Pasamos mucho tiempo recordando pasadas experiencias, amistades, relaciones, logros, fracasos, a veces con alegría, a menudo con tristeza y lamentos. Podemos tratar de compensar un recuerdo con otro y así encontrar cierto grado de satisfacción y paz. ¡Si sólo pudiéramos olvidar todo lo que es desagradable y doloroso y estar conscientes únicamente del bien! Bueno, sí podemos. Pero esto se logra solamente mediante un despertar espiritual al poder del bien infinito.
Cuando yo tenía quince años de edad, mi padre comenzó a abusar de mí sexualmente, y esto continuó por varios años hasta que me resistí tan vehemente y definitivamente que dejó de molestarme. Pero la pena y el sufrimiento mental eran casi insoportables.
Me sentía desilusionada, herida, avergonzada. El resultado fue que me cerré a todo lo que normalmente da alegría y a las actividades comunes, y sentí que no tenía buenas relaciones con nadie, especialmente con mi madre.
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