Un verano, mi esposo y yo estábamos muy contentos de haber hecho planes para ir de vacaciones a Suiza. Sin embargo, durante nuestro viaje, yo comencé a sentir dolores de cabeza que se hicieron más severos, además de una fuerte sensibilidad en los ojos a la luz. Pronto, aun la luz de la luna parecía muy brillante. En poco tiempo, estaba casi ciega de un ojo.
Después de orar devotamente por mí misma durante unos días, llamé a una practicista de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Ella estaba contenta de ayudarme por medio de la oración, pero mencionó que tenía que irse de viaje en menos de una semana. Comenzamos nuestro trabajo juntas de inmediato. Me sentí apoyada por una confianza fuerte y consciente en Dios, el Principio divino, quien siempre provee nuestro cuidado; y el tiempo no tiene ningún papel en tal confianza.
Durante una de las noches siguientes estuve pensando sobre ángeles, a quienes Mary Baker Eddy define como “pensamientos de Dios que vienen al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, de la pureza y de la inmortalidad, que contrarresta todo mal, toda sensualidad y toda mortalidad” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 581). Las verdades espirituales reemplazaron las quejas que parecían tan reales y agradecí a Dios que podía confiar en Su ayuda. “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”, dice la Biblia (Salmo 91:11).
También consideré estos versículos del primer relato bíblico de la creación: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena” (Génesis 1:3, 4). Pensé en la importancia que la luz tiene en cuanto al hombre, y, de momento, se me ocurrió que, como hija de Dios, yo misma expresaba esa luz. Esta vislumbre reveladora vino como una gran dádiva. Me inspiró y me hizo sentir tan feliz y en paz que caí en un sueño profundo por el resto de la noche. A la mañana siguiente, estaba libre del dolor.
La vista aún no estaba normal, pero el entendimiento en relación con la luz me animó mucho. Pude darle la noticia maravillosa a la practicista justamente antes de salir en su viaje, y me sentí confiada en que los ángeles de Dios —Sus pensamientos— estaban siempre presentes, protegiéndome y guiándome en todos mis caminos.
En uno de nuestros viajes en auto, llegamos a un pequeño pueblo en la zona francesa de Suiza. Mi esposo quería ver algo en la estación del ferrocarril. Mientras tanto, al yo tratar de leer los titulares en un estante de periódicos, vi unos ejemplares del The Christian Science Monitor. Inmediatamente compré uno, y me vino el pensamiento que el Monitor podía servirme de practicista.
Aquella noche leí el artículo religioso en el periódico, que incluía un relato de la curación de una herida en un ojo. También hablaba de la clase de protesta que sana, las protestas mentales que reconocen el cuidado constante de Dios y niega, como irreal, los síntomas del error o discordia, que nos tentarían a desconfiar en el cuidado de Dios. En el artículo, había una cita del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, que me ayudó: “Cuando se supone que el cuerpo está diciendo: ‘Estoy enfermo’, jamás os confeséis culpables. Puesto que la materia no puede hablar, tiene que ser la mente mortal lo que habla; por consiguiente, haced frente a esa intimación con una protesta. Si decís: ‘Estoy enfermo’, os confesáis culpables” (pág. 391). Me declaré inocente y medité sobre esos pensamientos cada día, en verdad, a cada hora desde ese momento. Pronto, la vista comenzó a mejorar.
Después de nuestro regreso a Alemania, se me pidió urgentemente que fuera de inmediato a una ciudad que quedaba a unas doscientas setenta millas de distancia para ayudar a un pariente necesitado. Como yo quería ir en auto, si era posible, y la vista todavía no estaba como se requiere para poder manejar, pedí a Dios como Principio divino, la fuente de toda ley verdadera, que me mostrara el camino para poder llevar a cabo esta tarea.
La fecha de mi salida fue demorada por varios días porque se consiguió de otra fuente ayuda temporaria para mi pariente. Cuando llegó el día en que mi ayuda fue necesaria, pude ver tan claramente como antes de haber salido de vacaciones, y pude hacer el viaje sin ninguna clase de dificultad.
Estoy muy contenta por esta completa curación que ocurrió hace más de dos años. Estoy muy agradecida por el cuidado de Dios y por lograr otro peldaño de entendimiento espiritual en la Ciencia Cristiana. Mi gran gratitud también se extiende a Dios por la ayuda devota que he recibido de los practicistas en diferentes ocasiones a través de muchos años, así como por el The Christian Science Monitor.
Eschborn, República Federal de Alemania