Un verano, mi esposo y yo estábamos muy contentos de haber hecho planes para ir de vacaciones a Suiza. Sin embargo, durante nuestro viaje, yo comencé a sentir dolores de cabeza que se hicieron más severos, además de una fuerte sensibilidad en los ojos a la luz. Pronto, aun la luz de la luna parecía muy brillante. En poco tiempo, estaba casi ciega de un ojo.
Después de orar devotamente por mí misma durante unos días, llamé a una practicista de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Ella estaba contenta de ayudarme por medio de la oración, pero mencionó que tenía que irse de viaje en menos de una semana. Comenzamos nuestro trabajo juntas de inmediato. Me sentí apoyada por una confianza fuerte y consciente en Dios, el Principio divino, quien siempre provee nuestro cuidado; y el tiempo no tiene ningún papel en tal confianza.
Durante una de las noches siguientes estuve pensando sobre ángeles, a quienes Mary Baker Eddy define como “pensamientos de Dios que vienen al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, de la pureza y de la inmortalidad, que contrarresta todo mal, toda sensualidad y toda mortalidad” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 581). Las verdades espirituales reemplazaron las quejas que parecían tan reales y agradecí a Dios que podía confiar en Su ayuda. “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”, dice la Biblia (Salmo 91:11).
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