El Amor cuida el jardín de mi mente
para que fructifiquen capullos aún frágiles
de fe, y la caridad que se inclina
gentilmente al suave viento del Espíritu.
El Amor aparta la cizaña dañina del pecado,
que hace alarde allí de falso dominio;
y cuida que ninguna puerta quede entreabierta,
invitando así depredaciones.
El Amor nutre cada brote de esperanza
que tiende hacia la luz; poda
todo intento que amenace desviar,
para que el pensamiento se modele en formas de belleza.
El Amor es un labrador paciente
que trabaja serenamente para revelar,
ante mis ojos, la aún velada percepción
del hombre, Su imagen y designio.
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