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Hechos espirituales, no categorías humanas, determinan nuestro empleo

Del número de marzo de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Había visto parte de un programa de televisión cuyo enfoque era el desempleo causado por la reducción de trabajos en una zona en particular; esto me dejó triste y preocupada. Parecía que la lealtad de esos trabajadores a una compañía, sus años de experiencia en cierta rama de trabajo y su buena productividad, habían sido reducidos repentinamente a la nada. Parecía casi imposible hallar un nuevo empleo. No había vacantes para las que ellos estaban capacitados: mucha gente para muy pocos empleos. Otros empleos parecían inaceptables porque estos trabajadores estaban muy calificados para desempeñarlos.

Como Científica Cristiana, sentí que no podía pasar “de largo” Lucas 10:31. o decir: “Gracias a Dios que no estoy en esa situación”. Me dispuse a orar de manera positiva sobre las graves implicaciones financieras y morales de esa situación de desempleo, y sobre las frustraciones que traería a sus víctimas. Sabía que la verdad espiritual repudia las sugestiones de inseguridad, temor y escasez; todo lo que pretendiera amenazar la seguridad de la familia y la armonía de cualquiera de los hijos de Dios.

Empecé a decir el Padre Nuestro, cuyas primeras palabras “Padre nuestro que estás en los cielos”, Mateo 6:9. nos dan ese maravilloso sentido de unidad con nuestro Padre. A medida que oraba, empecé a darme cuenta de que tenía tanto la oportunidad como la responsabilidad de rodear con amor a toda la humanidad. Cuando terminé el Padre Nuestro, pensé en la ley divina de justicia y misericordia, la que siempre está en operación en bien de Su creación. Fue esta ley la que capacitó a Cristo Jesús para alimentar a más de cinco mil personas con cinco panes y dos peces. Ver Mateo 14:15–21. Lo que para la vista mortal parecía tan limitado, para el sentido espiritual era una manifestación de sustancia infinita disponible ahí mismo. Y después de que todos habían sido alimentados, se recogieron siete canastas de los pedazos que habían sobrado.

Me pregunté: “¿De dónde vienen nuestros talentos y habilidades?” La respuesta fue algo así: “Si Dios es el creador (y sí lo es), entonces toda inteligencia y habilidad vienen de El. ¿Nos daría talentos y habilidades para después decir: ‘Lo lamento, pero no hay lugar para que utilices lo que te he dado’? ¡No, por cierto que no!”

Nuestro bondadoso Padre no sólo nos da habilidades necesarias para emplearlas eficazmente, sino que también nos provee la oportunidad, el consejo y el lugar para que las utilicemos en nuestro bien y en el de los demás de una manera satisfactoria. Una estrofa de un himno dice: “La obra del Amor y el Amor deben corresponder”.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 51 (según el Himnario en inglés). Entonces, no puede haber abismos amenazantes. Puesto que la infinita Mente divina, Dios, no conoce lapso o limitación, Su imagen y semejanza no puede tenerlos o expresarlos. Por cierto, Dios es nuestro empleador, y siempre estamos empleados expresando Su inteligencia y amor infinitos.

La Biblia representa a Dios diciendo a los hijos de Israel: “He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado”. Ex. 23:20. Y los ángeles de Dios están también aquí para guiarnos cuando recurrimos a El en busca de ayuda. Nos dicen individualmente las palabras de consuelo y consejo que necesitamos. Iluminan nuestros corazones para que veamos lo que Dios nos ha preparado; ninguno es excluido o abandonado.

La provisión de la inagotable sustancia de Dios, está a nuestro alcance. Su ley divina une al individuo y su trabajo para bendecirlo. Como la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494.

Tuve la oportunidad de poner estas ideas espirituales y otras en práctica cuando estaba sin empleo y tenía que sostenerme a mí y a mi hijo. La agencia de empleo examinó mi historial de empleo y me dijo que mis habilidades excedían los requisitos para los empleos que había disponibles en ese momento, y que me llamarían si algo se presentaba. No me dieron muchas esperanzas.

Algo que había leído en Ciencia y Salud me alentó y me dio esperanzas: “La devoción del pensamiento a un objetivo honrado hace posible alcanzarlo”.Ibid., pág. 199. Para mí esto significaba que podía encontrar la solución mediante la oración según la Ciencia Cristiana. De manera que continué orando, confiada en la guía y el gobierno de Dios en mis asuntos. Resolví no desalentarme, sino morar en el amor de Dios.

Poco después, vi un aviso que ofrecía un empleo. Lo anunciaba la misma agencia de empleos que había visitado antes. El aviso no era gran cosa o el puesto prestigioso, pero sentí enseguida que era apropiado para mí. ¡Convencer a la agencia fue otra cosa! “Usted está más que calificada para ese empleo”, me dijeron cuando me puse en comunicación con ellos. “Nunca estará satisfecha, no ganará lo suficiente, no usará sus talentos”. Finalmente, los convencí de que me dieran el nombre y la dirección de la compañía.

Estaba tan segura de que la ley de Dios estaba en operación para que este “objetivo honrado” diera fruto, que el viejo edificio, el desvencijado ascensor y el oscuro corredor no me desalentaron en lo más mínimo. Cuando di con la oficina, fui recibida por el sobrino del presidente y, después de una breve entrevista, me contrataron. Después me dijeron que aun cuando mi salario empezaría enseguida, mis labores no empezarían hasta dentro de dos semanas, ¡cuando la compañía se mudara a su propio edificio nuevo!

¿Más que calificada? ¿Descontenta? ¡De ninguna manera! En tres meses, además de recepcionista, era secretaria del presidente, redactora adjunta de su publicación comercial, redactora de una publicación para las esposas de sus agentes, y me aumentaron el sueldo. Tiempo después, cuando salí de ahí para mudarme a otra ciudad, cada uno de los cuatro altos ejecutivos con quienes había trabajado, quería un ejemplar de la Biblia como la que habían visto en mi escritorio. Esta feliz experiencia de empleo fue para mí una evidencia convincente de que “la devoción del pensamiento a un objetivo honrado hace posible alcanzarlo”. Fue verdaderamente la manera de pensar espiritual, y no la clasificación humana, lo que había determinado este empleo.

Todos podemos esperar el cumplimiento de las promesas que nos ha hecho Dios cuando dedicamos nuestras energías espirituales a obtener una comprensión más clara de Dios y de Su Cristo, y proceder de acuerdo con nuestra percepción creciente.

En Isaías, hallamos esta inspiradora bendición para quienes sirven a Dios fielmente: “Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. Isa. 58:11. Esta es la respuesta del Amor divino a la necesidad humana. Esta es la infalible promesa de la constante protección y provisión del Padre, y ¡podemos aceptarla!

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