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El aposento secreto de la oración

Del número de junio de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En los tiempos del Nuevo Testamento, había algunos que al adorar a Dios lo hacían de manera ostentosa para que los demás notaran lo piadosos que eran. Se ubicaban en las esquinas de las calles o en las sinagogas, donde hacían un espectáculo de la oración. Cristo Jesús llamó a tales hombres “hipócritas”. Jesús oraba con sencillez. Enseñó a sus discípulos a orar de un modo diferente. Dijo: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Mateo 6:6.

Las enseñanzas de Jesús claramente hacen hincapié en la naturaleza accesible de Dios. En realidad, él indicó que quienes oran a Dios como a un Padre afectuoso pueden confiar en que El ya sabe de nuestras necesidades aun antes de que se lo digamos y que El las satisfará. No había que implorar a Dios con palabras, sino reconocer que El es la fuente de todo bien. Jesús consideraba que orar es estar en comunión con un Padre afectuoso, con gozo y en expectativa del bien.

El Maestro debe de haber elegido la palabra aposento para simbolizar el estado mental adecuado para la oración. La palabra nos ayuda a imaginar la “cámara” interior de la consciencia, que necesita estar cerrada al clamor del mundo cuando oramos. Por cierto que en el ajetreo de nuestros deberes diarios es, a menudo, difícil encontrar momentos de tranquilidad para orar. Pero cada vez que estamos conscientes de la presencia y el amor de Dios, tenemos un santuario. Esta consciencia de nuestra unidad con Dios está a nuestro alcance en cualquier parte.

Podemos pensar en nuestros momentos tranquilos de comunión con Dios —y éstos, en realidad, pueden tener lugar en medio de muchas presiones— como un nuevo despertar para ver nuestra provisión de verdades espirituales que se pondrán a prueba y serán demostradas en la vida diaria. El tiempo que dedicamos a la oración pueden ser los momentos más valiosos de nuestro día. Durante este tiempo, aumentamos nuestras provisiones de confianza, seguridad y la convicción del amor siempre presente de nuestro Padre por Sus hijos. Reafirmamos nuestra continua relación como hijos de Dios, como Su imagen y semejanza espiritual. En la oración aprendemos a entender la voluntad de Dios para con nosotros y respondemos a Su amor con gratitud y alabanza.

¿Cuáles son algunos de los valores o tesoros espirituales que Dios nos ha otorgado y que salen a luz en la oración? Las Escrituras nos hablan de sabiduría y comprensión espirituales cuyo valor es más preciado que la plata y el oro y más precioso que los rubíes. La verdad es que Dios ya ha dotado al hombre a Su imagen con tales atributos. Todas las cualidades que pertenecen a la naturaleza divina —tales como pureza, integridad, amor y percepción espiritual— son inherentes a la naturaleza verdadera del hombre. Esas son cualidades que Jesús vivió a la perfección. Nuestras oraciones nos ayudan a reconocer esta naturaleza divina y a vivir más de acuerdo con el ideal del Cristo.

La Biblia está llena de relatos que muestran los efectos extraordinarios de la oración. En algunos casos, individuos valerosos estaban tan seguros de la presencia y jurisdicción de Dios en sus vidas que sus oraciones los salvaron de una muerte inminente. La historia de Daniel ilustra esta clase de heroísmo espiritual y su poder protector. Ver Dan., cap. 6. Amenazado con ser arrojado al foso de los leones a menos que abandonara su adoración a Dios y obedeciera sólo los edictos del Rey Darío, Daniel fue a su casa y oró: “Abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes”. Allí en el aposento secreto de la oración debe de haber encontrado una reserva de valor, confianza y fortaleza de la cual se podía abastecer en épocas de crisis. Su fidelidad a Dios era total.

Podemos deducir que, debido a su fiel comunión con Dios, Daniel había encontrado grandes recursos espirituales. Uno de esos tesoros debe de haber sido su innata inocencia como hijo de Dios. Esto lo mantuvo a salvo de todo daño en el foso de los leones. Debe de haber percibido el gobierno que Dios tiene sobre todo, porque expresó: “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente”. Se menciona que aun el rey se regocijó en su salvación y decretó que el reino entero adorase al Dios de Daniel.

En su propio trabajo como fiel servidora de Dios, Mary Baker Eddy puso gran énfasis en la oración. En respuesta a alguien que le había escrito al respecto, ella citó la indicación de Cristo Jesús referente a la oración, y dijo que ella seguía este mandato al pie de la letra. Explicó: “Tres veces al día, me retiro para implorar la bendición divina para los enfermos y los afligidos, con el rostro vuelto hacia la Jerusalén del Amor y la Verdad, en oración silenciosa al Padre que ‘ve en lo secreto’ y con la confianza de un niño de que El me recompensará ‘en público’. En medio de cuidados y labores agobiantes me vuelvo constantemente al Amor divino para que me guíe, y hallo descanso”.Escritos Misceláneos, pág. 133.

La Sra. Eddy estaba encontrando en la oración un nuevo sentido más profundo y práctico. Ella comienza el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, con un capítulo comprensivo sobre el tema. En él escribe con términos sinceros sobre la base de su propia experiencia. Habla acerca de haber encontrado a un Dios que es Amor, que derrama las riquezas de ese amor imparcial y universalmente a toda Su creación. Y escribe: “Los cristianos se regocijan en belleza y abundancia secretas, ocultas al mundo pero conocidas de Dios. El olvido de sí mismo, la pureza y el afecto son oraciones constantes. La práctica y no la profesión, la comprensión y no la creencia, alcanzan el oído y la diestra de la omnipotencia y ciertamente hacen descender bendiciones infinitas”.Ciencia y Salud, pág. 15.

Muchos de los lectores de Ciencia y Salud han obtenido un entendimiento tan claro de la oración por medio de este libro que sus propias oraciones los han sanado de severas enfermedades. El último capítulo del libro, titulado “Los frutos de la Ciencia Cristiana”, contiene ejemplos de estas curaciones. Hoy en día miles de personas podrían relatar curaciones similares.

La oración que comienza en el aposento secreto del corazón, siempre es conocida por Dios, y Su respuesta es la curación y bendición.

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