia y Salud también trata tales conceptos teológicos como la reconciliación, el matrimonio, vida después de la muerte, la Eucaristía, el bautismo, el tema del mal, el Cristo y mucho más.
La comprensión de la relación que existe entre la Biblia y Ciencia y Salud, y la que existe entre estos dos libros y nuestras vidas, desenvuelve un poder para el bien que trae consigo bendiciones extraordinarias. En mi caso, a medida que combinaba mi estudio de Ciencia y Salud con mi lectura de la Biblia, enfermedades físicas y dificultades en mi trabajo, y en otros aspectos de mi vida, empezaron a desaparecer, aun cuando durante ese tiempo no estaba orando conscientemente sobre estos problemas. Además, mi trabajo académico se hizo mucho más fácil. Este libro, juntamente con la Biblia, estaba leudando mi pensamiento y elevándolo, por lo menos en cierto grado, por encima de la creencia de que la vida es primordialmente material, con una pizca de Espíritu en ella.
¿Por qué, entonces, los libros “inspiradores” o cursos académicos parecen ser más satisfactorios y comprensibles que el tratar de obtener el sentido espiritual de las Escrituras que ofrece Ciencia y Salud? Una razón podría ser lo que este libro exige de sus lectores. En vez de leer acerca de la Biblia, al estudiante de Ciencia y Salud se le da la oportunidad de vivir las verdades de la Biblia demostrándolas en su vida. En Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy comenta acerca de la promesa que nuestros libros de texto ofrecen y lo que nos mantendría alejados de ellos. Escribe: “Si en nuestras escuelas se le diera a la Biblia y a ‘Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras’ el tiempo o la atención que consume la contemplación de las hipótesis humanas, adelantarían al mundo. Por supuesto que se requiere un estudio más a fondo para comprender y demostrar lo que enseñan que para aprender la doctrina de la teología, la filosofía, o la física, porque ellos contienen y ofrecen la Ciencia, con Principio fijo, regla establecida y prueba inequívoca”.Esc. Mis., pág. 366.
Y esta inmensa ventaja —la de poder caminar con Abraham, Moisés, los discípulos y Pablo, y la de poder seguir en el camino señalado por nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús— es la bendición principal que da el estudio de la Biblia elucidado por la Ciencia Cristiana.
Cuando percibimos o experimentamos el toque sanador del Cristo, la Verdad, comprendemos el enorme valor que tienen estos libros. La curación es posible cuando y dondequiera que la Biblia se estudie con sinceridad y amor. Pero solamente en Ciencia y Salud se halla el camino de la curación ofrecido con la certeza de la Ciencia divina.
